Gabriela Wiener: "No podemos celebrar lo colonial, fue un crimen racista"
La escritora peruana rescata del archivo familiar una historia tan íntima como universal en su libro Huaco Retrato, y nos permite acompañarla de forma hipnótica por el duelo, la descolonización del deseo, la búsqueda de identidad y el racismo estructural que empapa nuestra sociedad.
12 octubre, 2021 02:25Noticias relacionadas
"Mi reflejo se mezcla en la vitrina con los contornos de estos personajes de piel marrón, ojos como pequeñas heridas brillantes, narices y pómulos de bronce tan pulidos como los míos hasta formar una sola composición, hierática, naturalista". Esta es solo una de las muchas reflexiones que la protagonista de Huaco Retrato (Literatura Random House) nos regala tras ver en la cara de las obras expoliadas del museo etnográfico de París su propia imagen. La figura de su antepasado, el explorador del siglo XIX Charles Wiener, le permite hacer un viaje crítico a la inversa y analizar la mirada eurocéntrica y racista de la cultura precolombina, desde la posición de migrante de una excolonia española.
El tatarabuelo Wiener, ese hombre del que la familia presumía y que expolió casi 4.5000 obras de arte precolombino además de secuestrar a un niño peruano para llevárselo a Europa, era todo un enigma para Gabriela Wiener (Lima, 1975). Este dudoso "explorador" le sirve a la autora para hablar de su legado familiar, del racismo, de la descolonización del deseo, de la identidad e incluso del poliamor. "Me faltaba toda la historia contemporánea para unir los puntos. Wiener era un hombre que trataba con infinito desprecio su cultura y su identidad. Quise investigar en su figura el contexto científico del siglo XIX europeo, aunque es más bien una relectura de su historia", nos cuenta la escritora durante su entrevista con EL ESPAÑOL.
La voz narrativa de Huaco retrato es una voz que lidia con sus contradicciones, que está todo el rato en conflicto y lucha desde un lugar incómodo donde escarba para conocerse a sí misma y también a los demás. Con ello, Gabriela Wiener nos anima a descolonizar nuestra mirada, a pararnos por un segundo a pensar qué supone celebrar un día como el 12 de octubre, cómo es la vida de una activista descolonizadora, chola, feminista, queer y migrante en el mundo.Todo ello con una escritura que maravilla y hace devorar este lanzamiento literario. Su honestidad, valentía y prosa te atrapan en esta obra, de la que sí se debe hablar el Día de la Hispanidad.
¿Cuánto hay de ficción en Huaco Retrato? ¿Nos encontramos ante un libro autobiográfico?
Los materiales de la realidad están, pero es un libro en el que deliberadamente hay ficción. Siempre he hecho literatura personal, ensayo del yo, hay una base autobiográfica en todo lo que escribo. Sin embargo, en éste sí hay una intención fabuladora y novelística.
La protagonista se siente identificada con un huaco retrato. ¿Hay que acudir a museos para identificarse? ¿Sientes que en el arte contemporáneo o incluso en los medios hay poca diversidad de representación?
Sí, somos medio hijos de los patriarcas europeos que perpetuaron el despojo para luego abandonarnos con un apellido que no entendemos. Esa experiencia de trauma, del abandono está en el libro. Es algo esencial en nuestro continente y en las familias de allí, se transmite de generación en generación y afecta a la hora de abordar cualquier cuestión contemporánea. La forma en la que nos miramos en el espejo, cómo vivimos el deseo o el amor.
También mencionas a los huaqueros, esos saqueadores de yacimientos arqueológicos que "extraen y trafican, hasta el día de hoy, con bienes culturales y artísticos". ¿Crees que en algún momento volverán todas esas obras expropiadas a su lugar? ¿O también han sido afectadas de forma irreparable por ese "no lugar"?
Ahora está sobre la mesa la idea de patrimonio y es un tema complejo. No voy a hacer especulaciones, porque no es solamente el hecho de que siga habiendo una estatua de Colón en una plaza importantísima, o que se celebre el 12 de octubre como la Fiesta Nacional en España, o que todavía haya patrimonio cultural en los museos europeos. Eso son solo consecuencias. Lo que hay es una colonialidad que nos atraviesa y esas son algunas muestras.
No es solo necesario pedir perdón, que eso sería poco, se necesita una reparación mediante la memoria histórica, que haya todo lo contrario a lo que hay ahora: esos memoriales que sostienen y celebran lo colonial. Hay que recordar que allí hubo una tragedia humana, crímenes racistas, pasaron cosas terribles contra las poblaciones originarias.
Vivimos en Europa una situación terrible en la que el auge de la extrema derecha está proliferando los discursos de odio, ¿cómo podemos combatirlo?
Lo personal y colectivo es político. Llega en una coyuntura bastante feroz como dices, de arremetida de esas posiciones más conservadoras, racistas y homófobas. Reorganizadas además políticamente, precisamente para responder a la resistencia de las poblaciones indígenas, de las poblaciones que están cansadas de sostener el mundo y de seguir así precariamente ante una pandemia, de no tener derechos ni siquiera para salvar sus vidas.
Cuando llegan a Europa lo que encuentran es muerte en las fronteras, y dentro estigmatización y violencia racista. No solamente hay drama humano en los países desde los que viene estas migraciones, sino que también hay miedo a la organización y los movimientos sociales de la gente que han surgido a consecuencia de un hartazgo de un sistema que les oprime.
Como la fuerte discriminación que viven cada día los sudamericanos migrantes en España. ¿La vives en tus propias carnes?
La protagonista es una migrante de una excolonia, y lo que me interesaba es hablar de una dimensión más íntima en la que se vea el impacto en las vidas cotidianas. Existe ese discurso de odio y esas bestialidades que se lanzan incluso desde el Congreso o los medios de comunicación.
Hay un racismo estructural, una Ley de Extranjería, un maltrato a la población migrante por parte de las instituciones y esto se refleja en las calles, en nazis que se dedican a insultarte o pegarte o matarte, mujeres sudacas como yo acuchilladas por serlo, maricones asesinados al grito de "maricón". Es un momento de bastante virulencia. Se retroalimenta ese discurso simbólico de odio con obviamente la violencia racista estructural, que ahora mismo forma parte del Estado español, de su gobierno y de su oposición.
¿Por qué cuesta tanto ser solidarios?
Mientras que no sea abolida la ley de extranjería, no podemos hablar de solidaridad o inclusión. El libro muestra las consecuencias de las realidades coloniales en nuestra vida y en nuestro presente. Nos sobran historias sobre los señores colonos, los científicos de grandes conocimientos, pero no sabemos nada de las mujeres, y esto ocurre en todas las familias. Para mí es importante contar esa memoria saqueada a partir de mi propia memoria familiar, que es una manera de también hacer mío este relato. Para avanzar en el futuro hay que mirar al pasado, y la herida no es solo mía, es una herida abierta de nuestro continente y es tan histórica y genérica como íntima.
¿Se termina en algún momento esa sensación de otredad? ¿O va intrínseca en el ser migrante?
Me sirve para hablar de uno de los conceptos que atraviesa el libro que es lo ilegítimo. Relaciono eso ilegítimo con los huacos, que fueron saqueados sin criterios científicos. No tienen un origen claro y acaban terminando en oscuros almacenes de los museos, están ahí porque no se les puede atribuir a nada, ni a nadie. Me sirve los huacos como metáfora o disparador de sentidos para hablar de nuestra condición de ilegítimos y bastardos. Somos como huacos robados que no se sabe muy bien de donde salieron, ahí hay una reivindicación de lo dudoso, del crecer dudoso.
Hablando de otredad, también reflexionas sobre "la otra", "la amante". ¿Quién es en realidad la otra? ¿Es una forma de enfrentar a las mujeres una vez más?
Desde luego toda la novela da vueltas en torno a lo ilegítimo, tanto en la herencia bastarda, también en ser el hijo o hija ilegítima bastarda fuera del matrimonio. El patriarcado organizado nos ha hablado de la mujer oficial y la mujer ilegítima, que siempre es otra manera más de separar a las mujeres y enfrentarlas, cuando en medio hay un señor que no ha sabido arreglar bien sus cosas.
Esto lo padecen las familias, hay unas inercias en las tensiones del amor muy complicadas. Todavía se le da mucha importancia a la foto familiar, la fachada del que dirán… Con este libro me meto con todas las instituciones posibles que puedo, también con la de la familia, porque detrás de esa foto donde todos estamos sonriendo hay muchísimas cosas silenciadas que no se dicen, cosas oscuras que pueden haber generado historias de dolor que siguen latentes y que nacen ahí, en la propia familia.
También encontramos en Huaco Retrato una relación poliamorosa, una forma de amar de la que ya has escrito anteriormente, ¿por qué decides darle de nuevo un espacio?
Quería analizar esa relación entre el amor y el racismo. Tengo otras obras en las que hablo más específicamente sobre la crisis del poliamor que viví. Lo hice en mi monologo autobiografico Que locura enamorarme yo de ti. En esta ocasión quería dar pie a las relaciones que existen entre racialización y deseo, que tanto están condicionados nuestros cuerpos, apetitos y sexualidad. La forma en la que hemos sido marcadas desde niñas por estos mandatos de belleza, de piel, de blanquitud y como con toda esa carga está presente cuando te lanzas al mercado de los cuerpos, a las formas del amor. Es complicado hacerlo sin salir más dañada de lo que ya llegaste.
¿Cómo se consigue la descolonización del deseo de la que hablas en el libro?
No es una perspectiva que se suela tratar demasiado cuando hablamos de amor, solo hablamos de género, monogamia y nos olvidamos de que la raza y la clase son otros cruces que crean desigualdad y desequilibrio entre las personas, y que hacen que el amor no sea algo tan sencillo.
Estos "Talleres de descolonización del deseo" están inspirados en mis vivencias reales con la comunidad antirracista en España. Han sido los lugares de refugio, fiesta, baile, sexualidad y de reparación afectiva para nuestra tristeza, y es ahí donde muchas veces nos hemos planteado al estar reunidos de manera no mixta, es decir, con personas no blancas, qué hacer con este deseo blanqueado, cómo descolonizar nuestro deseo. Esa es la gran pregunta: ¿Por qué nos enamoramos de blancos y blancas nada más? ¿Por qué están en la pirámide de jerarquía de nuestro deseo? ¿Quién nos lo impuso? ¿Quién decidió a quién deberíamos amar? ¿Quiénes merecían nuestro amor?
Otra relación interesante es la de padre e hija que vamos descubriendo a través del duelo. ¿Crees que irónicamente nos convertimos con el paso del tiempo en nuestros padres? ¿Estamos predestinados a ser como ellos aunque los miremos con cierta crítica y perspectiva?
Desde luego es algo con lo que hay que lidiar, esas herencias. Yo no sería tan pesimista, pero creo que al final nos convertimos un poco en nuestros padres y madres. Suele ser feroz lo que mamamos desde niñas, el tema del amor como comentabas, el tema del deber ser maternal, esa figura de la esposa, estamos soportando mandatos con roles muy claros desde hace mucho y eso es tremendo.
Ahora, no me resignaría para nada, creo que estamos en posición de revelarnos para cambiar esas cosas que están como medio predestinadas o que parece que nos han tocado. Mi madre sufrió la doble vida de mi padre, mi abuela tuvo un hijo con 14 años, de alguna manera la protagonista de la novela tiene todo eso detrás y tiene que hacer algo con ello. Aunque la sinergia la empujen a reproducir esas tendencias y miedos, lo que intenta es trabajar por no reproducirlos. Y creo que es posible.