Durante la Segunda Guerra Mundial, el control de la información y de los secretos movimientos de los ejércitos era indispensable para lograr la victoria en el campo de batalla. Tanto la Alemania nazi como los Aliados empleaban la técnica del espionaje para anticiparse al enemigo y, asimismo, trataban de arrestar e identificar a aquellos que colaboraban con el bando opuesto. Oswald Job era uno de los espías que trabajaron para el Tercer Reich. Al menos, eso pensaban los británicos hasta el momento.
Oswald Job había nacido en Londres el 4 de julio de 1885. Hombre de negocios, viajó a Europa en más de una ocasión en la década de los treinta y el estallido de la guerra le atrapó lejos de su hogar. Allí los nazis contactarían con él, y le obligarían a trabajar para ellos. Este tendría que dotarles de todo tipo de información útil sobre las maniobras de su país.
Sin embargo, en 1943, a mitad del conflicto, Job consiguió hacerse con un billete de regreso a Inglaterra. Embarcó desde Lisboa, pero en Londres ya sabían que un posible espía y colaborador nazi regresaba a Londres. El Servicio de Inteligencia, MI5, le siguió durante su breve estancia en la capital británica. Apenas tres semanas después, Oswald Job fue arrestado. El supuesto espía se había percatado de que un hombre le seguía desde hacía días. En noviembre del mismo año, en pleno Trafalgar Square, decidió enfrentarse a él. Inmediatamente, el objetivo del MI5 fue detenido.
Entre sus pertenencias encontraron un valioso anillo con un gran diamante junto a otros más pequeños que hicieron saltar las alarmas en los servicios de inteligencia ingleses. Estos entendieron que Job pretendía entregárselos a Hans George, otro agente doble que necesitaba financiación para seguir ayudando a los nacionalsocialistas.
Ahorcado injustamente
Oswald Job fue interrogado durante horas y confesó haber colaborado con los nazis en el continente europeo. Sin embargo, su labor como agente doble no estaba claro. Ed Perkins, autor de la biografía de Oswald Job, destaca que su colaboración con la Alemania nazi se limitó a cumplir pequeñas extorsiones por parte de los germanos, tal y como muchos habían hecho a lo largo de la guerra.
Uno de los agentes del MI5 pensaba lo mismo acerca de su supuesto espionaje: "No tenía la intención de trabajar para los alemanes porque tenía miedo. No tenía la intención de divulgar sus conocimientos a los británicos porque tenía miedo. Lo que pretendía hacer era vender las joyas para su propio beneficio y permanecer oculto".
El detenido no era ningún modelo a seguir. Amparándose en los informes del interrogatorio y en lo que se ha revelado acerca de él, Perkins explica que era un hombre sin escrúpulos, egoísta, y con intención de enriquecerse. Si ayudó a los alemanes en algún momento fue por su propia supervivencia. Una vez abandonada Europa, su vínculo con el Reich era inexistente.
Pese a que uno de los agentes negara que Job fuera un espía que pusiera en peligro al Reino Unido, fue sentenciado a muerte en Old Bailey y ahorcado por traición en la prisión de Pentonville en marzo de 1944. Churchill y su gabinete buscaban la manera de convencer a los posibles espías de que traicionar al Reino Unido no era lo que más les convenía en la guerra y la ejecución de Oswald Job fue la mejor forma de mostrárselo.