El lugar -el cuerpo- donde el ser humano coloca su admiración determina también las hechuras del admirador, lo conforma, lo comienza a edificar. La figura a la que se respeta -como la que se quiere ser- acaba inserta en uno mismo, hace de umbral, de elemento de medición: cuánto nos vamos acercando, cuánto nos alejamos del paradigma, de la mejor versión de nosotros, de lo que podríamos llegar a ser si…
Claro que el superhéroe es especialmente vertebrador en la infancia, en los años mágicos. Y claro que los referentes dependen de la cultura que se mame. Por eso, ante el boom de las compañías de animación africanas, que empiezan a producir historias de superhéroes de la tierra, surge la disyuntiva: de nosotros depende establecer los parámetros de la admiración, de la lealtad, de la fortaleza, de la dignidad, ¿cómo hacerlo?
Mientras que Lagos, el mes pasado, acogía una exposición sobre la idiosincrasia local -desde la mirada al discurso, al argumento-, el foco de la atención estaba puesto en Nigeria, que creaba superhéroes de ficción con súperpoderes: hombres invencibles para niños permeables. Mezclando estos dos elementos, un grupo de artistas sudafricanos planeó hacer una serie de cómics que relatase las historias de superhéroes basados en personajes de la vida real.
Una de ellas es la escritora sudafricana Ziphozahke Hlobo; acompañada de otra autora, Lena Posh; y de un ilustrador, Nicole Leonards. La base de sus cuentos son el hombre y la mujer auténticos, de raza, entereza y valía humana; los individuos que calan por donde pisan y dan identidad a la comunidad en la que viven. Generadores de impacto a pequeña escala -que, en realidad, es la única escala en la que se puede generar admiración sin que éste se convierta en idealización o mitomanía-.
“Queremos que las historias las protagonicen las personas que están en los márgenes de otras historias, que son las que nosotros consideramos heroicas”, ha declarado Hlobo a Quartz. “Se trata de personas que, por lo general, pasamos por alto, a las que podríamos no hacer caso. Puede ser fácilmente un barrendero, una persona que cuida las calles en las que todos vivimos”. Para Hlobo, la visión del superhéroe ordinario viene impulsada por la necesidad de cambiar la narrativa de los modelos a seguir por el público africano.
“Pensamos en los niños negros que nosotros también fuimos y en cómo mirábamos hacia arriba buscando héroes”, recuerda. “Nosotros admirábamos a personas que no se parecían a nosotros, y ahora queremos que los niños se vean a sí mismos, o a sus padres, en estas historias, y sientan que los africanos también son lo suficientemente buenos como para ser superhéroes”. En su primer libro, Superhéroes ordinarios. Las aventuras de Khazimla, el protagonista está inspirado en Monde Sitole, un joven aventurero de Khayelitsha, un municipio al sur de África. Es marinero y escalador de montañas, y está trabajando para llegar a la cima de las siete montañas más altas del mundo. Este proyecto fue lanzado el mes pasado, y Hlobo dice que la acogida ha sido “muy buena” y que ya está en conversaciones con realizadores para adaptar el relato al cine. Su intención es sacar un libro de superhéroes normales cada seis meses.
Queremos que los niños se vean a sí mismos, o a sus padres, en estas historias, y sientan que los africanos también son lo suficientemente buenos como para ser superhéroes
El próximo cómic, que ya está planificado, tendrá a una mujer como superheroína negra para “ampliar las narrativas”. Hlobo también desea que su serie de cómics pueda inspirar a los niños, ayudarlos a ser creativos. “Nos gustaría que los pequeños creasen sus propias historias de superhéroes ordinarios. Esa es la idea más ambiciosa”, detalla. “Se trata de ir por escuelas, de proponer talleres, de invitar a los niños a que hagan sus propios cómics”.
A largo plazo, Hlobo espera que sus superhéroes salgan fuera de África y vean el mundo. “Queremos un impacto global”, sonríe. Un cómic africano conocido mundialmente para retratar culturas y realidades locales. Un cómic que “normalice” la vida africana. “Como africana, si decido llevar un traje tradicional, soy consciente de que a una persona blanca le parecerá algo exótico, como si, de algún modo, me estuviese exhibiendo”, reflexiona. “Pero cuanto más acostumbrados estén a ver caras negras, rastas y vestimentas, antes se convertirá en algo que no es noticia”, esboza. “La gente no tiene que buscar un significado político en unas rastas: espero que acaben siendo sólo una forma que a alguien le gusta de llevar el pelo”.