En el año 2017, las orillas de un pequeño río en Países Bajos, el Aa, se convertía en noticia al hallarse 107 monedas romanas enterradas en sus márgenes. El origen de las monedas y el porqué de su localización ha mantenido en jaque a los investigadores hasta ahora.
Un vado en el río, un lugar poco profundo y sobre tierra firme, habría servido en época romana como lugar de paso para los viajeros que llegaban hasta su orilla. Los viajeros más supersticiosos ofrecían las monedas como garantía de seguridad. “Aquellos que cruzaban el río hacían una ofrenda como quien lanza una moneda a un pozo para obtener buena suerte” escribieron los arqueólogos en un informe del pasado 6 de junio de la Agencia Holandesa de Patrimonio Cultural.
Las monedas cuentan en su mayoría con imágenes castrenses, "posiblemente recreando la antigua tradición de enterrar armas de guerra como espadas o hachas en las orillas de los ríos", indicó Liesbeth Claes, profesora asociada de la universidad de Leiden.
Podría tratarse de una costumbre prerromana que continuó en periodos posteriores, aunque de una forma diferente. Los expertos dedujeron que este tipo de costumbres se perpetuaron, marcando un importante hito en la forma que tenemos de entender las costumbres de estos pueblos.
Los descubridores, Nico y Wim van Schaijk, encontraron las monedas gracias a un detector de metales con el que rastreaban la orilla del Aa a su paso por la ciudad de Berlicum. El botín incluía cuatro denarios de plata y 103 sestercios de bronce (con un valor de un cuarto de denario), así como varias hachas de guerra.
Después de que los van Schaijk informasen a las autoridades, el equipo de arqueólogos enviado al lugar encontró a su vez un adorno ecuestre de bronce y dos monedas más, un total de 109 piezas. Todas ellas datadas entre el 27 antes de Cristo y el 180 después de Cristo, mientras que el adorno se situaría entre el 120 y el 300 después de Cristo.
El hecho de que este tipo de monedas no sean de un gran valor (no se encontraron entre ellas piezas de oro); estuviesen diseminadas a lo largo de una amplia área y no guardadas en cofres o ánforas; y que estuviesen datadas en una horquilla de 200 años, sugiere que el tesoro no fue escondido por una sola persona, sino “depositado por distintos individuos a lo largo de un amplio periodo de tiempo” confirma Claes.
Durante la investigación del lugar del hallazgo, se encontraron documentos del año 1832 que indicaban la existencia de un camino en esa misma zona por el que cruzar el río. “Aparentemente existía un vado en este mismo lugar a través del cual era posible pasar” confirmó uno de los investigadores.
“Más tarde este vado cayó en desuso. Esta información, junto con la del descubrimiento de las monedas, nos lleva a la conclusión de que durante la época romana los viajeros usaban estas ofrendas para cruzar de una forma segura” indicó la investigadora Liesbeth Claes, añadiendo que "aunque el río no cuenta con un gran caudal, era muy importante, sobre todo para los mercaderes, transportar sus mercancías de una forma segura hasta el otro lado".
También hay que tener en cuenta el hecho de que en la Antigüedad, los ríos siempre simbolizaban "conexiones sagradas", un dato que refuerza aún más la teoría de los investigadores sobre las posibles ofrendas. Los arqueólogos todavía están a la espera de pruebas determinantes de la existencia de dicho paso en época romana. Pero mantienen la esperanza de que futuras excavaciones lo encuentren.
Al informe de la investigación, los arqueólogos de la Agencia Holandesa de Patrimonio Cultural añadieron: "No es recomendable introducir detectores de metales en lugares de interés arqueológico para no sacar de contexto los hallazgos sin una investigación arqueológica previa".