El gran acontecimiento bélico de las guerras médicas no fue el triunfo griego en Maratón ni la heroica —y mitificada— resistencia de los espartanos de Leónidas en el paso de las Termópilas. El conflicto entre las ciudades-estado de la Hélade y el Imperio persa en las primeras décadas del siglo V a.C. presenció su momento clave en la batalla de Platea (479 a.C.), una llanura entre el macizo Citerón y el río Asopo, cerca de Atenas. Los aliados, que disponían de un ejército de 40.000 hoplitas, detuvieron a un contingente aqueménide mucho más numeroso y forzaron su retirada hacia Asia. Asimismo, mataron al comandante enemigo, Mardonio, y alcanzaron un suculento botín.
Según Heródoto, conocido como "el padre de la Historia" y la principal fuente clásica de estos hechos, fue "la victoria más gloriosa de todas"; también la venganza griega por las dos veces que las tropas persas habían incendiado y arrasado Atenas en poco más de un año. Un triunfo que ensalzó a Pausanias el Regente, sobrino del malogrado Leónidas y tutor de su hijo Plistarco, a quien hubiera correspondido el mando de ser mayor de edad. Este es el personaje más fascinante del periodo para el historiador Javier Jara Herrero, autor del recién publicado Las guerras médicas (La Esfera de los Libros).
"Pausanias tenía planteamientos políticos un poco innovadores para la conservadora Esparta. Se dice que quería liberar a los esclavos para incluirlos en el ejército e incluso se le atribuyeron tratos con el rey de Persia. Terminó exiliándose y, aunque pudo volver, fue condenado y murió en condiciones extrañas", explica el autor. Una novelesca historia ensombrecida por los más conocidos Jerjes, Leónidas, Temístocles o Darío, el rey que sofocó la rebelión de las ciudades minorasiáticas de cultura helénica sometidas al Estado persa y se lanzó a la invasión de la Grecia continental.
El libro de Jara Herrero, un estupendo ensayo, didáctico y erudito al mismo tiempo, viene a rellenar un importante vacío historiográfico sobre los conflictos greco-persas. "En español hasta ahora no había nada de alta divulgación y en otros idiomas sí existen algunas obras, pero están un poco anticuadas", explica. Su investigación ofrece una nueva perspectiva desde la metodología de los estudios de la guerra, que no consiste exclusivamente en describir tácticas y estrategias de combate o el sufrimiento de las víctimas que caen del campo de batalla. También reconstruye la evolución de los principales actores en contienda y las consecuencias políticas, sociales y culturales de la misma.
La mayor importancia de estas guerras, según el historiador, radica en que "la victoria final de las polis griegas pudo suponer un espaldarazo al desarrollo de la democracia tal y como la conocemos ahora". Una relevante secuela de un conflicto cuya verdadera dimensión parece haber quedado en un segundo plano, oculta tras la leyenda de los espartanos en las Termópilas —fueron varios miles de griegos de distintas ciudades, no solo Esparta; y tampoco es posible que los persas sumasen dos millones y medio de combatientes, como dice Heródoto— o los 42,195 kilómetros que recorrió el soldado Filípides para proclamar la victoria ateniense en la llanura de Maratón.
El papel de la religión
Una de las virtudes del trabajo de Javier Jara Herrero reside en analizar las guerras médicas en el contexto de la Antigüedad, esquivando la presentista y reduccionista visión de un enfrentamiento entre Occidente y Oriente. "Esos son términos de la actualidad que responden a dos culturas bien diferenciadas; una heredera del legado cristiano y otra del musulmán. Pero esto no tiene nada que ver con el mundo antiguo. Los persas ni eran cruzados ni yihadistas", sentencia.
En este sentido, el historiador dedica uno de los capítulos del libro a repasar la presencia de las guerras médicas en la cultura popular contemporánea, mucho más interesada en la Antigua Roma y la herencia latina. Jara Herrero asegura que tiene "cierta aversión" por el filme 300 (Zack Snyder, 2006) porque recoge todas las anécdotas míticas y por incurrir en ese discurso ideológico de enfrentamiento entre dos civilizaciones actuales: "No es cierto que Jerjes fuera una persona alta y barbilampiña de raza negra, ni mucho menos tendría esa quasihomosexualidad. El traidor Efialtes, que es probable que no existiese, dudo que fuera ese engendro monstruoso que aparece en la película".
¿Más mitos sobre las guerras médicas? "El del guerrero espartano disciplinado y amante de la libertad que nunca huye de un combate", responde el investigador. "Esparta era una sociedad esclavista, muy centrada en lo militar, pero eso no quiere decir que no pudiesen huir. Lo hicieron en varias ocasiones, como en la batalla de Esfacteria (425 a.C.), ya en la posterior guerra del Peloponeso, de la que nos informa Tucídides". Ninguna fábula queda sin desmontar en una obra que se anuncia ya como referente historiográfico.
Otra de las partes más llamativas del libro es la dedicada al papel de la religión, especialmente del oráculo de Delfos, que llegó a determinar las tácticas militares de Esparta, en el conflicto. Un artículo sobre el tema en la Revista Universitaria de Historia Militar, de hecho, fue la génesis del ensayo. "Es muy curioso el papel del santuario: mantuvo una sospechosa imparcialidad, pensando que la victoria griega no estaba clara", señala el historiador. "Pero en cuanto se dio cuenta de que la coalición iba a ganar la guerra, quiso incluirse en el discurso victorioso para garantizar su supervivencia". No hay profecía más real que el miedo.