El diablo late en la novela gráfica y a sus censores les llaman "los detectores de Satanás". Son muchos y cada vez más permeables, más sensibles al mal. Su único antídoto -al menos, su contraveneno organizado- es el CBLDF es el Comic Book Legal Defense Fund, es decir, el Fondo de Defensa Legal del Cómic. Opera desde 1986 en Nueva York cuenta con dos funcionarios a tiempo completo y tiene bastante trabajo. Sólo en 2015, 275 cómics fueron prohibidos en las bibliotecas de los Estados Unidos; la mayoría, bajo quejas impulsadas por padres de estudiantes. Eso sí: la libertad de expresión cuesta dinero y CBLDF depende de las donaciones para cubrir sus 800.000 dólares de gastos anuales.
"Cada año, la gente trata de quitar el poder a los lectores para decidir qué libros son los adecuados para ellos mismos o para sus hijos", explica la asociación. ¿Por qué su trabajo se centra en la novela gráfica?
"Porque, aunque todos los libros son susceptibles de ser prohibidos por su 'contenido para adultos', por su 'lenguaje', por 'sexo o desnudos', o por 'no ser apropiados para x edad', los cómics son especialmente vulnerables a estos desafíos, ya que el medio se nutre de la fuerza de imágenes estáticas, y porque hay un estigma persistente de que los cómics pertenecen a una cultura de bajo valor". Otros contenidos sensibles -a los que se enfrenta, principalmente, el medio gráfico- son la violencia, las drogas y el alcohol, lo político, social o racialmente ofensivo y lo que atenta contra las convicciones religiosas.
De Bone a Dragon Ball
El CBDLF relata en su declaración de intenciones que una sola página de cómic puede ser tomada "fuera de contexto", a la vez que hay productos que son atacados partiendo de la premisa de que "todos los cómics son para niños". Algunos de los cómics vilipendiados estos últimos años son clásicos para todas las edades, como Bone, de Jeff Smith, o el mítico Dragon Ball, de Akira Toriyama. También otros aclamados por lectores adultos, como Fun Home de Alison Bechdel o Sandman de Neil Gaiman. Hasta La liga de los hombres extraordinarios, de Alan Moore. El objetivo de la asociación es ayudar a los bibliotecarios, dándole herramientas y apoyo legal en caso de que los cómics sean impugnados.
Se basan siempre en la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, que prohíbe la creación de cualquier ley con respecto al establecimiento oficial de una religión que impida la práctica libre de la misma, que reduzca la libertad de expresión, que vulnere la libertad de prensa, que interfiera con el derecho de reunión pacífica o que prohíba el solicitar una compensación por agravios gubernamentales. El Fondo hasta ha creado la Semana de los Libros Prohibidos, que este año se celebra del 25 de septiembre al 1 de octubre.
El problema adquiere raíz cuando la censura no sólo alcanza al libro, sino que salpica al hombre.
El problema adquiere raíz cuando la censura no sólo alcanza al libro, sino que salpica al hombre. El viñetista Mike Diana fue la primera persona de los Estados Unidos en ser condenado por "obscenidad artística": un buen día -de 1994- se encontró en una cárcel de Florida rodeado de violadores, delincuentes y asesinos y pasó cuatro días a la espera de ser juzgado. ¿Su delito? Hacer cómics. Tenía sólo 25 años. El jurado, eso sí, fue veloz: no tardó más de cuarenta minutos en encontrarlo culpable de tres cargos: la publicación, la distribución y la publicidad de su serie cómica Ángel hervido.
Bebés mutilados
Ahora, con su propio estudio en el centro de Nueva York, Diana recuerda su estancia en la cárcel con nitidez: "Me metieron en una celda vacía con una cama de metal y una luz brillante que no podía apagar. Me dieron un sándwich de mortadela y una taza con agua y polvos de sabores. No tenía ni idea de lo que iban a hacer conmigo".
Fue un buen estudiante en Florida y un niño prodigio en clases de arte. Le fascinaba el Museo de Salvador Dalí y, durante la adolescencia, se había sentido atraído por el cómic underground y algunas revistas de terror. Siendo muy joven, empezó a publicar sus propios trabajos: entre ellos, la serie de antologías Ángel hervido, que envió por correo personalmente a sus suscriptores.
Claro que el contenido era polémico: "Representaba a bebés mutilados y a sacerdotes que abusaban de niños", cuenta. En 1991, la policía se presentó en casa de su madre. Diana era uno de los sospechosos de una cadena de violaciones y asesinatos en su Estado sólo porque algunas de las viñetas de Ángel hervido se habían encontrado en posesión de Danny Rodando, el hombre que finalmente fue condenado por esos crímenes. Tras una muestra de sangre, Diana fue descartado, pero el FBI pasó su expediente a la policía local y, como el artista ya estaba preparando próximos trabajos, comenzó a recibir cartas de un tal Mike Flores, alguien que le decía que estaba interesado en sus obras.
"Me envió unas diez cartas", cuenta. "No dejaba de repetirme que él no era un agente de policía, lo que me resultó un poco raro, pero en fin, le envié algunos cómics como hacía con cualquier suscriptor". Algo se fraguaba. En 1991, Diana recibió una carta de la oficina del Abogado del Estado acusándole de "obscenidad": "Pensaban que lo que estaba haciendo era una burla a su comunidad".
El viñetista era joven, no tenía dinero, estaba asustado. Entonces intervino el CBDLF y le contrató un abogado, Luke Lirot. "El juicio ya costaba 50.000 dólares y, probablemente, decenas de miles de defensa, cosa que obviamente yo no podía pagar". En la celebración del pleito, se preguntó a los miembros del jurado qué consideraban arte. "Encaje de aguja", dijo uno. Él quiso mostrar algunos cómics underground para enseñarles que había un precedente para lo que estaba haciendo, pero no le prestaron atención.
Me dijeron que la policía podría hacer visitas sin previo aviso en cualquier momento, sin orden judicial, para ver si estaba dibujando caricaturas.
Diana fue condenado a una multa de 3.000 dólares, a tres años de libertad condicional -en los que una de las condiciones era dejar de dibujar- y a permanecer alejado de menores de edad. El artista incumplió lo segundo: "Me dijeron que la policía podría hacer visitas sin previo aviso en cualquier momento, sin orden judicial, para ver si estaba dibujando caricaturas. Yo ocultaba mis pinturas en el maletero y las sacaba a las dos de la mañana para trabajar en ellas, cuando confiaba en que la policía tuviese mejores cosas que hacer". Aunque el CBLDF perdió el caso, encontraron algo en Mike Diana: al muchacho de su cartel por la lucha contra la censura. Era el fracaso previo a muchas otras victorias. La derrota, en este caso, sólo acusaba más el problema.
Censurar un plátano
El CBLDF se alimenta, en gran parte, de las donaciones de la Fundación Gaiman, del autor británico Neil Gaiman. Cuando se mudó a EEUU en 1992, Gaiman se dio cuenta de que el caso de Mike Diana afectaba también a su terreno. "Hay algo que hacer aquí", dijo. "Por eso me lancé a una inversión a doce años en CBLDF. Porque esto es América. Y las personas debemos estar en el lado de la libre expresión".
El propio trabajo de Gaiman también ha sido puesto en entredicho. El jefe de policía de Jacksonville le dijo al dueño de una tienda de cómics local que si seguía ofreciendo La muerte: el alto costo de la vida, su establecimiento estaría cerrado en una semana. Le molestaba una secuencia de sexo en el que la muerte pone un condón en un plátano. "Sin la CBLDF, ya se hubieran eliminado mis cómics", asegura Gaiman. "¡Por un plátano!".
En 2014 un hombre de Middlesbrough fue condenado en Reino Unido por hacer dibujos explícitos de niñas con uniforme escolar extraídos de unas fotografías
Sin embargo, es cierto que en la defensa de los títulos existen ciertas zonas grises. Algunos géneros coquetean con terrenos incómodos, como el manga japonés, que habitualmente sexualiza a niños. En 2014, por ejemplo, un hombre de Middlesbrough fue condenado en Reino Unido por hacer dibujos explícitos de niñas con uniforme escolar extraídos de unas fotografías que guardaba en su ordenador.
En este caso, CBLDF no participó. ¿Por qué? Porque la asociación se mueve en un enfoque voltairesco: piensa que la defensa de la libertad de expresión acaba eclipsando reparos personales sobre el material que está siendo atacado. Charles Brownsteins, el director ejecutivo de la asociación, explica que el Fondo distingue entre expresión y conducta. "Defendemos todo tipo de expresión, pero no la conducta en la que hay dolor o abuso de una persona real".
"De cualquier manera, cuando se trata de libros de historietas... basta con no mirarlos, pero eso no quiere decir que alguien deba ser procesado", opina. "Como Neil Gaiman dice, nuestro discurso defiende tanto el discurso repulsivo como el discurso de la corriente principal. Cuando el caso abarca sólo un dibujo... ¡es dibujar! No es como si estuvieran matando a gente, ¿verdad?". Detectar arte no es detectar a Satanás. ¿No?