Tras poco más de una década de vida y por indiscutibles méritos propios, Desperta Ferro se ha convertido en la mejor editorial española especializada en temas históricos. Pocas dudas puede haber ya al respecto. Decenas de ensayos, revistas, obras ilustradas, cuadernos de Historia Militar, libros de fotografías icónicas coloreadas e incluso cómics corroboran esta afirmación. Todas las publicaciones comparten una misma filosofía: la altísima calidad tanto en el contenido como en el formato. No solo nos permiten leer las investigaciones de las grandes firmas de la academia nacional e internacional, sino que ese conocimiento se acompaña de una edición exquisita: mapas detallados del desarrollo de las batallas, multitud de variopintas imágenes o ilustraciones que reconstruyen de forma fidedigna desde la panoplia de un guerrero íbero al deslumbrante abalorio de Cleopatra.
El buque armado por Javier Gómez, Alberto Pérez y Carlos de la Rocha va viento en popa a toda vela. Asomarse a su caseta en la Feria del Libro de Madrid se salda con un torrente de felicitaciones de los lectores, desde las más tradicionales hasta el señor que reclama el cierre de la editorial por la ruina que supone para su bolsillo o que se le compense con una deducción en la declaración de la renta.
Ahora se acaba de publicar, dicen, su proyecto más ambicioso hasta la fecha, fruto de cinco años de intenso trabajo colectivo. Se titula Historia de un triunfo. La Armada española en el siglo XVIII y su autor es Rafael Torres Sánchez, especialista en historia naval y catedrático en la Universidad de Navarra. Calificarlo de simple libro sería injusto; es una auténtica enciclopedia —en forma y fondo— que esconde un minucioso estudio sobre la verdadera salud y dimensión de la Real Armada en las décadas que precedieron a la batalla de Trafalgar (1805).
Por un lado, este volumen derriba el mito, proyectado principalmente a raíz de la derrota en el célebre enfrentamiento con los ingleses, de una Marina española deficiente y en constante decadencia. El paisaje fue bastante distinto: a lo largo del siglo XVIII se incorporaron casi mil buques a la Armada, construidos con las últimas y más avanzadas tecnologías. Y para 1793 ya se había convertido en la segunda mayor flota de guerra del mundo. No es casualidad, resume Torres Sánchez, que la Monarquía Hispánica alcanzase al mismo tiempo, en 1790, su mayor extensión territorial histórica.
Sin embargo, este triunfo no es atribuible a un único ministro o a un simple Gobierno: es la historia exitosa de un esfuerzo colectivo del conjunto de la sociedad española. La "Edad de Oro" de la Armada no se explica por el surgimiento de bravos militares como Blas de Lezo y de excepcionales científicos como Jorge Juan, sino porque todo un país remó en la misma dirección. El autor, que ha escrito un texto equilibrado, alejado de cualquier excitación ideológica, advierte también contra las visiones heroicas y excesivamente positivas que dibujan otra imagen distorsionada.
En la impresionante obra no queda un recoveco que analizar para tratar de explicar la renovación y el despegue como potencia de la Armada dieciochesca. Se detalla al milímetro el proceso de construcción de los buques, sus partes —en algún momento el lector tendrá la sensación de que está estudiando para un examen náutico— y de dónde procedían las materias primas; la especialización de los marinos y la oficialidad y su posición social respecto al resto de españoles —un capitán de navío, por ejemplo, ganaba como un pequeño comerciante o un médico de ciudad— y su vida cotidiana: la convivencia, el descanso, los castigos, la alimentación y las enfermedades, que cuentan con sendos capítulos exclusivos, y, por supuesto, la finalidad última de los buques, la guerra, con sus tácticas, combates y abordajes.
Pero en este caso, tan importante como el qué, el trabajo académico —"ahora es más urgente que nunca abordar esa revisión, porque estamos viviendo en los últimos años un peligroso presentismo en las interpretaciones de lo que fue la Armada del siglo XVIII", resume Torres Sánchez—, se revela el cómo, el esqueleto de la obra.
Hay gráficas y tablas a cascoporro, desde el horario de trabajo que seguía el secretario de marina Antonio Valdés en 1787 hasta la suma de reales de vellón que requería la construcción y el armado de un navío de 74 cañones, el tipo más extendido. También mapas, empezando con el de los bosques peninsulares de donde se extraía la madera para articular los cascos de las embarcaciones —aunque luego se envió desde los puertos bálticos, tras talarse en Prusia o Polonia— y terminando con un plano muy explicativo en el que se geolocalizan todos los enfrentamientos navales del siglo. Las ilustraciones para proyectar la compartimentación de los buques, los daños de las balas de cañón en función de los calibres y la distancia de disparo o el uniforme y armamento de la infantería ponen el broche a un trabajo visual excepcional.
Historia de un triunfo es una obra, no parece muy osado aventurarse, que se va a convertir en referencia historiográfica sobre el tema y el periodo. Su disfraz, además, le otorga la condición de presa para coleccionistas. Otra joya más del catálogo de Desperta Ferro.