¿Qué pasará por la mente de un asesino a sueldo?, ¿cómo puede uno vivir con la carga de haber matado a casi 500 personas?, ¿es la única forma de salir a flote en ciertos países pobres? Son preguntas que uno se hace siempre que ve las noticias. El cine y la literatura ha tendido a la simplificación del asesino, presentándole como un loco sin capas, pero a veces hay que mirar más allá, e incluso preguntar y hablar con el monstruo.
Eso es lo que ha hecho el escritor Klester Cavalcanti, que en su obra 492 muertos da voz a Julio Santana, un brasileño de origen humilde que acabó convertido en uno de los mayores sicarios del mundo. Santana comienza siendo un hijo leal, un devoto cristiano que al principio se ve atormentado cuando le piden que mate.
Pero en Brasil las normas y la vida va a otro ritmo, y “el respeto por la vida ajena es un lujo que Julio no puede permitirse”, como reza el libro. A los 17 años, entrenado por su tío, empieza su caída a los infiernos y empieza a matar. Demuestra unas cualidades sobrehumanas, lo que le convierten en el asesino a sueldo más cotizado. Sólo décadas después, y casi 500 muertos más tarde, se plantea dejar de matar.
El libro, que ha sido comparado con Ciudad de Dios y cuyo director Fernando Meirelles ha calificado como una “de las mejores obras de no ficción que existen”, es el resultado de siete años de conversaciones entre el autor y el sicario. No sólo es el retrato de un asesino, sino también de un país que tiene la violencia en su sangre, y la muestra de hasta qué punto, en ocasiones, una carrera en el mundo del asesinato por encargo puede ser no muy distinta a cualquier otra.