Villalar fue el principio del fin para los comuneros. La primera de las revoluciones modernas vio en aquel punto geográfico una derrota que, si bien no aniquilaría por completo el sueño de expulsar a Carlos V del trono, sí condenó su supervivencia. La batalla de Villalar tuvo lugar el 23 de abril de 1521, hace exactamente 500 años, y su recuerdo se ha transformado hoy en motivo de la celebración del Día de Castilla y León.
Antes de la trágica contienda, gran parte de los castellanos se sentían triunfantes ante el levantamiento en armas contra el nuevo y extranjero monarca. El 19 de septiembre de 1517, el joven príncipe Carlos de Habsburgo avistaba por primera vez la tierra que debía gobernar como Carlos I de España. No conocía el idioma y menos aún a sus gentes, quienes pronto recelaron de sus políticas.
El monarca se había coronado en Bruselas en contra de las leyes de Castilla recorrió la meseta norte con consejeros que no dudaron en saquear todo cuanto pudieron para regresar acto seguido a sus hogares en el extranjero. La tensión política generó en una serie de alzamientos que se originarían en Toledo. "¡Viva el pueblo!", gritaba la muchedumbre toledana en sus estrechas e inclinadas calles. Juan de Padilla se elevaba como nuevo símbolo del alzamiento y la insurrección se transformaba en poder popular.
Pronto Toledo encontraría el apoyo de otras ciudades. Valladolid, Segovia, Salamanca, Zamora, León, Palencia, Soria, Cuenca, Guadalajara, Murcia, Plasencia o Ávila prendieron la mecha de la revolución. Personalidades como Juan Bravo, Francisco Maldonado, Antonio de Acuña o María Pacheco, esposa de Juan de Padilla, acompañarían a este en un sueño utópico que pretendía expulsar a Carlos de la corona.
La llama comunera prendió rápidamente, obteniendo históricos triunfos en grandes ciudades españolas. Para febrero de 1521, Juan de Padilla mantenía a sus hombres dentro del castillo de la localidad vallisoletana de Torrelobatón, arrebatada a los realistas a principios de año. Sin embargo, el líder comunero prolongó innecesariamente su estancia en Torrelobatón, permitiendo a los hombres del rey organizarse para la batalla. "Padilla había desaprovechado la ocasión de resolver la guerra cuando las tropas realistas estaban aún divididas y las suyas con la moral alta", considera Miguel Martínez, doctor en Estudios Hispánicos, en su reciente obra que recoge lo acontecido en la Guerra de las Comunidades de Castilla.
Campo de batalla
En Comuneros. El rayo y la semilla (1520-1521), publicado por Hoja de Lata, el autor vallisoletano explica que el 21 de abril las fuerzas imperiales, congregadas en Peñaflor, estaban listas para el combate. Más de 6.000 infantes y 2.400 caballos dispuestos a luchar por Carlos V retaban a otros 6.000 hombres aproximadamente, de los cuales 1.000 eran escopeteros.
Padilla abandonó el castillo junto a su ejército para dirigirse a Toro, donde esperaba recibir refuerzos de Zamora, Salamanca, Medina y Valladolid. No obstante, eligió un día de fuertes lluvias que dificultó el paso por el barro de los comuneros. Mientras se arrastraban por el lodo, la caballería imperial se acercaba cada vez más. Exhaustos, los soldados de Padilla tuvieron la oportunidad de plantar cara en Vega de Valdetronco y a la subida de un cerro anónimo. En ambos casos, según narra el historiador, el capitán habría tenido mejores opciones. "Pero como si lo hubiera mal ordenado el destino, se precipitó hacia Villalar", señala.
La caballería imperial cayó sobre los comuneros con contundencia y velocidad. "En realidad no se llegó a plantar batalla", comenta Martínez. Las columnas se desordenaron y buscaron refugio en las casas de Villalar. La artillería comunera, por su parte, enmudeció "empantanada en unos barbechos", a la vez que la realista castigaba la retaguardia de Padilla. Este, junto a Bravo y Maldonado, combatió valientemente aunque el desenlace fuera evidente.
"Vierais todas aquellas llanuras de Villalar llenas de armas y cadáveres, casi más muertos había que combatientes, porque la habilidad de los caballeros hizo que muchos murieran en la huida", relataba Maldonado después de la batalla. Los supervivientes eran capturados en los escondites más insólitos de las edificaciones de Villalar. Las bajas comuneras oscilan entre los 100 y 1.000 según se consulte una fuente u otra, por lo que su dimensión es difícilmente calculable.
Padilla, Bravo y Maldonado habían luchado hasta ser capturados. La jornada siguiente, tras confesarse a un fraile franciscano, fueron decapitados en la plaza del pueblo. Parte de aquel derrotado ejército huyó a Portugal, mientras que otros resistieron por una causa perdida.
"Villlalar es un mazazo para los comuneros porque no se esperaban una derrota militar tan brutal y tan rápida", explica Miguel Martínez a este periódico. Sin embargo, pese a esta dolorosa batalla, algunas ciudades resistieron. La hemorragia tardaría en tumbar a las Comunidades. Así, la revolución se prolongó en Toledo hasta febrero de 1522 gracias a la resistencia liderada por la viuda María Pacheco.