Hace unos días, cuando los investigadores del Instituto Balear en Arqueología Marítima (IBEAM) realizaron una inmersión en el estrecho de Es Freus, entre Formentera e Ibiza, para comprobar el estado del pecio Sa Pedrera, se encontraron un escenario desolador. El barco romano de los siglos III-IV d.C., identificado en 2005 a una profundidad de 77 metros, es el único yacimiento subacuático del archipiélago que ha sido declarado Bien de Interés Cultural. Pero desde su descubrimiento, cuando se efectuó una pequeña intervención de urgencia, y a pesar del díficil acceso y de contar con una protección más simbólica que efectiva, ha sido sujeto de un expolio brutal.
"El yacimiento está completamente destruido, hemos ido a hacer su autopsia, lo han estado expoliando como deporte desde hace casi veinte años", lamenta Javier Rodríguez Pandozi, director de proyectos del IBEAM. Ahora que al fin habían recibido el permiso para realizar una intervención sistemática sobre el pecio y poder analizar su cargamento, la codicia de los furtivos se ha adelantado de nuevo al conocimiento, a la ciencia. El arqueólgo subacuático señala que la embarcación tardoimperial es muy interesante para la investigación porque se remonta a "una época de la que no se han estudiado demasiados barcos y nos puede aportar mucha información sobre los flujos comerciales de ese momento histórico".
El estudio de la nave naufragada es el punto de partida de un proyecto de cuatro años firmado entre el Consell Insular de Formentera y la organización de profesionales de la arqueología subacuática. El objetivo principal reside en analizar los pecios de la zona que se encuentran a media profundidad, en una franja comprendida entre 50 y 90/100m, gracias a las nuevas tecnologías de buceo y de investigación, como la fotogrametría digital, que permite elaborar modelos tridimensionales de los yacimientos.
"Esto nos permite tener un grado de resolución muy grande de las planimetrías, perfectamente escaladas, hacer una identificación de los distintos tipos de piezas de los cargamentos y ver si se conservan las líneas de estiba, de madera o hacer un cálculo volumétrico del barco", explica Pandozi, que esta semana participa en la tercera edición del Foro Marino de Ibiza y Formentera. Así se ha estudiado, por ejemplo, el Cabrera XIV, un excepcional pecio romano de los siglos III-IV d.C. que transportaba más de un millar de ánforas y que fue descubierto intacto, en 2016, a poco más de setenta metros de profundidad en aguas del Parque Nacional Marítimo-Terrestre del Archipiélago de Cabrera.
Javier Rodríguez Pandozi destaca que el potencial arqueológico del fondo balear es inmenso: "Estamos en un punto de paso de todas las rutas marítimas que recorren el Mediterráneo en sentido este-oeste y sur-norte, en un punto clave por donde han pasado prácticamente todas las civilizaciones desde hace 4.000 años. Nuestro trabajo consiste en estudiar una de las páginas más importantes de la historia del Mediterráneo y de su patrimonio cultural marítimo". Desde 2014, él y sus compañeros del IBEAM han elaborado una Carta Arqueológica Subacuática de Formentera. A tenor de los resultados, los consells de Ibiza y Formentera también les solicitaron realizar distintas campañas de documentación.
Proteger y concienciar
En la isla de Formentera, la más al sur, los investigadores partieron de cero, no existían actuaciones previas referentes a la documentación de pecios. A lo largo de los últimos años han hallado unos quince yacimientos de todas las épocas, que van desde el siglo II a.C. hasta el XIX. Ese más antiguo, correspondiente al periodo romano, es un barco que llevaba un cargamento púnico-lusitano. "Nos habla de un comercio de las poblaciones locales con la Península Ibérica o interislas", detalla Pandozi. "Es muy interesante porque todavía conserva parte de su arquitectura naval. Hace poco hicimos una intervención y encontramos madera, pero hemos visto que se está empezando a perder por lo que hay que actuar muy rápido".
Otros pecios destacados son uno del siglo XVI, que conserva restos de piezas de artillería naval, de los primeros modelos que se empiezan a utilizar en las guerras en el mar, como las bombardas; otro del XVIII, que podría responder a un enfrentamiento entre piratas berberiscos y corsarios ibicencos a falta de más investigaciones y uno del XIX, descubierto en 2019 de forma casual por un vecino que alertó a las autoridades y del que se han podido extraer diecinueve sables del Ejército de Napoleón. "Todavía están en fase de restauración, pero es el hallazgo de piezas de este tipo más numeroso que se ha hecho en todo el Mediterráneo", apunta Pandozi.
"Lo más importante para nosotros no ha sido solo el plano científico, sino el impacto social. Todo que hacemos debe estar destinado a la protección del patrimonio cultural subacuático y se trata de hacer partícipe a la sociedad balear de un proyecto que está indagando en sus raíces", señala el investigador. El IBEAM ha realizado charlas y tallares en colegios, cursos específicos para alumnos universitarios y en 2019 organizó el primer congreso internacional sobre conservación y restauración de bienes arqueológicos subacuáticos, en el que participaron expertos de los cinco continentes. "Este patrimonio es una especie en peligro de extinción: cada día que pasa se va reduciendo y, cada vez que hay un expolio, una parte de nuestra historia se pierde de manera definitiva", añade.
No obstante, las investigaciones del Instituto no se ciñen exclusivamente al fondo balear —también contribuyeron al hallazgo en la bahía de Palma de un pecio tardorromano con más de doscientas ánforas, alguna de tipología desconocida—. El pasado verano participaron en un proyecto en la isla del Fraile, en Águilas. "Es la primera vez que, desde el inicio, un yacimiento situado en un contexto costero ha contado con la participación de múltiples especialistas y de un equipo de arqueología subacuática y otro terrestre", subraya Pandozi. Su equipo ha podido determinar dónde fondeaban los barcos, la zonas de carga y descarga y vincularlos con la actividad comercial del islote, cuya cronología coincide perfectamente con lo documentado en tierra.
"Se trata de una época especialmente interesante, los siglos V-VI, en la que se registra la expansión del cristianismo por el Mediterráneo. Estamos viendo que la isla del Fraile concentra muy bien este momento histórico que se ha estudiado muy poco dentro del mundo científico y nos está dando unos resultados realmente interesantes y que están pendientes de publicar", aventura Javier Rodríguez Pandozi. Otra historia apasionante de marineros, naufragios y conexiones culturales de las que esconde el Mare Nostrum en su extremo occidental.