Rupi Kaur (India, 1992) apila verdades incómodas en vertical, sin comas y sin mayúsculas después del punto. Ese vanguardismo poético -que tiene algo de wannabe- está trillado ya: otro haiku sencillote y tierno pidiendo que/ no / te / vayas. Es cierto que si Otras maneras de usar la boca (Espasa) hablase sólo de amor -de furioso empecinamiento adolescente- no se diferenciaría tanto de la obra de nuestros exitosos poetas nacionales criados en redes sociales -como, sin ir más lejos, Elvira Sastre, responsable del prólogo de su libro-.
Y a ratos es así, pero Kaur reacciona a tiempo y se vuelve amarga e irritante, traumática y concupiscente. Al menos, en el mensaje, aunque no reluzca en lo lírico. Desmenuza el complejo del cuerpo. El pánico femenino a la cosificación. El sentirse usada tempranamente. Como cuando un crío la besó por primera vez y le apretó los hombros como el manillar de una bicicleta: "sus labios olían / al hambre / que aprendió de cuando / su padre devoraba a su madre a las cuatro de la mañana / fue el primer chico / que me enseñó que mi cuerpo servía / para dárselo a aquellos que querían / que me sintiera cualquier cosa / menos completa (...) y por dios / me sentí tan vacía / como su madre a las cuatro y veinticinco de la mañana".
Es interesante que la joven poeta apele a esa parte de la feminidad que los hombres olvidan cuando hablan o se relacionan con mujeres: el lugar de donde vienen. Su propia madre, que también es mujer -aunque se les olvide y le sacudan todo erotismo-. Ahí Kaur les da el toque de atención a ellos -lanzándoles una bola curva-, pero muy pronto se dirige a ellas: "te / han enseñado / que tus piernas / son una parada técnica para los hombres / que necesitan un sitio donde descansar / un cuerpo disponible / para invitados pero nunca / llega alguien / que quiera quedarse".
Ya chirría. Ya escuece. ¡Una madre que tiene relaciones y que se siente hueca, igual que la cría toqueteada por un chaval pasajero! Pero aún cruje más cuando habla de la violación
Ya chirría. Ya escuece. ¡Una madre que tiene relaciones y que se siente hueca, igual que la cría toqueteada por un chaval pasajero! Pero aún cruje más cuando describe cómo el terapeuta coloca delante de ti una muñeca que "es del tamaño de las niñas / que a tus tíos les gustaba tocar / 'señala dónde estaban sus manos' / apuntas con el dedo el lugar que hay / entre sus piernas aquel / donde metió el suyo / como una confesión". Describe lo suficiente para alcanzar el horror del abuso sexual. Acompaña sus palabras con un grafismo sencillo: una niña pequeña a la que apenas se le adivina el vestido agarrada de la mano de un adulto.
Arrancarse el pudor del abuso
Se vuelve más explícita: "la violación / te partirá / por la mitad / pero / no / terminará contigo". No sólo es un mensaje de empoderamiento y de supervivencia, que parece lo obvio. Ese verso caído, que resulta más el consejo tibio de una amiga, habla sin tapujos de una de las mayores lacras del heteropatriarcado. Y lo hace sin metáforas, usando la palabra y haciéndola sonar. Vio-la-ción. Recordando que también se puede resistir a trozos. Que no hay nada aquí de lo que avergonzarse.
Otras formas de usar la boca no es, o no debería ser, un libro para niñas. Llega un momento en el que se antoja un manual de instrucciones para el macho sordo y ciego -animal- ante el coito: "el sexo supone el consentimiento de los dos / si una persona está tumbada sin hacer nada / porque no está preparada / o no está de humor / o simplemente no quiere / y aun así la otra está teniendo sexo / con su cuerpo no es amor / es violación". A veces la poeta se refiere sencillamente a la brutalidad de ciertos hombres, a la poca conciencia de que lo que tocan, besan y penetran no es un recipiente, sino el cuerpo de una mujer: "la destripa / con los dedos / como si arañara / el interor / de un melón vacío".
Otras formas de usar la boca no es, o no debería ser, un libro para niñas. Llega un momento en el que se antoja un manual de instrucciones para el macho sordo y ciego -animal- ante el coito
Refleja también la insatisfacción femenina en la cama. La actuación. "te abres paso dentro de mí con los dedos y me estremezco. Es como si pasaras una goma contra una herida abierta. No me gusta. Empiezas a empujas más y más rápido. Pero no siento nada. Buscas una reacción en mi cara así que me pono a actuar como las mujeres desnudas que salen en los vídeos que ves cuando crees que nadie está mirando". Ella habla por las amigas, las madres, las hermanas, las tías. Las mujeres de su familia que mantuvieron la boca cerrada ante la mirada del hombre. Y habla también contra esos hombres -amigos, padres, hermanos, tíos...- que se entraron en sus piernas sin permiso y que han hecho que nunca más, nunca más, -ni en una cama segura-, se deje de tener miedo.
Edipo, regla y vello
Poco después tritura la ausencia del padre. A ratos le habla como a un Dios lejano. Sólo que, a diferencia de lo que quieren creer los religiosos de su deidad, el padre de la voz poética de Kaur se fue por su propio pie. "iba a ser / el primer hombre al que amaras en tu vida / todavía lo buscas / por todas partes". Y ataca: "tu hija (...) crece y confía en los hombres que le hacen daño / porque se parecen demasiado / a ti". Ahí reflexiona sobre cómo la imagen paterna ayuda a conformar el patrón del hombre que se conoce y se acepta como normativo. Edipo y sus peligros.
Por último, la reivindicación del yo femenino. Es de recibo recordar que no hace tanto, un proyecto universitario de Kaur -bautizado como Period- se hizo viral: consistía en una sesión de fotografías que reflejaban la menstruación en el día a día de la mujer, sin filtros ni tapujos, y que Instagram censuró. También se arranca aquí ese viejo pudor: "en apariencia no es elegante por mi parte / mencionar mi regla en público / porque la biología de mi cuerpo / hoy en día es demasiado real / está mejor vender qué hay / entre las piernas de una mujer / que mencionar / su funcionamiento interno (...) el uso lúdico / de este cuerpo se ve como / algo bonito mientras que / su naturaleza / se ve como algo feo".
Kaur lideró un proyecto universitario que consistía en una sesión de fotografías que reflejaban la menstruación en el día a día de la mujer, sin filtros ni tapujos, y que Instagram censuró
Escribe contra la culpa: "quizá / no merezco / cosas bonitas / porque estoy pagando / por pecados / que no recuerdo". Y contra los hombres que imponen un canon a sus parejas: "la próxima vez / que te diga / que te está creciendo / el pelo de las piernas recuérdale / a ese chico que tu cuerpo / no es su casa / que es un invitado / avísale de que / nunca vuelva a ir más allá / de su bienvenida". Se despide con una disculpa a sus compañeras. A todas esas mujeres a las que llamó guapas antes de inteligentes o valientes "como si aquello con lo que has nacido / fuera de lo que tienes que estar más orgullosa / cuando tu espíritu ha aplastado montañas". Llama a la unión y subraya que una es capaz de seguir adelante es porque es capaz de reconocer cuántas mujeres fuertes tiene a su alrededor.