En el año 332 a.C., después de un asedio que se prolongó durante meses, las tropas de Alejandro Magno conquistaron y arrasaron la ciudad fenicia de Tiro, en la costa sur del actual Líbano. A la desesperada, un grupo local intentó organizar una fuga por mar para poner a salvo el mayor tesoro de la comunidad: la colección de figuras votivas de terracota que habían sido veneradas en sus templos durante siglos. Al menos tres barcos lograron esquivar el cerco de la flota griega valiéndose de la oscuridad de la noche, pero antes de adentrarse de lleno en el Mediterráneo, una fuerte tormenta hundió las naves y su cargamento.
Casi 2.300 años más tarde, en 1958, unos pescadores libaneses hicieron emerger con sus redes, de forma casual, la estatuilla de arcilla de un niño, datada en el siglo VI a.C. Tras una serie de inmersiones en el pecio, uno de los que trataban de escapar de Tiro, se recuperaron otros dos centenares de efigies. Hoy ese muchacho se llama Ayin y se expone en la Ifergan Gallery de Málaga. Este conjunto único en el mundo, compuesto de 200 piezas de terracota (siglos VI-IV a.C.), es la gran joya de la colección privada del empresario de la construcción Vicente Jiménez Ifergan, un apasionado de la historia y la arqueología que lleva décadas comprando vestigios materiales de todas las culturas antiguas: Mesopotamia, Canaán, Egipto, Grecia, Persia o Roma.
La sala expositiva, en donde se muestra una selección de las mejores obras, se encuentra actualmente cerrada por la pandemia. Su reapertura está prevista para el año que viene, aunque con una importante transformación. En primer lugar, Vicente Jiménez tiene la intención de adquirir "nuevas piezas más exclusivas, de mayor calidad". "Prefiero cien buenas que mil", comenta a este periódico. La operación, dice, superará el millón de euros. Para sufragar las nuevas antigüedades va a sacar a subasta, a través de la plataforma Catawiki y en varias fechas a lo largo de 2021, un lote de unas 300 que integran su impresionante colección.
La primera subasta se celebrará el próximo 2 de abril. Entre las piezas más destacadas figuran una crátera griega de volutas con un guerrero, datada entre 330 y 320 a.C y decorada por el Pintor del Inframundo, uno de los pocos ceramistas que han sido identificados en la Antigua Grecia; un busto romano en mármol de la diosa Venus, una ánfora panatenaica o un vaso canopo egipcio con la cabeza de un babuino. Estos objetos se fechan entre los siglos IX y IV a.C. y tienen un precio que va desde los 100 euros hasta los 60.000€. "No quiero que se convierta en una colección en donde siempre se vea lo mismo", explica el empresario sobre el porqué de los cambios su galería.
La nueva Ifergan Gallery, sin embargo, va a perder su gran tesoro: las figuras fenicias de terracota. Vicente Jiménez está a punto de cerrar un convenio con la Junta de Andalucía para ceder de forma gratuita las estatuillas antropomorfas al Museo de Málaga por un periodo de cinco años, prorrogable otros tantos. También se está ultimando una publicación científica que se titulará Dioses naufragados. "Son 200 piezas con un valor histórico y económico incalculable. Los principales museos del mundo me han hecho ofertas por esta colección, pero se va a quedar aquí, en Málaga", presume el empresario.
La Sala Malaka —así se llamaba la colonia fenicia donde se ubica la actual Málaga, y quién sabe si el posible destino de los pecios que huían de Tiro— se reconvertirá en una suerte de tumba egipcia, a la que el visitante tendrá que acceder agachado como si se estuviese adentrando en una pirámide. Uno de los tesoros más destacados de la colección de Vicente Jiménez Ifergan es la cabeza de Nefer, una momia de una noble de la Dinastía XVIII, a quien no recomienda mirar a los ojos por eso de la legendaria maldición. Del Antiguo Egipto también destacan el conjunto de ushebti, los servidores del difunto en el más allá, o un sarcófago del periodo tardío.
Control de procedencia
Para el empresario, lo más importante no es el valor económico de las piezas arqueológicas, sino "el poder apreciar lo que uno tiene en las manos y sentir en qué entorno estaba, remontarse en el tiempo". También influye la historia de cada objeto, y ahí sobresale el busto de Antonino Pío, emperador romano entre 138-161 d.C. La imagen se halló a principios del siglo XX durante las obras de una carretera y estuvo en propiedad de una conocida familia de Málaga hasta 2004, cuando fue robada. El retrato imperial reapareció por una casualidad en el verano de 2010, con la visita de Michelle Obama a España.
La exprimera dama de EEUU se alojó en un hotel de Marbella y, durante una entrevista televisiva, los antiguos propietarios identificaron la escultura, que se había comprado por 6.000 euros en un anticuario de Sevilla, en el despacho del responsable del resort. Al conocer que había sido robada, la devolvió. El busto de Antonino Pío es ahora una de las piezas "invendibles" de la colección de Vicente Jiménez, en la que también destacan tablillas de escritura cuneiforme —un fragmento de ladrillo babilónico de hace más de 4.000 años y otro sumerio de arcilla dedicado a Hammurabi (1756-1750 a.C.)— o excepcionales elementos de armaduras griegas y persas. Y no se olvida de la primera adquisición en Jerusalén de la hoy larguísima lista: una lucerna romana de la época del rey Herodes.
Contra los que miran con recelo su deslumbrante galería de cinco milenios de historia y patrimonio, el empresario defiende la figura del coleccionista. "Sin entrar en sus procedencias, muchas piezas arqueológicas se han salvado gracias a nosotros", defiende. En las fichas de su catálogo se detalla el origen de cada elemento y todos los movimientos, asegura, se rigen por los estándares de la UNESCO y los certificados de exportación que aprueba el Ministerio de Cultura. "Cada mes tenemos que llevar el inventario a la jefatura de Policía y, tanto si hemos comprado como vendido, todo tiene que figurar ahí", explica Vicente Jiménez.
Como propuesta para una mejor regulación sobre el patrimonio arqueológico español pone de ejemplo lo que se hizo en Israel: "Se deberían inventariar todas las antigüedades de los particulares. A partir de ahí todo lo que aparezca a la venta es ilegal". No obstante, su plan lo describe con resignación ante "la falta de voluntad política". Tampoco ha podido emprender otro de sus grandes proyectos por culpa de pandemia: recorrer en barco el Mediterráneo desde Tiro hasta Málaga, emulando a los fenicios que trataban de escapar del yugo de Alejandro Magno. "A mí lo que me gusta son las aventuras", despide Vicente Jiménez Ifergan.