Agustín García Calvo (Zamora, 1926-2012) llevó, hasta su muerte, un bigote loco que le cruzaba los mofletes hasta engancharse al final de las patillas, dándole aspecto de bandolero sabio, de híbrido radiante entre el hippie de césped y el poeta decimonónico. Vestía chalecos de colores, pañuelos largos, sellos en los dedos. Hablaba con las manos y escribía con el pulmón: "Libre te quiero / como arroyo que brinca / de peña en peña. / Pero no mía". Gramático, dramaturgo, traductor. Pensador, ensayista, poeta. Fue catedrático de Latín hasta que el régimen franquista lo destituyó por su apoyo a la rebelión estudiantil madrileña de febrero de 1965: la dictadura la vivió lejos, en Francia.
Allí iban a verle algunos jóvenes fugitivos de la policía y las cárceles, algunos chavales perdidos que habían tomado parte en las protestas de los ácratas de Madrid: los que, en 1970, se darían a conocer como la Comuna Antinacionalista Zamorana: querían hacer desaparecer el Estado Español, pero no a costa de hacer de Zamora una isla. Sencillamente, no querían Estados. Ninguno. Su plan era reunirse en tabernas parisinas alrededor de García-Calvo y liarse a debate incendiado.
Hasta las vidas de la gente se han convertido en algo equivalente e intercambiable entre sí. Hemos dejado de entender el amor: nos conformamos con la mercancía erótica
Comunicado urgente contra el despilfarro se publicó originalmente en 1972, en el exilio parisino y de forma casi confidencial. Hace más de 30 años que se agotó la última edición, que ahora recupera Pepitas de Calabaza. El género de esta obra -hoy extinto- es el panfleto revolucionario: aquí denuncian las nuevas formas de miseria del llamado "estado de bienestar", y dirigen su queja no al "consumo", sino al "despilfarro", entendido como gasto y eliminación de las cosas sin ningún provecho ni disfrute.
La reducción de todas las cosas a dinero, decían, ha convertido el mundo en un interminable vertedero. Hasta las vidas de la gente se han vuelto algo equivalente e intercambiable entre sí. Hemos dejado de entender el amor: nos conformamos con la mercancía erótica. Amamos igual que consumimos: con voracidad, sin respeto. Con excedentes. El dinero, en realidad, nos convierte en "mierda" -llegan a decir. Aquí, una selección de los puntos claves de la Comuna: un decálogo sobre el despilfarro que arrastramos desde Franco.
1. Uno no es lo que produce
"De lo que se trata es de la más elemental de las necesidades que el Orden padece y nos hace padecer a todos: la de producir", señala el texto. Explica la Comuna que una de las caras de la producción es la de la relación del productor con el producto -la obvia. Pero que hay una más profunda: el hecho de que es el producto el que hace al productor ser lo que es. Es decir, es importante que el obrero siga produciendo automóviles, claro, pero es aún más importante que el automóvil defina como obrero al obrero, igual que las enseñanzas definen al profesor como profesor. Ser cualquier cosa -dormir bajo el puente o gritar "Poder para el pueblo"-, entonces y ahora, se convierte en un producto valuable en el Mercado.
2. No hay nada "necesario"
La Comuna deja claro que la diferencia entre "consumo" y "despilfarro" no consiste en que por el primero entendamos "consumo de los bienes necesarios para uno" y por "despilfarro" algo como "consumo de los bienes innecesarios". No. Lo que los jóvenes zamoranos quieren decir es que el concepto de "necesidad" ya no existe, se ha difuminado totalmente. "El Comercio ha demostrado con los hechos hasta qué punto las necesidades de los clientes son una cuantía que, como la tripa de Jorge, se estira y se encoge a voluntad -es un decir- de los productores". Se han perdido las necesidades naturales y primarias. "Se necesita lo que el Dinero quiere que se necesite", concluyen.
3. La basura crea súbditos
"Tirar a la basura todo, lo más rápido posible, es la orden más imperiosa que actualmente recibimos, y contribuir al montón de las inmundicias es la contribución esencial de los súbditos del Mundo", escribe la Comuna. Ahí la identidad de la que hablaba Freud entre la mierda y el dinero.
4. Cosificación de las personas
"Los hombres aprenden sus relaciones personales en sus relaciones con las cosas", estipula el texto, haciendo un guiño a la visión de Marx. El despilfarro económico es también el despilfarro humano, ya se presente en "las matanzas de Indochina, la masificación creciente de los ciudadanos, la progresiva cosificación de las personas en relaciones amorosas, etc". "El obrero capitalista viene a ocupar la función de la cosa: es un Hombre, en realidad, Dinero, definitivamente personificado".
5. Despilfarro sexual (y mercancías eróticas)
Este es, quizá, el punto que mejor condensa la filosofía de la Comuna Antinacionalista Zamorana: explican que "la relativa facilidad y frecuencia de los tratos amorosos no trae consigo aquella situación gozosa, ni de hambre ni de saciedad, aquella llenura (...)". Tampoco "la enorme profusión de productos eróticos que hoy el Mercado pone al alcance de casi todos" llega a saciar al ciudadano. Da igual que las mujeres sean de goma, de papel, de celuloide o de carne y hueso, como ellos mismos indican -y critican-: ¡van a agotarse, van a cansar al consumidor, al amante!
No soportan -ninguno de los productos, ni de las personas- la costumbre: el conocimiento hasta los huesos, el enamoramiento, la conservación, la simpatía y el cariño [todo cosas que requieren tiempo]. También el proceso erótico es un proceso económico: una producción, un consumo, un excedente constante. Una insatisfacción vital.
6. Lo contrario de la guerra no es "esta" paz
García-Calvo no pone sólo el acento en el interés económico de las guerras (y en su consecuente despilfarro de bienes y seres humanos), sino en lo peligroso del concepto de "paz". Indica que el Orden nos recuerda constantemente que la guerra existe para que "a esto que tenemos" le llamemos paz. Y nos abracemos a ella.
7. "Producir" niños realiza a la mujer
Dice el texto que el Estado, para transmitir su orden de despilfarro de personas, "utiliza como especial aparato receptor el corazoncito y la voluntad de las personas mismas". Es decir: aquí está la Ley que se manifiesta como Voluntad individual. "Es cada mujer (o cada pareja) la que, pese a la evidencia de que lo único que puede ya parir son fetos para alimentar las mandíbulas de Moloch, sigue sintiendo un ansia viva y ternísima de maternidad y sintiendo la necesidad de tener un hijo para 'realizarse' ella misma, para dar un sentido y un fin a su propia vida".
8. Morir en la guerra realiza al hombre
Señala la Comuna Antinacionalista Zamorana lo que el Estado ha conseguido imprimiendo en el ciudadano obligaciones como el DNI, la colocación laboral o de domicilio: un ansia de almacenaje, un no sé qué de engranaje. Igual con el ir a la guerra, que ha recobrado el puro sentido de la "realización de uno mismo". Y si se muere, mejor, porque muere sirviendo: la muerte es el culmen de la realización del hombre como hombre, es decir, como elemento de la máquina económica del despilfarro.
9. Tabaco, sexo vejatorio, violencia y motocicletas
Dice la Comuna que el hippismo o el campesinismo no lo libran a uno del despilfarro: son, sólo, otra modalidad. Llega a hacer una pequeña lista de algunos comportamientos que revelan la necesidad de despilfarro de la salud, el cuerpo o los placeres: la creciente fiebre motociclística (que se siente rebelde contra el automóvil); la tendencia a consumir tabaco (que es otra forma, al final, de estar haciendo algo constantemente, de no poder parar); la adopción de prácticas sexuales vejatorias; la admiración por formas de canción y danza violentas y chirriantes; la proliferación de sectas de barbarie urbana que consagran lo que anteayer se llamaba "gamberro"; la preferencia por modos de acción política sangrientos y matones.
10. Los motivos religiosos son los estatales
Sostiene que los motivos religiosos son cobertura de los estatales, y estos, a su vez, son cobertura de otros más profundamente religiosos. Explica que la Iglesia no es sino otro Estado más y tiene la misma necesidad de acelerar la producción de feligreses. Entienden la orden del Señor de "Multiplicaos" como el comienzo de la Historia. Esta orden toma ahora otra forma: "Acelerad vuestra multiplicación: despilfarraos".