Cuando Romina abre las piernas y baja con sus caderas hasta el suelo, no enseña muslo ni se le sube la falda. Lleva pantalón, camiseta ancha y cadenas. Tampoco se le pega el pelo a la nuca cuando suda de tanto frotarse junto a sus amigas en algún bar. Tiene el pelo corto y rapado a los lados. No le gusta que le digan que mueva el culo, prefiere ver cómo otras lo mueven con soltura montaraz al grito de "empújalo, mujer, ay".
Torsos y nalgas celulíticas temblando como gelatina, mujeres perreando no para la satisfacción masculina, sino para la propia. "Tú quieres duro. Duro te doy en lo oscuro", canta Héctor el Father. Qué machismo, qué escándalo. Pero ¿y si a ella le gusta que le den duro? ¿Y si es ella la que quiere dar duro? Como dice la periodista especializada en género June Fernández, "¿o sea que si yo me froto contra un tío es para darle gustito a él? ¿Acaso no creen que frotarme me da gustito a mí?".
A Romina se le ocurrió cambiar la clásica figura del macho reggaetonero por la de una lesbiana, ella. Así nacieron Chocolate Remix —su nombre artístico— y el lesbian reggaeton: "Me parecía que, además de gracioso y burlón, subvertía el orden de las cosas. El reggaeton se caracteriza por un fuerte contenido sexual en sus letras, así que quise tomar eso para exponer mi punto de vista sobre el sexo lésbico y también para cuestionar los modelos establecidos". "Lo del tamaño no es clave, vamos a ser honestos, que una mujer prefiere dos dedos bien puestos. Mirá lo que te digo, que tu pito será grande pero no más efectivo", canta la argentina en su tema más conocido, Lo que las mujeres quieren.
"Otra característica del reggaeton que quise aprovechar es la tiraera, que es cuando los cantantes, en una explosión de testosterona, intentan degradarse los unos a los otros para ver quién sale ganando en esa ‘competencia’ de virilidad. Aprovechando esa regla absurda y en modo satírico, le canto a los hombres algo así como "yo soy mejor que vos, las mujeres me prefieren a mí". Es una estupidez, pero por lo visto funciona, ya que muchos machitos se sienten ofendidos con lo que digo", explica Chocolate.
Reggaeton tortillero feminista
Cuando cantan Osa Flaca y Sultana a veces ponen morritos y dejan resbalar sus manos por el cuerpo, de norte a sur, en un gesto similar al de las adolescentes de discoteca de polígono. Ambas chilenas forman el dúo Torta Golosa, "reggaeton tortillero feminista", tal y como ellas lo definen.
Al poliamor, a las heterocuriosas o a las camionas lanzan sus letras ácidas: "Yo soy esa machorra que tu madre te advertía […] Nunca tuve closet, desde chica fui tortilla. No sé correr con tacos, uso pura zapatilla […] No hay hetero que aguante el poder de nuestra rima". "La gran mayoría de las letras son machistas, pero eso no es exclusivo del reggaeton: también pasa en la trova, en el hip hop, en el rock, en el metal, en el tango... El reggaeton es un ritmo latinoamericano, mestizo y marginal, quizá por eso se asocia a ser inculto. A nosotras nos gusta resignificarlo y dotarlo de contenido. De esta manera, quizá sirva como una herramienta de empoderamiento; que toda mujer pueda perrear hasta abajo disidente y libremente", explican.
Hace apenas unos meses que las camionas de Torta Golosa comenzaron a reunirse por la noche para componer canciones cuyas letras se clavan en la carne como los muelles de una cama vieja. Su objetivo no es el ataque, sino la resistencia: formar a un ejército de mujeres, hacerlas conscientes de que "la violencia hacia ellas es estructural". "El machismo se ha naturalizado y en lugares como Chile es avalado por políticas públicas como la penalización del aborto". Según ellas, el feminismo les ha jodido la vida: "Una vez te das cuenta de que la violencia machista está en todas partes es imposible no cuestionarse las relaciones familiares, las de amistad, las de pareja e incluso las laborales. Una vez te haces feminista, no puedes disfrutar de una canción si habla mal de una mujer".
Prejuicios fuera
Mientras la noche se acobarda por la salida del sol, las mujeres aprovechan para gritar, con una juventud chirriante y perpetua, "dale, papi, que estoy suelta como gabete". ¿Se puede ser feminista y entregarse al placer del reggaeton? ¿Si ella "baja hasta abajo" y se pone de rodillas al ritmo de El taxi deja de ser una mujer fuerte?
La periodista y psicóloga cubana Sandra Abd’Allah-Alvarez, autora de diversos artículos sobre la relación entre este tipo de música y el machismo, apunta que "todos los géneros son portadores de estereotipos". "Los que creen que es solo cosa del reggaeton son unos eruditos algo ignorantes y elitistas: hay bastante desconocimiento sobre su función social, como en su momento pasó con el rap. Estos géneros nacen de sectores de la población frecuentemente excluidos de los circuitos legitimados como cultos y que han renovado el concepto de hacer música. Ya no solo es músico un joven que ha estudiado en un conservatorio y ha dedicado su vida a un instrumento. Hace mucho tiempo que hacer música significa no haber ido a escuela alguna, como lo hizo Benny Moré, y poder dirigir una jazz band".
Es un espejo que muestra lo que no queremos ver. Hay mucha hipocresía, y el reggaeton nos lo pone todito en la mesa
Respecto al clasismo, Abd’Allah-Alvarez asegura que todos los días lee en su Facebook comentarios sobre la baja preparación de las personas que producen y consumen reggaeton. "Hace unos años atrás, el tema más popular de la isla, Cerro cerrao de Insurrecto, ganador de varios premios, fue muy criticado. Hay gente que, en mi opinión, está tan arriba en la escala social que desconoce la Cuba de los barrios. Esa visión idílica de lo que es este país también es elitista", añade. Por eso, asegura, hay una cosa que debemos agradecerle a este género musical: "Es como un espejo que nos muestra lo que no queremos ver. Hay mucha hipocresía social, y el reggaeton nos lo pone todito en la mesa".
La periodista June Fernández explica que en América Latina este género está potenciando la hipersexualización de las mujeres como objetos de deseo, pero aboga por extraer de él cierta grosería que haría bajar unos cuantos escalones al feminismo burgués y acomodado: "Tal vez allí no sea empoderador, pero creo que aquí nos va bien un poco de esa feminidad barriobajera, sin clase, de hembras en celo que no cruzan las piernas sino que las abren de par en par".
La cuestión es: ¿escandaliza el machismo o es una honestidad bruta y cerril a la hora de hablar de ciertos temas la que provoca que la sociedad se abochorne? "Todo lo que tiene que ver con el sexo escandaliza más porque lo cierto es que machismo hay en muchísimos géneros musicales. Nos llevamos las manos a la cabeza cuando Daddy Yankee dice "a ella le gusta la gasolina", pero no cuando Melendi canta "y pido al cielo que sepa comprender estos ataques de celos que me entran si yo no te vuelvo a ver". El problema, entonces, es de sexofobia", apunta Fernández. La vulgaridad de ofrecer el trasero, el sonrojo de pedir fuera de la cama y con una exclamación que nos toquen y nos froten.
Hace ya diez años, la rapera y reggaetonera Ivy Queen explicaba en una canción que si eres hombre y te excitas al bailar con una mujer, no debes dar por hecho que hay algo que terminar: "Yo quiero bailar, tú quieres sudar y pegarte a mí, el cuerpo rozar. Yo te digo 'sí, tú me puedes provocar', eso no quiere decir que pa’ la cama voy". "Porque yo soy la que mando, soy la que decide cuándo vamos al mambo y tú lo sabes", proseguía la letra.
Carga sexual liberadora
Un año más tarde, en 2006, Ñejo hablaba de una criatura osada y libre como un cielo despejado: "No quiere novio, quiere vacilar na' más. No quiere a nadie que le esté diciendo na', ningún bobo que le venga hablando pendejás. Ella no tiene que explicarle a nadie pa' dónde va".
Ese mismo año, las chicas de La Factoría, conocidas por cantar "yo soy tu gatita, tu gatita", descargaban su rabia al entonar: "Dale, que hacer daño es lo que sabes. Voy a pedirle a dios pa' que tú me la pagues. Eres el maestro del engaño y de la tiranía. Acabaste con los sueños y con la vida mía". Un paso más allá dio DJ Kun, que hizo un alegato feminista en contra de los cánones de belleza y de la gordofobia: "Nada de silicona, nada de liposucción, sin prejuicios ni complejos, 100% natural, dedicamos este coro a las yales de verdad […] El perreo de la fea la linda lo desea", recitaba en Yeah Maracuyeah.
"A mí el reggaeton me encanta por lo bailable, lo pegadizo y lo cachondo del ritmo, así que no veo por qué desaprovecharlo. Es de los pocos estilos latinos donde la mujer, a la hora de bailar, es la que lleva la batuta y puede hacerlo sola en una barra, en pareja o en grupo. Además, su carga sexual es mucho más liberadora que inhibidora", apunta Chocolate Remix. De la misma manera que no vamos a una ciudad a estar solos, jamás acudiríamos a un bar a dejar los pies deprimidos. "Dale, mami", que el feminismo reggaetonero, como diría Calle 13, se te mete por debajo de la falda como un submarino; sube, baja, sacude el culo, saca la lengua, pégate y dale muy duro.