El Jurado del Premio Cervantes ha señalado al escritor de poesía y teatro y ensayista Fernando del Paso (México, 1935) como digno heredero de la estirpe de autores innovadores, fieles seguidores de la obra del autor de Don Quijote de La Mancha. Inés Fernández Ordóñez, miembro de la RAE y portavoz del Jurado que filtró el nombre del ganador media hora antes del anuncio, ha destacado la importancia que ha tenido en la concesión el hecho de que en 2016 se cumplan cuatro siglos del nacimiento de Cervantes: “Asume riesgos y es valiente como lo fue Cervantes hace 400 años”. El acta aclara que “sus novelas llenas de riesgos recrean episodios fundamentales de la historia de Méjico haciéndolos fundamentales”. ¿Por qué es tan moderno?
Nuevos ángulos, nuevos temas
Como Victor Hugo, Tolstoi, Joyce, Dos Passos o Perec, Fernando del Paso se pregunta si este mundo tiene interés como para reproducirlo o reinventarlo. El empeño del novelista no parece que sea tanto contar una historia como trazar un gran mural hiperrealista, en el que no escatima las referencias a las marcas comerciales. Vanguardista en la renovación de los géneros clásicos hasta hacerlos desaparecer, el interés novelístico del nuevo Cervantes se centra en el relato de una percepción distinta de la realidad y de la Historia, como el desenfrenado erotismo entre primos de Noticias del imperio(1987), la novela en la que trata la intervención francesa en México. Los personajes anónimos y célebres, la ficción y la historia se mezclan hasta ser indistingible.
Escribir no es describir
Heredero de la corriente central del realismo norteamericano, hiperrealista microscópico, Del Paso logra que la novedad no resida únicamente en lo prolijo de los colores -tiene un prodigioso dominio verbal al punto barroco-, sino en el buen oído para armar las voces que amarran el texto y en los ángulos de la percepción del detalle. El autor de Palinuro de México (1976) -que recibirá 125.000 euros por el galardón- destaca por su lenguaje directo, fraseo rápido y prosa cáustica. Con 29 años publicó José Trigo (1966) y recibió el apoyo de Juan Rulfo y Álvaro Mutis, a pesar de las críticas que se burlaron del experimento Del Paso.
Resucitar la palabra
Carmen Álvarez, en su libro La voz poética de Fernando del Paso, explica que “el enorme corpus de palabras que se encuentra en José Trigo no es una exhibición gratuita de erudición y es más que un simple experimento del lenguaje”. Para la investigadora, Fernando del Paso pretende dotar de nueva vida a las palabras viejas, rescatar significados en desuso y mezclarlos con neologismos o palabras del habla popular. “Resucitar, en fin, las palabras muertas”. Y dotar de vitalidad el vocabulario en desuso y devolverlo a la vida con convenciones de la lengua oral.
La experiencia, el experimento
Para entrar en el universo de Fernando del Paso hay que hacerlo con paciencia, como se merecen los eslabones decisivos que provocan un cambio radical en los paradigmas literarios. Su incontinencia verbal ha sido definida por algunos como “realismo loco”, y a pesar de todo con Noticias del imperio se unió a la tradición mexicana que ha buscado la narración poética para interpretar la Historia y que lo vincula a otras como Materia dispuesta, de Juan Villoro, El laberinto de la soledad, de Octavio Paz, El desfile del amor, de Sergio Pitol, o La noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska. A diferencia, por ejemplo, de esta última, Del Paso ha vivido lejos de su país (Iowa, Londres y París) y de sus acontecimientos históricos, al margen de la experiencia histórica mexicana.
El descolonializador
Fernando del Paso, paradójicamente, respeta hasta el último de los convencionalismos del género sin dejar de ironizar sobre ellos y dibujar la vieja Europa (de nuevo Noticias del imperio) como un reino mágico y encantado. Por primera vez los seres exóticos no eran los latinoamericanos, sino los viejos europeos. Del Paso rompe con la admiración por el progreso, invierte los papeles y la literatura se emancipa definitivamente de los colonizadores. El autor premiado no busca en la violencia ni en el indigenismo la identidad propia, sino en las ideas ilustradas representadas, por ejemplo, por Benito Juárez. Del Paso acaba definitivamente con el “indio espiritual”, sin perder de vista la autocrítica: “Mientras más distinguido y culto es un mexicano, menos mexicano es”. Porque “lo que les interesa es vivir como europeos”.