Que Rajoy no es un dechado de elocuencia es algo que no hace falta recalcar. La definición de "comunicación" que nos proporciona la RAE ("Transmisión de señales mediante un código común al emisor y al receptor") carece de sentido con el presidente en funciones. Con Mariano a los mandos de la nave, a ver quién es el receptor capaz de reconocer un signo común. Dicho esto, el nuevo vídeo promocional del PP vuelve a proporcionar carne fresca contra la capacidad gramatical de Mariano.
Esta vez, el presidente aparece ejerciendo labores durante su periplo por Andalucía. Le podemos ver, entre otros quehaceres, saludando a los trabajadores de una fábrica con su chaqueta negra -digna de un personaje de Edgar Allan Poe- o diseccionando un atún a dos metros de distancia. Todo ello bajo una melodía festiva que anima a pensar en que un mundo feliz es posible bajo su mandato (absténganse de pensar mal los fans de Aldous Huxley).
Pero el problema llega cuando Mariano se decide a entonar un discurso dedicado a la familia. Decía Aristóteles que la comunicación quiere provocar un estímulo para así encontrar una conducta deseada en el receptor. Si esto dependiera del presidente en funciones, los receptores de su mensaje vivirían sin estímulo alguno, cuerpos inertes mirando al horizonte a través de una pantalla de plasma.
Mariano se esfuerza en ser dicharachero, con voluntad de improvisación, y ocurre lo de siempre: un nuevo capítulo en la antología del dislate lingüístico. Una rajoyesca. En este vídeo tropieza con un plural mayestático ("Estoy con lo que más queremos, con lo que estamos a gusto... con aquello por lo que peleamos…"), que ríase usted de los monarcas del siglo XII. Al terminar el mensaje -subtitulado por si se lo perdió-, nadie sabe muy bien qué ha dicho y, lo que es peor, a nadie le importa dejar de saberlo. Una vez más, la improvisación le ha traicionado.
Es el "estilo Rajoy": con su argumento plagado de bandazos, su expresividad nula y su rechazo a la hora de empatizar con el receptor. Pero no ha sido éste el único patinazo comunicativo. Algunos de los más célebres:
Un arranque estelar
Elecciones del 20-D. Los ciudadanos todavía soñábamos, ilusos, con tener la campaña tranquila y sosegada que más tarde no tuvimos. Y el arranque corrió a cargo de Mariano. Se había paseado por algunas zonas de Castilla de tablero de dominó en tablero de dominó. Con su sobriedad habitual, se había alejado de los focos que buscaban los demás candidatos, llegando al final del trayecto, la localidad zamorana de Benavente, sin problemas. Entonces, en un alarde de espontaneidad que, por supuesto, no le correspondía, decidió subirse a uno de los bancos que salpicaban el parque donde se había desarrollado el acto para continuar, desde allí, el mitin. Las masas, enfervorizadas, ya aclamaban al presidente cuando, de pronto, ocurrió:
"Es el vecino el que elige el alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde".
Muchos lingüistas han intentado buscarle sentido al enunciado sin éxito. El mensaje quedó grabado a fuego en la historia de una campaña que, por mucho que lo intentemos, ya nunca podremos olvidar.
El problema catalán
De nuevo se cruza el vídeo promocional en el camino comunicativo de Rajoy. Esta vez, el discurso va dirigido a los catalanes, aunque vuelve a faltar aquello que definíamos como "código común". Lo que para Rajoy es estimulante, deja de serlo para el resto de hispanohablantes. Partiendo de esa base, el vídeo transcurre con varios mensajes de concordia dirigidos al oyente afincado en Cataluña.
Cuando le llega el turno a Rajoy, todo parece ir bien al exponer aquello que aprecia de sus habitantes: "Me gustan sus gentes, su carácter abierto, su laboriosidad, son emprendedores...". Con el oyente acariciando el clímax, todos esperan la palabra justa, el argumento definitivo que acabe de convencerlo. Entonces ocurre:
"Me gustan sus gentes porque... hacen cosas".
Había vuelto a ocurrir. Del clímax hemos pasado a un triste estrambote que a nadie interesa. El lenguaje intrascendente de Rajoy le hace perder una nueva oportunidad.
Nacionalidades y europeísmos
Pero el problema catalán no se acaba en una simple declaración unilateral de amor. Los mensajes que Rajoy recibe desde la otra estación del puente aéreo sí cumplen con su cometido: comunican y además de manera meridiana. Por eso, al cuestionar Carlos Alsina la pérdida de nacionalidad española durante un hipotético proceso independentista, el presidente respondió con evasivas: "¿Y la europea?".
En ese momento ya todos sabíamos que Rajoy había cruzado el punto de no retorno. Una rápida respuesta por parte del entrevistador y el lenguaje no verbal hicieron el resto. Días después, Oriol Mas quiso hacer leña del árbol caído y volvió a preguntarle por la susodicha nacionalidad. Mariano lo cerró con un simple:
"Un vaso es un vaso y un plato es un plato".
Con este postulado digno de Platón, el presidente cerró su periplo catalán dejando para el recuerdo un alarde de comunicación sin precedentes.
La cuestión industrial
Aquí sí que nos encontramos con el escenario idóneo para Rajoy. Al calor del Día Internacional de la Mujer, la plataforma Libertad Digital decide convocar una charla con mujeres emprendedoras. Es en este ambiente donde podemos ver al Mariano más distendido, gesticulando y sin echar en falta guion alguno, cómodo ante la temática industrial que se le ha planteado. Pero no siempre la distensión es amiga de la elocuencia y, cuando ya parecía que aquella era la salsa del presidente, volvió a ocurrir:
"Hay que fabricar máquinas para fabricar máquinas, lo que no hace la máquina es fabricar máquinas".
Muchos economistas han tratado de comprender este modelo industrial propuesto por el presidente, pero ya sabemos que hay argumentos que sólo Rajoy puede descifrar.
El parlamentarismo ha muerto
Sin embargo, el hábitat preferido por Rajoy a la hora de mover su cada vez menos afilada lengua siempre fue el Congreso. Hubo un tiempo en el que allí se concentraban los espíritus de los viejos parlamentarios decimonónicos, y los Felipes y los Aznares resucitaban las voces de los Cánovas y los Sagastas. En este clima creció nuestro protagonista, y en él siempre fue visto como un gran orador.
Sin embargo, de ese mismo tiempo a esta parte esa efervescencia parlamentaria se ha ido perdiendo (quizás, dicho sea de paso, contagiada por el escaso nivel mostrado por la nueva política). En una de sus últimas apariciones, concretamente durante el debate de investidura, lo dejó claro con el siguiente lapsus:
"Lo que nosotros hemos hecho es engañar a la gente".
A esas alturas del debate, Cánovas y Sagasta ya se habían retirado. Es el peaje que has de pagar por pertenecer a la nueva política. Sin comunicación, en todas sus formas, no hay voto.