La momia de Amenhotep I, el segundo faraón de la célebre Dinastía XVIII del Antiguo Egipto, lleva 3.000 años sin ser abierta. Es un caso realmente anómalo: el resto de difuntos reales descubiertos en los siglos XIX y XX han sido estudiados en detalle y mostrados al mundo sin la protección de sus refinadas máscaras y sus coloridos ataúdes. Los más suspicaces pensarán que puede haber algún tipo de maldición con el enterramiento de este rey que gobernó aproximadamente entre 1525 y 1504 a.C. Sin embargo, el cuidado proceso de momificación del cuerpo y la presencia de ricos abalorios mortuorios han impedido a los egiptólogos acometer esta empresa por riesgo de pérdida.
Una limitación que acaba de ser superada gracias a las nuevas tecnologías. Un equipo de científicos egipcios ha documentado el aspecto físico de la momia de Amenhotep I con un modelo en 3D usando la técnica de obtención de imágenes de la tomografía computarizada. Es decir, han radiografiado con gran precisión lo que se esconde debajo de las vendas, de las guirnaldas de flores y de una exquisita y realista máscara con incrustaciones de piedras de colores.
Los investigadores han podido determinar que el faraón tenía alrededor de 35 años en el momento de su muerte y medía en torno a un 1,69 metros de altura. En cuanto a sus peculiaridades físicas, presentaba, como su padre, Ahmose I, un mentón estrecho, una nariz pequeña, el cabello rizado y unos buenos dientes, con desgaste mínimo y con los superiores ligeramente protuberantes. Además, en algún momento de su vida fue circuncidado. Lo que seguirá siendo un misterio, al menos por ahora, es el porqué del fallecimiento.
"No hemos podido identificar ninguna herida o deformación provocada por una enfermedad para justificar la causa de la muerte, excepto numerosas mutilaciones post mortem, presumiblemente realizadas por los ladrones de tumbas después de su primer entierro. Las vísceras habían sido extirpadas por los primeros momificadores, pero no su cerebro o su corazón", explica Sahar Saleem, profesor de radiología en la Facultad de Medicina de la Universidad de El Cairo e investigador el Egyptian Mummy Project, dirigido por el célebre egiptólogo Zahi Hawass. Ambos son los firmantes del artículo publicado en la revista Frontiers in Medicine.
Dos entierros
Amenhotep I, cuya momia se encontró en 1881 en una necrópolis real en la montaña de Deir el-Bahari, en Luxor, fue momificado a mediados del siglo XVI a.C. En algún momento indeterminado, los ladrones entraron en su tumba y la saquearon. En el siglo XI a.C., durante la Dinastía XXI, los sacerdotes egipcios se dedicaron a restaurar los cadáveres de los faraones que habían sido víctimas de esta extendida práctica. Una serie de jeroglíficos documentan las tareas de estos religiosos. La última vez que Amenhotep I se quitó la máscara fue hace unos 3.000 años.
Saleem y Hawass habían especulado con anterioridad que las supuestas intenciones de los restauradores consistían en reutilizar los objetos funerarios de los faraones en nuevas tumbas y enterramientos reales. Sin embargo, la nueva investigación les ha empujado a una conclusión diferente: "Al menos para el caso de Amenhotep I, demostramos que los sacerdotes de la Dinastía XXI repararon con amor las heridas provocadas por los ladrones de tumbas, devolvieron a la momia su antigua gloria y conservaron las magníficas joyas y amuletos en su lugar". De hecho, debajo del vendaje, escondía treinta amuletos y un cinturón dorado único. También han visto que es la primera momia del Imperio Nuevo que presenta el brazo cruzado sobre el pecho o que tiene una banda de lino tratada con resina para fijar la cabeza al cuerpo.
Amenhotep I fue uno de los grandes gobernantes de la civilización del Nilo. Hijo de Ahmose I, quien culminó la expulsión de los hicsos y se convirtió en el fundador de la Dinastía XVIII, tuvo un largo y próspero reinado en el que impulsó la construcción de edificios religiosos y lideró numerosas campañas militares a Libia o el norte de Sudán. Su figura fue objeto de un culto muy popular tras su muerte, como la de su madre, Ahmose-Nefertari, convertidos en dioses.
"El hecho de que la momia de Amenhotep I no haya sido abierta en época moderna nos da una gran oportunidad no solo para estudiar cómo el faraón había sido momificado y sepultado originalmente, sino también para ver cómo fue tratado y enterrado de nuevo, siglos después de su muerte, por el sumo sacerdote de Amón", resume el radiólogo Sahar Saleem sobre la importancia de la investigación. "Al desenvolver digitalmente la momia y 'despegar' sus capas virtuales —la máscara, los vendajes y la momia en sí misma— hemos podido estudiar a este faraón, en gran estado de conservación, con un detalle sin precedentes".
La de Amenhotep I fue una de las 22 momias reales trasladadas el pasado abril en un fastuoso desfile por las calles de El Cairo al monumental Museo Nacional de la Civilización Egipcia. Su máscara, de hecho, se articuló en la imagen de un evento que centró la antención de todo el mundo. La investigación de sus restos se enmarca en un proyecto que el Ministerio de Turismo y Antigüedades lanzó en 2005 para estudiar a los gobernantes del Imperio Nuevo. Algunos de los hallazgos más significativos han sido la identificación del cuerpo la faraona Hatshepsut o las patologías que sufría Tutankamón y que provocaron su muerte.