Son las 8 de la mañana en el bar que se esconde bajo la estación de London Fields, al Noreste de Londres, y el escritor Iain Sinclair, sin haber probado el primer café, arranca con fuerza la conversación. Se nota que tiene prisa, hay mucho trabajo por hacer aún. “El discurso sobre la cultura y las artes de Jeremy Corbyn es una basura”. Si en el pasado ha sido editor, poeta de vanguardia, novelista ganador de los prestigiosos premios James Tait Black Memorial y Encore (por la misma novela, Downriver, de 1991 y aún no traducida al castellano), presentador, director de cine e, incluso, artista performance, su papel actual en la cultura contemporánea es el de portavoz de un nuevo situacionismo. O cómo la Ciudad de ciudades –Londres– es el campo de batalla contra el simulacro de sociedad.
Se trata de devolver nociones como opresores y oprimidos al debate público; de que democracia no sea lo mismo que mercado. Así que, sí, Iain, a sus 72 años, tiene prisa y razón: aún queda trabajo por hacer. “Real work” (trabajo de verdad), insiste.
Recortes en las artes
El café que nos ocupa, una media hora de no-real work, es una invitación para hablar del discurso sobre las artes y la cultura de Jeremy Corbyn, vecino en el Este de la ciudad (“nunca nos hemos conocido en persona”), héroe de la izquierda europea y nuevo líder del Partido Laborista, tradicionalmente más interesado en lo cristiano que en el marxismo, lo cual suena bastante revolucionario. “Bueno, he visto a muchos marxistas trabajando en política y no están muy involucrados en las artes, lo que hacen es bastante banal, no están interesados en lo subversivo. Las ideas de Corbyn son razonables, pero no es interesante o excitante”, replica Iain.
Corbyn, único candidato con un programa específico sobre las artes (“eso tampoco es significativo. El resto no considera la cultura como algo importante en general, ni para ganar o perder elecciones en particular”), ha hecho resurgir cierta esperanza en el artisteo underground de una de las industrias culturales más potentes del mundo: supone el 0,4% del PIB total de la economía británica y un 5,8% de los puestos de trabajo. Una industria que en los últimos tiempos ha sufrido duros recortes (82 millones de libras en los últimos cinco años, según afirma el Partido de Corbyn) e incómodos intentos de privatización (trabajadores de la National Gallery han estado más de 100 días de huelga entre agosto y septiembre por una de estas medidas).
"Las artes y las industrias creativas son la columna vertebral de gran parte de nuestro patrimonio cultural, y me temo que con este Gobierno otros cinco años más ese patrimono está amenazado”, decía en septiembre Corbyn, quien escribe poesía, disfruta pintando arte abstracto y promueve un arte para todos, “porque hay un poeta, un novelista y un pintor en cada persona”.
Pacifista
“¿De verdad todo eso no te parece una patraña, además de una obviedad?”. El ruido de la cafetera y de los trenes se desboca cada medio minuto, provocando que la voz de Iain Sinclair –quien, por cierto, comparte con Corbyn una ahondada fe pacifista y antimilitar–, construya en cada compás una melodía in crescendo. Parece un enfado pero sólo es alguien con las ideas claras y poco tiempo. Contundente.
Autor de influyentes ensayos y libros (no ha sido hasta este 2015 cuando por fin ha sido traducido al castellano, gracias a la editorial Alpha Decay con la antología La ciudad de las desapariciones), conoce a fondo ese patrimonio porque ha contribuido y contribuye a él… no sin dificultades, cuenta: “Estuve en Canterbury estos días, como profesor invitado. Tuve que presentar mi pasaporte antes de la conferencia para demostrar que yo era quien era. Y para justificar el cobro de esto, he tenido que rellenar 15 hojas. Divulgar se ha convertido en una tarea muy laboriosa. Hubo una vez en que todo eso que promete Corbyn era cierto y real. Ahora, lo que dice de un arte para todos no tiene sentido porque para estudiar y ser artista se necesitan libros y las familias no tienen dinero para comprarlos. Mi esposa es profesora desde los años 60 y los políticos no han dejado de recortar de la educación, mientras que algunos artistas no dejan de hacerse grandes”, reflexiona.
Muy lejos quedan esos días en los que dedicar tiempo a escribir o a ser artista era posible, porque la vida era barata
Que las artes crean democracia a nivel local está en la base de la obra de Sinclair, durante años focalizada en esta zona de Londres donde nos encontramos, que se ha visto afectada por la gentrificacion y la especulación como pocas. “Muy lejos quedan esos días en los que dedicar tiempo a escribir o a ser artista era posible, porque la vida era barata”, dice. “Comprar una casa en Hackney o Clapton (distritos del Noreste de Londres) te salía por entre dos y tres mil libras. Ahora cuesta un millón. La gente joven en lo único en lo que puede pensar es en cómo pagar el alquiler al mes. Y cuando eres joven tienes que poder pensar en otras cosas”.
Tras ciertas idas y venidas sobre la asociación de arte y entretenimiento que se promueve desde los museos y grandes centros y el tufo a filantropía neoliberal (“es preocupante que la mayoría de las exposiciones estén patrocinadas por grandes corporaciones, porque sólo apoyan un tipo de arte conservador”), Sinclair explica que sí, que en contra de lo que se piensa en algunos círculos se puede ser artista y de derechas. “Si te refieres a políticamente, algunos de los escritores y artistas más importantes internacionalmente de la época moderna en Gran Bretaña, como Wyndham Lewis, T. S. Eliot o Yeats lo eran. Otra cosa es ser conservadores en cuanto a lo que haces, a tu arte. Eso no es posible porque en la esencia del artista está el ser abierto, salvaje. No hay conexión entre los dos mundos”, resuelve, justo antes de salir pitando.
En el periódico que se queda en la mesa, el dúo de super-artistas Gilbert & George –por cierto, también vecinos en el Este– habla de su nueva exposición en la White Cube y de cómo su taller está presidido por un gran poster de David Cameron. “Apuesto lo que quieras a que no encuentras un poster de Cameron en el estudio de ningún otro artista”, dice George, provocando al periodista de The Guardian. En el de Iain Sinclair ya sabemos que no. Pero tampoco encontraremos, sorprendentemente, uno de Corbyn.