Eva Hoffman (Cracovia, 1945) aspiraba a convertirse en concertista de piano en la Polonia comunista cuando sus padres, judíos casi forzados a emigrar por el antisemitismo imperante, deciden embarcarse rumbo a Canadá. Lo único que saben de ese país americano es que huele a resina, que es fácil hacerse rico y que, a diferencia de lo que ocurre en Israel, allí no están en guerra. A cambio, su formación, sus amigos, su idioma, sus amores juveniles, toda su vida se pone, contra su voluntad, sobre una mesa de apuestas donde siempre se pierde.
Estamos en 1959, hace solo seis años que Stalin y su culto a la personalidad (del que la autora nos ofrece algunos desternillantes detalles) ha pasado a la historia, y a Hoffman le parece que Vancouver es un páramo: “Todo aquí es enorme, aburrido y amorfo”. El electroshock cultural es total. Tanto es así que su único consuelo es recordar el paraíso perdido de su infancia polaca, la única patria posible para alguien que confiesa no ser patriota ni haber tenido derecho a serlo.
La judeidad, su problemática vivencia de la identidad judía, y su condición de mujer afloran una y otra vez a lo largo de las páginas de Extraña para mí; una vida en una nueva lengua (Báltica Editorial). Cuando se enfrenta a la dura realidad de adquirir un nuevo idioma y una nueva identidad, Hoffman se da cuenta de que nunca se ha sentido realmente polaca ni tampoco judía. Y que tampoco va a llegar a ser nunca una auténtica americana.
Al final, Hoffman entiende que para ella la única identidad posible es aceptar su propia multiplicidad, convertir su inadaptación en una forma de adaptación. “A partir de ahora”, confiesa al terminar la segunda parte titulada El exilio, “estaré compuesta de fragmentos, como un mosaico, y de mi conciencia de ellos. Es esta conciencia observadora la que me hace ser, a pesar de todo, una inmigrante”. Gracias a esta conciencia fragmentada, Hoffman podrá sintonizar mucho mejor con un tiempo en el que las identidades y las nacionalidades homogéneas han quedado atrás. Es entonces cuando decide abandonar la música y descubre su vocación literaria.
Hoffman se entrega con pasión al estudio de su nueva lengua, hasta el punto de convertirse en doctora en Literatura inglesa por la universidad de Harvard y en periodista cultural de The New York Times. “Es una apuesta formidable, pascaliana, este salto al futuro, a la corriente del río. Significa, después de todo, que ya no intento detener el tiempo, que ya no intento evitar que el barco zarpe de la costa del Báltico y que empiezo a aceptar voluntariamente el porvenir”. Hoffman ha conquistado el nuevo mundo, una voz y un universo propios.
Escrito en una prosa elegante y llena de lirismo, Extraña para mí; una vida en una nueva lengua mezcla el diario íntimo y el ensayo; un libro “ameno y profundo”, en palabras del premio Nobel de Literatura Czeslaw Milosz. Una lectura imprescindible para quienes se interesen por los problemas de la identidad, las interferencias culturales, los desafíos de una vida nómada en un mundo cambiante y afortunadamente mestizo como el que nos ha tocado vivir.