El suelo crujía, no eran cucarachas. Jeringuillas. Tenía 17 años y estaba en Chocolate, parada de la Ruta del Bakalao. Era un lugar alucinante, capaz de fundir por unas horas a todas las clases sociales en una sola capa. Pegadas y pegados por la química y la máquina industrial. Y al fondo, Chimo Bayo. ¡HUHA! “Esto sólo lo había logrado hasta ese momento el fútbol y la mili”, la frase y los recuerdos de fiesta son de Jorge Lago, uno de los cerebros de la cultura de Podemos e impulsor de La Morada, centro cultural del partido, situado en Embajadores, pozo sin fondo de votos del grupo morado. Aquí acaba de llegar el protagonista de las noches de fiesta infinita del fin de semana, que borraban la miseria de la semana. Está en Madrid para recordarnos lo que pasaba en Valencia y en ese viaje han quedado atrás decenas de miles de personas de farra de viernes a domingo.
Con 55 años está contento porque tiene una hija (que sigue sus pasos y pincha), acaba de publicar un libro y… “Sólo me falta plantar un árbol, ¡o una planta buena!”
La Ruta fue algo incrontrolable hasta que se desapareció. Se murió todo menos Chimo Bayo. Es un superviviente que sigue de fiesta, es decir, que o bien dejaba que a los demás se les fuera la mano o bien ha nacido con un ácido incrustado. Sigue de subidón-subidón, pero ahora, a los 55 tacos, ha orientado su frenesí hacia la producción. Ahora tiene “una capacidad de trabajo inagotable”, lleva todo el día de entrevistas promocionando una novela que ha escrito con la periodista Emma Zafón y esto no ha hecho más que empezar. “El que es válido para ir de fiesta, lo es para el trabajo”. ¡Viva el mal, viva el capital!
Chimo Bayo, en La Morada, haciendo una loa a la reconversión de la cultura underground que escapó de la Guardia Civil, los controles de carretera y la industria musical. Es su primera novela y ya es un best-seller. Por si fuera poco, el género estrella entre los escasos lectores de este país, según el último CIS: “Es una novela histórica”. Como dijo el brazo político de la crisis bancaria: “LA FIESTA HA TERMINADO”. Sí, Esperanza Aguirre.
Exta, sí
La noche apuntaba mal, a pesar de la buenas vibraciones que sigue transmitiendo el rey de la música techno y la masa cuando no existía Forocoches. “Yo hacía las letras en directo. Así apareció el Exta sí, exta no. Que nadie sabe lo que quiere decir. Ni siquiera yo”. No pensaba hacer discos, pero le pidieron grabar uno y tuvo que encerrarse meses a escribir la canción que llevaba tres años cantando de fiesta. Porque mientras los demás estaban hasta arriba de bakalao, él curraba. “Nosotros fuimos demasiado, pura libertad. Ansiábamos la busca del placer. Te diría que casi el placer nihilista. Éramos hedonistas”, le dijo el otro día a la compañera Lucía Lijtmaer.
De aquello conserva las botas de cuero y el negro para vestir. De calle. Cuando sale a actuar se pone “el traje de combate”. Lo ha hecho este verano en el Arenal Sound, de seis de la tarde a siete de la mañana, delante de los hijos de los supervivientes de la Ruta. “¡Y fui Trending Topic!”. “Y en el MUVIM de Valencia la exposición dedicada a la Ruta batió todos los récords de visitantes del museo. ¡Si eso no es cultura, que venga dios y lo vea!”. De la discoteca, al museo. No era lo que esperábamos para una noche así, que se termina de torcer cuando reconoce que con 55 años está contento porque tiene una hija (que sigue sus pasos y pincha), acaba de publicar un libro y… “Sólo me falta plantar un árbol, ¡o una planta buena!”.
Chimo no sabe quién es. Ni quiere saberlo. “No sé si el que sube al escenario o el que está aquí, ahora, delante de vosotros”, explica a la sala abarrotada de La Morada. Chimo Vs Bayo: la batalla que enfrenta al icono del descontrol cultural de los ochenta y noventa, contra el autor de novelas históricas y trabajador incansable, perdido entre el pasado y el futuro. La comunidad contra el capital: “El desinterés que tenía en ganar dinero con aquello fue lo que hizo de esa música tan auténtica. Vivíamos en una comunión con la gente y eso hizo masiva a la música electrónica”.
Exta, no
Que se nos olvida que entonces había cabina de teléfonos. En la Ruta del Bakalao no había móviles para quedar, “y todos se encontraban, joder”. “No había móviles y era maravilloso”. Cualquier tiempo pasado fue una falla. Esta noche, antes de prenderse fuego ha encontrado a Íñigo Errejón en La Morada, que venía del teatrillo del discurso de investidura de Rajoy. Pero como odia los teléfonos móviles, ha pasado del selfi y ha pedido una foto de los tres. Emma, Chimo y Errejón.
Hola, ¿eres Chimo Bayo? A veces
Chimo o Bayo se niega a parar, a pesar de la amenaza de la Lideresa. Va a tope, ve un micro y se tira como un león, dice. Nunca está cansado. “¿Dormir? Quince segundos y para adelante”. No hay ni rastro de su pelo largo. A cambio se ha plantado en su barbilla una fina perilla canosa. “La edad no está en la mente. La mente siempre puede ser joven. Yo canto a la libertad”. Aplausos. Mantiene su traje de combate, ya lo ha dicho, aquella especie de Robocop Valencià, vestido para enfrentarse a todos los órdenes, listo para darle candela a la cultura post franquista, en lugares colonizados sólo por el descontrol, durante el tiempo sin obligaciones. Por unas horas, no se producía, el tiempo no contaba ni se contaba.
“Hola, ¿eres Chimo Bayo? A veces”, responde. Y así empezó la novela que le llegó en valenciano, pero Chimo pertenece a la España anterior a las autonomías. “No sé escribir valenciano, ¿cómo voy a escribir una novela así?”. Y Emma Zafón retomó el castellano. Tampoco quiere posicionarse en política: ni de Coldplay, ni de Springsteen. Prefiere pasar la palabra y recordar a aquel tipo que llegó una noche a la inauguración de una discoteca pre Ruta. Chimo tampoco era Chimo Bayo. Resultado: pinchó para él toda la noche.
Antes había una apertura de mente mucho mayor. Ahora no se puede arriesgar. Hay que ir al sota, caballo y Huha
“Quién sería ese hombre. Hubo una conexión enorme entre los dos”. Y de ahí al Chiquitaun y al Bombas Bombas. Ahora sí habla de política, porque esta la escribió contra las víctimas de las guerras y fue número uno en Japón, donde llegó a pincharla. La escribió una noche de Carnavales. Estaba disfrazado de siglo XV, en el Arsenal. “Con pelucas y medias”. Y allí se sentó y empezó: “La destrucción va a llegar/ así que todos a gritar. / ¿Lo has oído? / es el sonido / ha empezado ya / ¿qué es? / es la destrucción total”.
Aunque a los nanos les guste el chiquitaun y el Huha, les coloca una base de Underworld de Chemical Brothers. Y lo flipan, porque “esperaban más Reggaeaton y Jerry”. Es una broma de músico para criticar el adoctrinamiento y falta de riesgo de la noche contemporánea. “Antes había una apertura de mente mucho mayor. Ahora no se puede arriesgar. Hay que ir al sota, caballo y Huha”. Otra.
Todos llevaban gorras de New York y cosas así. Yo me puse esto por llevar la contraria
¿Es que al final sólo queda la casta y la 'tripita'? ¿Es la 'tripita' casta? ¿Ni siquiera la gorra 'CCCP'? “Ahora llega el desengaño”. Advierte. Por esta noche, basta. No cabe ni uno más. Y se arranca a contar que tenía el pelo muy largo y que llevaba micro de diadema con un cable larguísimo, y que todo le molestaba para currar entre vinilos. Así que un día llegó una caja de discos de Londres, y al abrirla apareció una gorra con aquello: “CCCP”. Ni Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en plena Guerra Fría coronando la cabeza del dios de la noche para miles de enfarlopados, ni leches. “Todos llevaban gorras de New York y cosas así. Yo me puse esto por llevar la contraria”. Mi cerebro necesita química (industrial).