Agradecidos y fantasmas. Unos salvan su vida, otros vagan entre las del resto. Todos desahuciados. Todos hemos sido desahuciados. Todos somos los protagonistas de la novela gráfica de Isaac Rosa y Cristina Bueno, titulada Aquí vivió. Historia de un desahucio (Nube de tinta, PRHM). “Lo importante es saber que no estamos solas y que no somos culpables de lo que nos pasa y que no nos vamos a quedar en la calle si luchamos todas juntas”. Es la viñeta de una asamblea de la PAH. Todas las personas forman una piña para reconocer un problema común.
Isaac Rosa ha pasado por las asambleas de la PAH para trazar el guion de un cómic que podría considerarse de urgencia social, como meses antes lo fueron Barcelona. Los vagabundos de la chatarra (Norma), de Jorge Carrión y Sagar Fornies, y El mundo a tus pies (Astiberri), de Nadar. “Queríamos huir de lo previsible, como el relato dramático vinculado a un dibujo muy oscuro”, cuenta Isaac Rosa a este periódico. Lo evitaron gracias al estilo de Cristina Bueno, sencillo, limpio y claro, en el que apenas construye el relato con dos colores. “Al lector le puede parecer amable, pero poco a poco entra en la crudeza de la historia”.
En las asambleas, recuerda el autor, la gente se harta a llorar, pero también de reír. “Y a la salida te tomas unas cañas con alguien al que acaban de echar de su casa. No me interesaba centrarme tanto en los desahucios como en la lucha contra ellos”, añade. Reconoce Isaac Rosa el componente terapéutico de las asambleas, “para recomponerse como persona”. Recomienda pasarse por una de ellas, porque son la mejor prueba de la lucha colectiva. “Hay que aprender mucho en ellas. Es una experiencia que sirve para otras luchas… si el modelo PAH lo hubiésemos aplicado al mundo del trabajo nos habría ido mucho mejor”.
Comunidad y memoria
El cómic es un ejercicio constante por aniquilar al tópico y al melodrama. Ni todos los afectados son los mismos, ni son diferentes a nosotros. Aquí vivió es el retrato de una sociedad soberana, que se agrupa para defenderse y defiende el mandato democrático del pueblo frente a los abusos. “Antes de conocerles no me atrevía ni a entrar en la sucursal, me moría de miedo”, reconoce uno de los personajes extraídos de la realidad que Isaac Rosa acumuló en sus cuadernos.
Desde el título mismo, la obra plantea una reivindicación de la memoria para las víctimas de los desahucios. Parece que la sensibilidad ha vuelto a caer bajo mínimos, que la Policía echando a la gente de sus casas no afecta como ocurría hace meses. Parece que todo corre demasiado y que olvidamos pronto, que ocurrirá lo mismo con los refugiados sirios, perdidos en tierra de nadie. La vergüenza no tiene memoria.
Para no hacer de las víctimas unos fantasmas, la receta es sencilla: no olvidar. “Pero en este país somos muy poco de recordar”, cuenta Rosa. “En España faltan placas en las calles que recuerden héroes, personajes civiles, luchadores por las libertades. En Europa están muy presentes. Por eso este libro le debe tanto a los movimientos ciudadanos de la memoria de las víctimas del franquismo. Porque ellos han sido la inspiración, se han dedicado a recordar con sus propios medios, a levantar una fosa y dejar un monolito en el lugar. ¿Por qué no recordar a las familias desahuciadas en los edificios donde fueron expulsadas?”, se pregunta. “Colocar una placa no es tan difícil”.
Las casas son nuestros libros de historia, nuestras historias y huellas. Somos donde vivimos. ¿Por qué borrarnos, por qué desaparecer? De alguna manera, este libro es eso: un recuerdo en viñetas de la reacción contra la desolación. “El cómic tiene una ventaja respecto a otras narrativas porque provoca otras conexiones con el lector”, incluso cuando el dibujo es menos realista, como es el caso de la intervención de Cristina Bueno. “No es un realismo lineal. No añade dramatismo a una historia ya muy dramática”, cuenta la autora.
¿Ha despertado el cómic de la somnolencia autobiográfica? “No lo creo, el cómic puede presumir, junto al teatro, de haber sido una de las disciplinas que más han mirado al entorno social. Mucho más que la novela o el cine”, asegura Isaac Rosa. Otra cosa es la “novela gráfica”. “Quizá ésta busca un relato más maduro para un público adulto que se basa en las referencias personales. Pero los autores viven en el mundo y no lo pueden evitar. No se pueden cerrar en sus cuartos y olvidarse de lo que pasa ahí afuera”. Salgan y pregunten.