Entre las enmiendas que se desataron hace cinco años, el lenguaje ha sido uno de los campos que más vibraron con las intervenciones de la ciudadanía que, indignada, reclamó resetear el proyecto España. Las fisuras que se abrieron en todos los frentes, resquebrajaron también las paredes de las fortalezas académicas y obligaron a sus guardianes a salir a la calle a defender la norma que desde hace tres siglos tratan de conservar como oro en paño. En 2012, la RAE encargó al catedrático Ignacio Bosque el informe Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer, en el que se concluyó que las recomendaciones feministas que empezaban a erigirse en las plazas contravenían a las normas de la Academia y a varias gramáticas.
Estas disputas sobre cuestiones lingüísticas no son sólo sobre cuestiones lingüísticas: lo lingüístico no existe al margen de lo social y lo político
“Al pensar el lenguaje como política salimos de la zona de confort. Por eso nos suena tan mal el uso del femenino para referirnos al conjunto de la sociedad. Nos suena mal porque la norma que tenemos es sexista”, explica el sociolingüista José del Valle, profesor en el centro de estudios de posgrado de la Universidad Pública de Nueva York. Está de paso en Madrid para presentar el ensayo Historia política del español. La creación de una lengua, obra coral con la que la editorial Aluvión inicia su trayectoria.
Romper con la neutralidad del género y priorizar el femenino es uno de los acontecimientos políticos más sustanciales a los que se ha tenido que enfrentar el relato canónico de nuestro idioma, para el que también se reclama una regeneración. “Estas disputas sobre cuestiones lingüísticas no son sólo sobre cuestiones lingüísticas: lo lingüístico no existe al margen de lo social y lo político. Es el campo de batalla en el que se libran otras pulsiones hegemónicas”, asegura para aclarar que el uso de la huella femenina ha hecho visible la batalla política con la que se construyen las normas. Que los usos no aparecen porque sí, que los diccionarios no nacen sin intenciones ni intereses.
Del Valle reclama una educación que muestre los procesos de construcción política del lenguaje, y entender de esta manera que en la relación entre significante y significado “se perpetran exclusiones”. El caso más llamativo es el de “trapacero”, en el diccionario de la RAE. Si aprendemos la serie de las categorías gramaticales, la conjugación de los verbos irregulares, la ortografía, las cláusulas subordinadas, adjetivales, adverbiales y nominales, “¿por qué no pensamos que es importante que la ciudadanía sepa cómo las normas lingüísticas se constituyen socialmente”.
Una lengua muerta
Quizá por ello echa en falta una reivindicación de clase ante el acceso al lenguaje como recurso para ejercer como ciudadano de pleno derecho. Pero se da por hecho que toda la ciudadanía tiene el mismo conocimiento de la norma y acceso a ella. Y, pese a todo, ha visto cómo desde el 15M se potenciaron espacios de toma de consciencia de la importancia de las palabras. Por ejemplo, el grupo Euraca, un seminario de investigación en lenguas y lenguajes creado hace cuatro años.
La filóloga Paula Pérez-Rodríguez forma parte de este grupo y define como “lengua muerta” el estado en el que la norma actual mantiene a nuestro léxico. “Debemos ser conscientes de que los elementos lingüísticos se definen a partir de la manipulación”. Y propone dar rienda suelta al “asilvestramiento de lenguas y bocas” para romper con la autoridad lingüística y “asumir las opacidades del idioma”. En sus palabras, hay que asumir la inestabilidad del lenguaje, es decir, acabar con la cultura al servicio de unos pocos que hacen del lenguaje algo puro e intocable. “Desde Euraka pensamos que el lenguaje no puede ser planificado en la homogeneidad”.
Simplemente proponemos un modelo de reflexión que haga entender el proceso político del lenguaje
El objetivo de esta Historia política del español no es otro que descubrir las operaciones ideológicas que han dado forma a nuestra lengua, empezando por el gran relato de unidad de la nación a partir del idioma creado por Ramón Menéndez Pidal. “Los autores de este libro queremos impugnarlo. No deseamos la construcción de otro relato, ni tan cerrado como el actual. Simplemente proponemos un modelo de reflexión que haga entender el proceso político del lenguaje”, explica a este EL ESPAÑOL, minutos antes de participar en una charla sobre política lingüística en La Morada, centro cultural de Podemos.
En 1925, Menéndez Pidal publica Orígenes del español, en el que cuenta la heroica historia del idioma, que nace de una aldea de Castilla. “Fue una operación ideológica, cuya misión era civilizadora”, resume el experto. Sin embargo, Del Valle cuenta que a los propios herederos del Menéndez Pidal no les ha quedado más remedio que reformular ese relato: “Ya no se afirma que el origen de la lengua española sea el dialecto de Castilla, sino un complejo de dialectos que entran en contacto y se constituyen y permiten la comunicación intergrupal”.
Los académicos son los grandes defensores de ese relato. No persiguen la creación de una ciudadanía crítica
Otro elemento de crisis en ese relato rígido es la aparición de la construcción de los relatos del gallego, el euskera y el catalán. “Son alternativos a la historia de la lingüística de la Península Ibérica”, explica el lingüística para señalar que hay que tenerlos en cuenta en el cuestionamiento del dogma. También lo cuestionaron desde finales del XIX las academias de América Latina y en la última edición del Diccionario ha quedado reflejado.
Síntomas de impureza en el relato de la lengua. Ahora mismo las alarmas suenan en la sede de la RAE. “Los académicos son los grandes defensores de ese relato. No persiguen la creación de una ciudadanía crítica. De hecho, el modelo académico es un modelo que trata de eludir cualquier tipo de discrepancia y discusión”, añade. No temamos a la lengua que se mantiene en una vibración permanente, porque la variación y la mezcla es inherente al lenguaje. “El cambio es inevitable”. Del Valle muestra cómo la potestad y la autoridad de la Academia se ha resquebrajado en la batalla cultural que empezó hace cinco años contra el consenso lingüístico.
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