En los fanzines, el Rock Ola y La luna de Madrid se juntaron todos los actores de La Movida. No era un movimiento subterráneo, estaba expuesto y era público. Paloma Chamorro disparó con La edad de oro a los integrantes de aquello, del mito underground a la cuna del mainstream, en TVE. Del Rastro a la tele. Había ganas de boom, de hacerlo explotar, “toda la cultura madrileña de aquellos momentos quería salir a la luz”, explica Borja Casani a José Luis Gallero, en el libro Sólo se vive una vez: esplendor y ruina de la movida madrileña (Árdora), un libro publicado en 1991 y descatalogado. En él se incluyen decenas de entrevistas, entre ellas una mítica, muy poco difundida y absolutamente incorrecta, con la periodista, filósofa y presentadora.
He dedicado 20 años a la tarea de hacer programas de TV que yo pudiera ver sin vergüenza, sin que me doliera el estómago
El encuentro sucede en diciembre de 1990, y la presentadora acaba de salir de la Audiencia Provincial con un fallo exculpatorio, tras ser procesada por ofensas a la religión. Colgó en el programa, en 1984, un crucifijo rematado con una cabeza de cerdo. Tres años más tarde, el fallo de la Audiencia fue confirmado por el Tribunal Supremo, pero ella estaba tocada con la persecución a su libertad de expresión: “Esto no te va a servir de nada, porque viniendo, como vengo, de la Audiencia, puedo pasar de despotricar a no saber qué decir...” Se muestra harta de “eso”: “Aparte, qué es eso. ¿Qué es eso de la movida?”.
Paloma Chamorro ha muerto y con ella el altavoz de la Movida... ¿de qué? “La Movida, en los setenta, era cuando queríamos ir a comprar chocolate dos amigos que nos habíamos encontrado en una exposición o en un concierto. Eso era hacer una movida, y no otra cosa. De cuando empieza la palabra a escribirse con mayúscula y a entrar en negocios políticos, en subvenciones y en solicitaciones, no sé nada”, arranca el bis a bis entre Gallero y Chamorro.
Un grupo de amigos
El poeta, editor y crítico de arte recuerda hoy que la entrevista acarreó unos cuantos disgustos a Chamorro, que miraba con mucho escepticismo el legado de todo lo conseguido entonces. “¿Qué ha dado aquello? ¿Qué queda hoy en España, en los años noventa, que venga de la España de los años setenta? ¿Una jovencita que se llama Sybilla y que hace moda, un señor que se llama Pedro Almodóvar y hace películas, Guillermo Pérez Villalta y sus cuadros, etcétera? Eso son creadores individuales, no un movimiento”.
Nadie pensaba que de eso fuera a salir la nueva cultura, ni la Europa de los noventa, ni el no va más de la modernidad
Ni siquiera era un grupo de amigos, dice. “La movida era ir a comprar chocolate un día. Eso era la movida”. Ir a La UVA de Hortaleza “a pillar hachís”. “Nadie pensaba que de eso fuera a salir la nueva cultura, ni la Europa de los noventa, ni el no va más de la modernidad. Imposible pensarlo, puesto que es justamente lo contrario, una manera de sobrevivir en la nada...”
Tanto La edad de oro como La luna de Madrid eran los órganos donde los jóvenes parecían mostrarse en desacuerdo con las ideas hegemónicas. Sin embargo, la Movida nunca llegó a constituir una cultura al margen de la norma (contracultura); el movimiento nunca puso en cuestión la hegemonía y participó en el proceso de Transición a la sombra de los padres de la Constitución. Fue una subcultura juvenil que formó parte del discurso de la política reformista, de consenso y, finalmente, del olvido que se cebó con ella.
“Fue publicitado después, cuando ya había muerto”, continúa Chamorro en la conversación. “Al dejar de existir es cuando pasó a ser etiquetado. Lo que estaba sucediendo al principio no era la movida”. Insiste en señalar que no eran más que “rosas en el desierto”, pero aquello no tenía nombre. “Era una gente que estaba fuera de y que de pronto hacía una movida, un movimiento, una mudanza, un cambio. Aquello no tenía nombre”.
Culpable de la modernidad
Las excursiones a por droga fueron la movida y los programas que llegaron después de La edad de oro, que se emitió entre 1983 y 1985, “basura”. “He dedicado 20 años a la tarea de hacer programas de TV que yo pudiera ver sin vergüenza, sin que me doliera el estómago”. La presentadora aseguró a Gallero que ella ha puesto de moda las artes plásticas en España, que es “culpable” de que haya 299 galerías en Madrid, en lugar de las 14 que había antes… Lamentaba la basura en la que se ha convertido la parrilla en menos de seis años.
“La Edad de Oro nunca existió”, sentencia tajante. Le cuenta a Gallero que realizar un programa en directo de hora y media a tres horas a la semana, con conciertos de proyección internacional, con información de artes plásticas, “no podía existir”. Asegura que en el extranjero no daban crédito, que nadie creía que fuera posible, que “todo es mentira”. “Mi error fue hacer una cosa que no se podía hacer. Y lo estoy pagando todavía”.
Su inteligencia transmitía una especie de corriente eléctrica que producía un efecto embriagador en sus interlocutores
José Luis Gallero recuerda que Sigfrido Martín Begué (1959-2011) los describió en alguna ocasión como “grandes improvisaciones en directo”. El editor cuenta a EL ESPAÑOL que pocas personas “tan lúcidas” como Paloma Chamorro ha tenido la oportunidad de conocer. “Su inteligencia transmitía una especie de corriente eléctrica que producía un efecto embriagador en sus interlocutores (y no solo por el hecho de que el vino, a ser posible en botella mágnum, no faltaba nunca en las reuniones). Su prodigioso talento hizo posible que los programas de televisión que dirigía adquiriesen el carácter de verdaderos acontecimientos”, dice.
Decepción democrática
“Era la suya una inteligencia implacable y, sin embargo, alegre. La decepción y amargura provocadas en su ánimo por la mezquindad y mediocridad institucionales y ambientales, las ocultaba en su interior o las expresaba con divertidos sarcasmos”.
Paloma se movió siempre entre la popularidad excesiva y el alto nivel minoritario
A juicio de Miguel Trillo, la persecución de la que fue objeto por parte de los medios de comunicación respondía al hecho de “haber apoyado claramente una historia que era, o creían que era, marginal”. “A raíz de su voluntario distanciamiento de la escena pública, su figura se convirtió sin duda en la más añorada de la cultura y contracultura madrileñas de las dos últimas décadas”.
Tal como su amigo Herminio Molero señaló en su día, “Paloma se movió siempre entre la popularidad excesiva y el alto nivel minoritario,” una ecuación que no supo resolver y que, por otra parte, constituyó el problema de toda su generación”. “Pero el sueño de abolir el viejo régimen fue su compañero hasta el último momento”, añade Gallero.
Soy la culpable, en parte, de que esté pasando lo que está pasando
“Lo peor es que, encima, no paro de ver nuevos negocios del arte o programas en directo de música pop, y todo es tal grado de basura… Yo he ayudado a comprender que se podía hacer música en directo -con sonido directo- por TV, o que eso de la pintura puede interesar a alguien más que al mero coleccionista. Soy la culpable, en parte, de que esté pasando lo que está pasando”. La autoestima de Chamorro era suficiente para reactivar la cultura española. Pero lo cierto es que Madrid centró tantas expectativas que prácticamente era imposible que se cumplieran todas.
Sólo cáscara
Chamorro lamentaba que de todo el movimiento no quedó más que “la cáscara”, que nunca llegó a ocurrir, que apenas se podía juntar a los protagonistas de la Movida. Cuenta junto a Gallero: “Pedro, Alaska, Ceesepe, Sybilla, Carlos Berlanga, Santiago Auserón, García Alix, Sigfrido Martín Begué, Pérez Villanta, Pablo Pérez Mínguez o Bernardo Bonezzi.
Sólo ha pasado una década desde la Movida y a ella no le queda ni gota de esperanza. “No sólo no abriría una galería de arte, abriría una empresa para acabar con las galerías de arte”, dice. Le pregunta a Gallero si sabe por qué quienes criticaron en los ochenta la Movida, en los noventa la reivindican: “Porque un señor que se metió a manager cuando empezaban Alaska, Radio Futura y Gabinete Caligari, ahora tiene que ser manager de Héroes del Silencio… [risas] ¿Cómo no va a hablar de aquello como la edad de oro? En cuanto te paras a pensar en la última década del siglo XX, te da la risa”.
Duró lo que duró esa novedad, esa frescura, esa originalidad, ese vayamos donde queramos…
Paloma Chamorro participó en la creación de un país que quería libertad y se encontró con una decepción mortal. De esperanza a mero accidente. “Duró lo que duró esa novedad, esa frescura, esa originalidad, ese vayamos donde queramos… ¿Qué pasa? Que al cabo de los años nuestra libertad había dejado de ser tan joven para ser un poquito más vieja y más maliciosa".