El hallazgo se ha producido en Japón, durante una investigación de un equipo de arqueólogos de la universidad Oxford que estudiaba la presencia de lesiones y traumatismos entre restos de cazadores y recolectores prehistóricos en los depósitos de la universidad de Kioto. Al llegar al lote número 24 se encontraron con un varón que presentaba numerosas lesiones por todo su cuerpo.
“Estábamos desconcertados por qué habría podido causar los 790 cortes, aserrados y profundos” explicaron los investigadores. “Tenía muchas heridas y sin embargo, estaba enterrado en un cementerio común, el cementerio del Montículo de Conchas de Tsukumo”.
Los restos fueron hallados en el mar Interior de Seto, al sur del archipiélago nipón. Alyssa White y Rick Schulting, responsables del hallazgo, explicaron que la mayoría de las heridas se encontraban en brazos, piernas y pecho. A partir de un proceso de eliminación, descartaron que se hubiesen producido durante un enfrentamiento entre humanos y lo relacionaron inmediatamente con el ataque de un depredador o un animal carroñero.
Ante la carestía de datos sobre ataques de tiburón registrados por arqueólogos, optaron por pedir ayuda a forenses que tratasen este tipo de lesiones en la actualidad. George Burgess, director emérito del Programa de Investigación de Tiburones de Florida preparó, a partir de los datos evaluados, una recreación de cómo habría podido ser el ataque.
El equipo de investigadores llegó a la conclusión de que el individuo había muerto hace más de 3.000 años, entre el 1370 y el 1010 antes de Cristo. La distribución de las heridas da muestras de que estaba vivo durante el ataque, con la mano izquierda arrancada probablemente mientras trataba de defenderse del escuálido.
El cadáver fue recuperado rápidamente después de la muerte y enterrado con el resto de la comunidad. Los registros de la excavación indican que en el momento de su enterramiento le faltaba también su pierna derecha, mientras que la izquierda, también mutilada, fue colocada sobre su pecho.
Los responsables de la investigación apuntan a que, dadas las heridas que la víctima mostraba, es muy probable que el hombre estuviese pescando antes del momento del ataque ya que su cuerpo fue recuperado rápidamente. Añadiendo además: “Dada la distribución de las marcas de los dientes en el hueso, las únicas dos especies con las que concuerda la mordida sería de tiburones tigre o blanco”.
El Dr Mark Hudson, investigador del Max Plank Institute ha indicado que los habitantes neolíticos de la región japonesa de Jomo hacían un uso intensivo de los recursos marinos. Sin embargo, no sabremos si el ataque fue resultado de la caza de escuálidos o si se trató de un tiburón atraído por la sangre o los cebos usados por los pescadores.
En cualquier caso, esta investigación no solo arroja una perspectiva distinta de la vida prehistórica de Japón, sino que además es un curioso ejemplo de la arqueología siendo capaz de desvelar episodios traumáticos de la vida de comunidades prehistóricas.