Una leyenda, de esas muchas que envuelven y anegan los siglos de la llamada Reconquista, dice que la fortaleza de Alcalá la Vieja fue tomada por los cristianos en 1118 gracias a un milagro. Tras el discurso de Bernardo de Sedirac, arzobispo de Toledo, para alentar a sus caballeros, una cruz brillante emergió en lo alto del paisaje, en el cerro Veracruz, provocando el pánico entre los defensores almorávides. Algunos, incluso, se precipitaron al vacío desde lo más alto de los muros ante la inminente y celestial derrota.
Sin embargo, aquella jornada presenció duros enfrentamientos entre ambos ejércitos por el dominio de la estratégica plaza. Los cristianos lanzaron numerosos proyectiles con sus catapultas y trabucos contra los lienzos de la muralla. El castillo, erigido a mediados del siglo IX como parte de ese sistema de fortificaciones musulmanas para frenar las acometidas enemigas, se capturó finalmente a un alto precio destructivo. Tras los combates se iniciaron los trabajos de reconstrucción, que no serían culminados hasta el siglo XV, de la mano del arzobispo Pedro Tenorio.
Una nueva campaña de excavaciones en la fortaleza, bautizada en época andalusí con el nombre de Qal'at 'Abd al-Salam, ha sacado a la luz un elemento desconocido de esa restauración: la primera torre redonda de época cristiana. La intervención, dirigida por los arqueólogos Miguel Ángel López Marcos y Luis López González y todavía sin terminar, ha dejado a la vista una imponente estructura de más de 13 metros de alto. Aunque en 1838 fue en parte derribada con cargas de pólvora para extraer sillares de piedra, su construcción y el zócalo de base de más de 2 metros de potencia se han documentado completos.
El hallazgo reviste el calificativo de sorprendente porque rompe la tradición rectilínea del propio trazado de la muralla y la de otras torres islámicas o cristianas. Hasta ahora, los baluartes conocidos se caracterizaban por tener una planta cuadrangular o rectangular y no semicircular. ¿Y por qué se hizo así? Los arqueólogos explican que fue una decisión arquitectónica que buscaba la eficiencia defensiva más que una solución de impacto visual:
"Una construcción cuadrada o rectangular de cal y canto en tongadas (fabricado con cal y escombro o ladrillos), no sería posible al dejar esquinas a 90 grados, muy débiles en caso de ataque de catapulta", explica Miguel Ángel López Marcos. "Sin embargo, la solución semicircular no presenta esquinas y deja el paño continuo, mucho más resistente al ataque. Se trata, por tanto, de reciclar el material constructivo y los escombros generados por el asedio para reconstruir una torre con garantías defensivas, aunque sea en detrimento del diseño y urbanismo poliorcético trazado en su primera construcción".
Construcción endeble
Precisamente las deficiencias arquitectónicas de la fortaleza musulmana, para cuya construcción se emplearon sillares de época romana de la antigua ciudad de Complutum, favorecieron al asedio cristiano. La escasa cimentación y las torres bajas y de sección cuadrada facilitaron la efectividad de los ataques con catapultas. La reparación del castillo trató de corregir estos defectos y hacer torreones de mayor altura e incluso de sección redonda para hacerla más compacta y reducir su debilidad en la esquina frente a una hipotética invasión.
"Lo más novedoso de la intervención ha sido la propia excavación de la base de la torre defensiva, que ha dejado a la vista la planta semicircular dibujada por gruesos sillares de granito y caliza que conforman un grueso zócalo de tres hiladas, sobre el que se asienta la propia torre de cal y canto entre verdugados de ladrillo macizo", destaca López Marcos, codirector de unos trabajos que a principios de año ya sacaron a la luz más de cien metros de muralla, dos torreones de época andalusí y el arranque de una gran puerta de acceso a uno de los arrabales.
La ocupación del castillo de Alcalá la Vieja concluyó en el siglo XVI. A partir de ese momento se inció un continuo deterioro de sus estructuras y del expolio de sus materiales. Los fragmentos de cerámica más tardíos que se han hallado en el sitio se han dato precisamente en esta última fase.
La intervención ha estado financiada por la Dirección General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid y ha contado con la colaboración del Ayuntamiento de Alcalá de Henares. El proyecto iniciado hace unos años, tras diversos trabajos de pequeña entidad en la década de 1980, busca recuperar la fortaleza y devolver la dignidad a "un yacimiento maltratado por el tiempo y por el hombre". En esta última campaña también se han adecuado los accesos e itinerarios para que el visitante entre directamente al interior del castillo y se puedan visitar sus dos hectáreas de extensión.