En algún momento comprendido entre finales del siglo III y principios del II a.C., un contingente de las tropas romanas que participó en los primeros compases de la conquista de Hispania destruyó y plantó fuego a uno de los edificios principales del asentamiento íbero de L'Assut (Tivenys, Tarragona): la torre T3, de planta circular y asociada al recinto defensivo, probablemente la residencia de un personaje distinguido del poblado. Fue un incendio devastador, una acción punitiva de Roma con algún trasfondo simbólico porque ninguna otra estructura sufrió un ataque similar. El castigo a un rebelde.
Las excavaciones recientes en el interior de la torre realizadas por los arqueólogos de la Universidad Rovira i Virgili se han saldado con un descubrimiento sensacional: un conjunto armamentístico formado, entre otros objetos, por una punta de lanza, un soliferreum, una falárica, un cuchillo afalcatado y al menos un fragmento identificable de la vaina de una espada tipo La Tène, un modelo celta centroeuropeo exótico e importado que tuvo una amplia acogida entre los pueblos prerromanos del interior peninsular. El lote se corresponde con la panoplia ofensiva prácticamente completa de un guerrero íbero.
"Se trata de un hallazgo excepcional en el nordeste peninsular, tanto por haberse localizado en un espacio de hábitat, como por sus características y cronología", explican Jordi Diloli Fons, Ramon Ferré Anguix y Marc Fontanet Fontanet, del Grup de Recerca Seminari de Protohistòria i Arqueologia (GRESEPIA) de la URV. Los resultados de la investigación acaban de publicarse en el último número de la revista Gladius.
L'Assut, un yacimiento ocupado entre finales del siglo VIII a.C. y el primer tercio del siglo I a.C., se ubica sobre una colina que domina un amplio llano aluvial de la comarca del Bajo Ebro, una situación geográfica idónea para controlar el territorio y el curso del río, la principal vía de comunicación entre la costa y el interior peninsular durante la Antigüedad. En el momento de la destrucción y abandono del edificio turriforme el poblado tenía casi media hectárea de extensión, con un volumen considerable de viviendas. Los investigadores hipotetizan que el suceso violento pudo haber ocurrido durante la rápida campaña de represión dirigida por el cónsul Catón, en torno al cambio de centuria, para someter a diversos pueblos íberos rebeldes del noreste peninsular.
La panoplia
Las armas, para los íberos, testigos directos de la guerra mundial entre Roma y Cartago, tenían una gran importancia. Tanta que fueron "el más fiel compañero en el viaje al más allá, inutilizadas ritualmente y destinadas a acompañar eternamente a su poseedor", explican los arqueólogos en su estudio. Lo habitual ha sido hallarlas como resultado de deposiciones voluntarias enmarcadas en ceremonias funerarias o de sucesos violentos que implicaban su pérdida y entierro bajo los escombros de edificios.
El conjunto "impresionante" de L'Assut, enmarcado en este segundo tipo de ocultación, constituye la panoplia de un guerrero íbero de finales del siglo III a.C. y propia de su elevada posición social. Los investigadores han documentado una punta de lanza de hierro, el arma más importante para este pueblo prerromano, básica en la lucha cuerpo a cuerpo, y su regatón, una pieza que se colocaba en el talón del astil y que actuaba como contrapeso y de pico, permitiendo clavar la lanza en el suelo o rematar al enemigo caído.
Pero no es la única arma arrojadiza descubierta en el interior de la torre. Los arqueólogos han podido identificar una falárica, de astil mixto, una parte de madera y otra de hierro, diseñada para ser lanzada como un pilum romano, y un soliferreum, un tipo de lanza fabricado en una sola pieza de hierro forjado —de ahí su nombre en latín—, doblado en un único ángulo totalmente agudo más o menos en su mitad. Otros elementos exhumados en la zona son una placa de bronce fragmentada que se ha relacionado con una parte de la vaina de una espada lateniana, y tres anillas que podrían actuar como elementos de suspensión de la funda, probablemente hecha con material orgánico quemado durante el incendio.
El cuchillo afalcatado está forjado a partir de láminas de hierro, generalmente golpeadas en frío para con posterioridad endurecer la hoja, y pudo haber desempeñado diversas funciones, desde arma dentro de la panoplia guerrera hasta herramienta de corte relacionada con rituales. En los mismos niveles se han hallado algunos fragmentos de hierro y bronce que podrían asociarse a la presencia de un escudo; y además se recuperaron utensilios relacionados con la producción agrícola y tareas domésticas, como un podón, una podadora, un rastrillo y una azadilla, o un hacha, una posible reja de arado, un asador y los fragmentos de una posible parrilla de hierro.
El violento final de la torre, uno de los elementos más excepcionales del yacimiento, que fue incendiada y abandonada de forma premeditada, y las armas descubiertas bajo las piedras y la tierra quemadas, así como las operaciones romanas desarrolladas para eliminar los sistemas defensivos de los poblados ibéricos de la región, de las que informan las fuentes clásicas, han empujado a los arqueólogos a identificar ese espacio como la residencia de un señor importante, con una preeminencia sobre el resto de habitantes del lugar.
"Seguramente esta posición social fue clave para la acción romana que culminó con el incendio de T3: la destrucción de los símbolos, el incendio y desolación de una vivienda distintiva, juntamente con la aniquilación de las posesiones más preciadas de su propietario, como el armamento, así como la prohibición de recuperarlo, tenían que servir para subrayar el poder de los conquistadores", resumen los investigadores de la Universidad Rovira i Virgili. Un ejemplo más del traumático y violento proceso de romanización de Hispania.