Cuando la reina Isabel II se hizo cargo de la corona española se vio en la obligación de efectuar ciertos cambios económicos que modernizaran un país anclado en el siglo XVIII. Para intentar igualarse a los industrializados Estados europeos llevó a cabo una serie de grandes obras públicas como la construcción de líneas de ferrocarril por todo el reino.
Para aquellas instalaciones había que levantar un suelo que se había mantenido intacto durante siglos. Al igual que hoy en día emergen numerosos vestigios arqueológicos a la hora de construir nuevas carreteras, sucedió lo mismo en la segunda mitad del siglo XIX con el ferrocarril español. Las obras de la línea que unía Palencia con Santander finalizaron en 1866, y durante aquellos años de trabajo se encontraron numerosos hallazgos arqueológicos, en su mayoría clasificados como "romanos".
En realidad, en aquellas tierra palentinas dieron con huesos, cerámicas, elementos de bronce y demás herramientas que recorrían la historia de España desde el Neolítico hasta la Edad Media, pasando por el Imperio romano. Y es que, pese al enorme trabajo de recolección por parte de las autoridades, muchos vecinos se acercaban a las cercanías de las obras ferroviarias para desenterrar objetos con para luego comercializarlos.
Esta extracción de patrimonio se generalizó en la provincia, ya que la crisis que se produjo durante el reinado de Isabel II afectaba a los habitantes de Palencia. "Con este descubrimiento coincidió la grave y larga sequía que sacudió España entre 1866 y 1868, que afectó muy seriamente a la agricultura y la ganadería y, en consecuencia, a la mayoría de la población, que vivía o dependía de ellas", explica un informe elaborado por el Museo Arqueológico Nacional.
Entre los años 1866 y 1870, a caballo entre la época isabelina y la revolución, los campesinos de Castilla, agobiados por la sequía, desenterraron cantidades ingentes de huesos que los extranjeros compraban para obtener fosfatos. Tal y como escribe el historiador Revuelta González, "entre los huesos amontonados en la estación de Palencia se veían brazaletes, fíbulas, cerámica y armas desde la prehistoria a la Edad Media. El hambre y la incultura produjo el saqueo irreparable de numerosas necrópolis".
"Ello, unido a la crisis financiera que afectó a la nueva burguesía, provocó un malestar generalizado que como es sabido desembocó en el derrocamiento de la reina Isabel II en septiembre de 1868 y la constitución primero de un gobierno provisional, luego el Gobierno de Amadeo de Saboya, la Primera República y, finalmente, en 1874, en la Restauración", resume el texto del MAN.
Eras del Bosque
En este sentido, se explotaron las recién descubiertas necrópolis y los particulares comenzaron a vender muchos de los huesos que encontraban. Se acababa de comprobar el beneficio que suponía la aplicación de fosfatos tricálcicos en los cultivos agrícolas y estos fosfatos podían ser extraídos de los huesos hallados.
La obsesión por enriquecerse por lo que la tierra había decidido enterrar con el paso del tiempo llevó a la gente a abrir galerías subterráneas. Poder comer al final de la jornada era una necesidad; proteger los tesoros arqueológicos, no.
"Pronto, el negocio fue, además de la explotación de los huesos, el comercio de los pequeños bronces y cerámicas que se hallaban mezclados con ellas", explica el MAN. Eras del Bosque, conocido también como El bosque sagrado, es una necrópolis que se encuentra en la ciudad de Palencia, donde sacaron a la superficie estatuillas de emperadores romanos, monedas celtíberas y hasta de los primeros reyes leoneses.
Por desgracia, los primeros objetos hallados fueron expoliados y vendidos y no sería hasta 1871 cuando se inició un recuento y un control de estos objetos. Posteriormente, a mediados del siglo XX, se traspasarían al Museo Arqueológico Nacional.
"Fueron años comprometidos para el patrimonio", agrega el museo. La usurpación de objetos no solo se localizaban en este pequeño yacimiento, sino que estaban generalizados por todo Palencia. No obstante, aunque llegaran tarde, podrían recuperar muchos de los objetos que quedaron en manos de los palentinos a lo largo del final del siglo XIX y el posterior siglo XX. El Museo Arqueológico Nacional se había creado en 1867, en la misma época que los necesitados campesinos expoliaban las tierras en busca de huesos y joyas.
Las comisiones desarrolladas para proteger el patrimonio fueron efectivas, puesto que el informe del MAN recoge cómo se lograron recuperar distintos elementos en manos de familias palentinas: vasijas romanas, lápidas romanas, hachas y cincesles de la Prehistoria, capiteles medievales u hojas de lanza de cobre de la Edad de Bronce.
Ahora, la mayoría de estos tesoros se exponen en el Museo Arqueológico Nacional o en el Museo de Palencia. Mucho se perdió entonces, fruto de la pobreza a la que fue sometida el pueblo. Sin embargo, las instituciones, el alfabetismo y el interés cultural ha conseguido poco a poco devolver ese arte que se escondía bajo tierra hace siglos.