¿Puede un país ocultar a su primer Nobel ahora que no espera repetir en prácticamente ninguna disciplina? ¿Puede un país devoto de Frascuelo y de María olvidar a un referente cultural con la misma facilidad con la que mañana colocará su nombre a otro colegio de la periferia?
La respuesta podría contestarse aludiendo a las ventas de aquellos nobeles que sucedieron a Echegaray, pero dejaremos que sea la última frase del texto la que lo haga. Lo cierto es que nadie ha ingresado en la nómina de escritores olvidados con un currículo tan extenso como el suyo. Una figura decimonónica que sufrió los rigores de una censura mucho más férrea que la política: la intelectual.
Nadie ha ingresado en la nómina de escritores olvidados con un currículum tan extenso como el suyo: ingeniero, dramaturgo, político y matemático
El 14 de septiembre se cumple un siglo del fallecimiento de José Echegaray, el hombre que inauguró la cuenta con la que la Academia Sueca habría de honrar la trayectoria literaria de nuestras letras. Su repertorio, plagado de obras de teatro que ya nadie representa, de versos que ya nadie recita, ha sido cruelmente silenciado. Parece claro que los encargados de promover este silencio pertenecían precisamente a ese ambiente cultural endogámico que guarda las llaves del éxito dentro de su propio egocentrismo. Los mismos escritores que perseguían el reconocimiento consiguieron sepultar a uno de los dramaturgos más reconocidos.
Desde estas líneas nos atrevemos a enumerar ocho cuestiones por las que Echegaray se mantiene oculto dentro del panteón de los ocultos, los motivos por los que casi nadie celebra que se cumple un siglo desde que el primer escritor español reconocido por los discípulos de Alfred Nobel pasó a mejor vida.
1. Críticas valleinclanescas
Valle, el hombre que más enemigos supo granjearse entre sus colegas de profesión, no tuvo reparos a la hora de criticar el Nobel de Literatura recibido por Echegaray. El bueno de don Ramón María se convirtió en una súper estrella del panorama literario y nadie sabe qué influencia pudo tener su furibunda crítica en el desprecio que don José recibe hoy. De entre sus innumerables enfrentamientos destaca la siguiente escena. Un hospital ha pedido donantes de sangre para restablecer la salud de Valle-Inclán, ilustre paciente. Por allí se acercan varios voluntarios. Entre ellos, su íntimo enemigo Echegaray. Al verlo, Valle, con un hilillo de voz, rechaza su ayuda: "No quiero su sangre, está llena de gerundios". Es sólo una anécdota dentro de una enemistad plagada de ellas.
2. Político radical
Su entrada en política pudo cobrarse también cierto peaje en forma de odio. En este caso, don José fue fundador del partido Radical, una escisión del primitivo partido Progresista que hubo de recomponerse tras la muerte de Prim, llegando incluso a ser ministro poco después. ¿Corrió este hecho en su contra? Los jóvenes de la Generación del 98, por ejemplo, se mostraban desencantados con la situación política del país cuando Echegaray era parte activa de la misma. Otro ilustre escritor, Galdós, acabaría buceando con éxito en las pantanosas aguas políticas españolas, intentando enderezar el rumbo elegido por esos ministros que don Benito etiquetó como "de viejo cuño" y entre los que se encontraba el propio José.
Los jóvenes de la Generación del 98, por ejemplo, se mostraban desencantados con la situación política del país cuando Echegaray era parte activa de la misma
3. Desapego social
El siglo XX se despertó viendo cómo los cafés madrileños ardían al calor de figuras como Gómez de la Serna o Jacinto Benavente, más tarde premiado también por la Academia Sueca. El ambiente literario de la capital, capaz de socializar la creatividad que cada mente llevaba consigo, maceraba los movimientos vanguardistas entre tertulias y recitales. Mientras Valle-Inclán perdía su brazo durante una disputa literaria, Echegaray procuraba no mezclarse con el resto de escritores. Esto terminará alejándolo de la renovación que persiguen el resto de dramaturgos. ¿Provocó este hecho que los renovadores de la escena literaria española ocultaran el nombre del escritor madrileño?
4. El literato menos literario
José Echegaray no era, precisamente, un escritor que viviera por y para las letras. A su ya referida carrera política, que incluye las carteras de Hacienda y Fomento además del título de senador vitalicio, hay que añadir su afamada trayectoria como matemático (el más grande del siglo XIX español según las crónicas de la época), su contribución a varios proyectos en áreas como la física o la geometría, su sillón en la Real Academia de las Ciencias o su labor como presidente del Ateneo. Un todoterreno que convertía en oro el camino que pisaba. Un eclecticismo que no gustaba a esos escritores más partidarios de apretar que de abarcar.
5. Hombre decimonónico
Por este texto ya se han paseado varios nombres dispuestos a difuminar la figura de Echegaray: desde Benavente hasta Valle, a los que hay que añadir a Azorín, a los Machado e incluso a Rubén Darío. Son todos ellos parte de un siglo, el XX, que intenta escapar precisamente de lo que Darío catalogó como "superchería y prejuicios" decimonónicos. Es Echegaray un hombre del XIX, en forma y fondo, lo que le aleja de la modernidad que abandera el nicaragüense. Ese 14 de septiembre de 1916 en el que Echegaray abandonó este mundo lo cerró Mariano de Cavia con un epitafio inolvidable: "Aquí yace el siglo XIX".
6. Pingües beneficios
Lo cierto es que la literatura nunca ha sido un negocio que permita a sus amantes vivir en la opulencia. Sin embargo, José Echegaray sí había conseguido vivir dignamente gracias a las letras de la mano de sus obras, que solían colgar el "no hay billetes" en cada estreno. Incluso se dice que la Academia Sueca premió al madrileño gracias al exitazo que una de sus obras, O locura o santidad, se había marcado en Estocolmo.
La literatura nunca había sido un negocio que permita a sus amantes vivir en la opulencia. Sin embargo, José Echegaray sí había conseguido vivir dignamente
Por si fuera poco, el Nobel añadió a las arcas del dramaturgo la nada desdeñable cifra de treinta mil duros. ¿Podría soportar esto Valle-Inclán, cuyo teatro irrepresentable apenas agrandaba su peculio? ¿Podría convivir con el éxito de Echegaray un Antonio Machado que vivía prácticamente en la indigencia allá en su época bohemia?
7. Regionalismo y más política
Curiosamente, Echegaray no iba a ser, de primeras, el galardonado. La Academia Sueca, que en aquellos años se preocupaba de otorgar el premio más por una vida extraordinaria que por una obra de calidad, se había fijado en Ángel Guimerà, un dramaturgo no demasiado conocido que exponía sus obras en catalán. Teniendo en cuenta que el Nobel sería compartido con Frédéric Mistral, un poeta provenzal, la Academia se aseguraba así homenajear a las lenguas minoritarias como éstas merecen. Sin embargo, el gobierno español consideró poco recomendable premiar a un dramaturgo catalán y se decantó por Echegaray (que, para colmo, era su traductor). La política volvía a cruzarse de manera poco popular en la trayectoria de don José.
El Nobel se lo iban a dar a Ángel Guimerà, un dramaturgo que exponía sus obras en catalán, pero el gobierno español lo consideró poco recomendable
8. Un estilo diferente
Quizás este sea el motivo menos malicioso y más coherente: simplemente, el estilo literario de Echegaray no satisfacía las necesidades de una nueva época. En el manifiesto que varios escritores como Azorín o Unamuno firmaron en contra del homenaje que se le iba a profesar a raíz del premio destaca una sentencia: “Nosotros -con el derecho de ser considerado dentro de ese grupo y sin discutir ahora sobre la identidad de José Echegaray- expresamos que nuestras ideas estéticas son otras y nuestras admiraciones muy diferentes”. Pardo Bazán, una de las críticas literarias más influyentes de nuestras letras, también censuró su estilo anticuado.
Quizás el motico menos malicioso y más coherente por el que Echegaray no triunfó entre los intelectuales es que su estilo literario no satisfacía las necesidades de una nueva época
¿Le vino bien el premio a Echegaray? Él era un hombre de ciencia, de los que sólo utilizan la literatura como medio de escape. El Nobel arrojó sobre él la luz de unos focos que nunca buscó. Un siglo después, los focos han sido prácticamente destruidos. Como ya se ha dicho, descansa en el panteón de los referentes culturales olvidados. Lo prometido es deuda, así que permítanme que llegué hasta el fin con una frase suya que, extrapolada al arte, responde además a la pregunta que abrió el texto: "No hay historia de la ciencia en España, aquí no hubo más que látigo, hierro, sangre, rezos, braseros y humo".