El compañero de pupitre se vuelve y se le caen al suelo unos treinta años. Las arrugas cruzan su cara y una barba blanca despeinada asoma sobre el fular con el que se protege la garganta. Busca un enchufe donde conectar su smartphone, pero en el aula de la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid las cosas siguen igual que antes del “régimen del 78”, que es de lo que toca hablar. El primer día del otoño es una caldera asfixiante; el verano se resiste, pero no es tiempo de camisas floreadas. Hoy la facultad se ha hecho mayor. Los alumnos licenciados han regresado (y abarrotado) a los antiguos pupitres para aprobar Primero de Podemos.
“Hola, soy Pablo Iglesias... Simón”. Arranca la clase sobre la construcción de una nueva cultura para los nuevos tiempos. Lo han titulado: Ficción, compromiso social y cambio político en España: las bases culturales del régimen del 78. El otro Pablo Iglesias, después de definir con detalle la cultura de la Transición y lo que se propone desde 2016, cierra su cuña con un propósito para el proyecto cultural que el partido tiene en mente: “Establecer condiciones para que la ficción se pueda dar y que la realidad se parezca más a los sueños”.
En campaña, Íñigo Errejón reclamó con urgencia novelas que nos cuenten lo que está pasando en nuestro país
El debate de hoy se centra en la creación de esas “condiciones”, ¿cómo se hace? ¿Puede un partido político reclamar o encargar la construcción de una nueva cultura que derroque a la anterior, la del 78? El primero en abrir el debate de la cultura de servicios fue Íñigo Errejón. En la campaña de las Elecciones del 26 J invitó a los creadores a sumarse a la transformación política del país: “Vamos a necesitar un trabajo intelectual, cultural, pedagógico. Vamos a necesitar la producción de nuevos símbolos”. El secretario de Política y Área de Estrategia y Campaña de Podemos pidió “una nueva cultura” para un “nuevo país”, con “nuevas canciones y nuevos hitos”.
Por si no había quedado claro, reclamó “con urgencia novelas que nos cuenten lo que está pasando en nuestro país, obras de arte, exposiciones de fotografía que reflejen cómo se movilizan las asociaciones de vecinos”. “Sé que no estoy hablando de políticas para la cultura, hablo de la cultura que lleve más allá el cambio político”, finalizó su intervención en el Templo de Debod.
Derrotar al 78
Volvemos a la Universidad de Podemos, donde habla Guillermo Zapata, concejal del Ayuntamiento de Madrid en dos distritos, además de guionista y novelista. En su análisis descubre un empate técnico entre las dos culturas, la antigua y la nueva. ¿Cómo se desempata? “Es imposible derrotar a una cultura, no se puede hacerla desaparecer, porque eso sería un ataque totalitario como hizo el franquismo, que exterminó a una generación entera. Esa posibilidad no existe, así que debemos pensar cómo traspasamos la cultura del 78”, dice.
¿Por qué no puede ser Podemos el partido que genere los procesos culturales?
Zapata está en la línea intervencionista de Errejón. Aclara que hay que poner punto final a la mirada al pasado y “pensar en lo que pasa mañana”. “Tenemos la necesidad de intervenir culturalmente en lo que vendrá después”, aclara. Hace referencia al estreno en los cines del filme El hombre de las mil caras. “Es una película sobre el 78 en su fase más cloaca, que no avanza cómo vamos a vivir después. Nuestro problema es saber cómo vamos a vivir al día siguiente”. Entonces, se pregunta, ¿qué podemos hacer con la cultura? Y vuelve a preguntarse: “¿Por qué no puede ser Podemos el partido que genere los procesos culturales?”.
Le responde la escritora Sofía Castañón, diputada en el Congreso por Podemos, en contra del dictado político: “La literatura no se puede escribir bajo un programa, ni podemos caer en el riesgo de llegar a hacer esa creación aunque sea de manera inconsciente. No tenemos que tener ni músicos ni escritores oficiales. Es lo contrario a la cultura. Es una insensatez y, además, sería inútil”.
Cultura Vs Política
Este es el debate en el seno del partido: cómo sacarle partido a la cultura frente a cómo sacar al partido de la cultura. Pablo Iglesias Simón tampoco acepta el paradigma Errejón y se muestra más cauto que Zapata: “Una cultura controlada por el partido es peligrosísimo. De hecho, es lo que ha hecho el régimen del 78 comprando a la cultura (subvenciones) y por la vía del miedo (con el 21% del IVA, un mecanismo de control). Desde Podemos proponemos todo lo contrario: no domesticar la cultura, sino construir una vía que favorezca una cultura independiente y diversa. Aspiramos a una cultura libre no controlada por un poder político”, cuenta.
Desde el público: ¿Por qué en vez de regular no fomentar la lectura? Zapata hace referencia a los cinco millones de votantes de Podemos a cómo entre todos se puede cambiar el futuro. En principio, para eso esta la Universidad, para reeducar y aprender a hacerlo. Si el votante estuviera maduro, no se haría. “Yo me tomo muy en serio las ficciones, no son mentira”, cuenta el concejal del consistorio para señalar que las ficciones adelantan lo que está por venir. “La prioridad no es acabar con el régimen del 78, sino crear un nuevo futuro. Debemos dibujar lo posible para materializarlo”.
No podemos volver a generar un nuevo proceso de opresión que haga invisible otras opciones
Sofía Castañón insiste en que la cultura no se puede entender como un instrumento de control, sino como lo que permite construirnos en libertad. “No podemos volver a generar un nuevo proceso de opresión que haga invisible otras opciones”, sentencia.
Zapata reconoce que su partido es una fuerza que aglutina muchas otras cosas y que es su responsabilidad guiar esa cultura, aunque le cueste la vida a Podemos. “A lo mejor así nos suicidamos como partido. Pero no podemos confiarlo todo afuera [se refiere a la calle], hay que pensar cómo intervenir. No es control, pero tampoco podemos desaparecer”. De hecho, esta Universidad volátil es la prueba de que no lo han hecho.