Aquella vieja canción de The Buggles no tenía razón: al final, el vídeo salvó a la estrella de la radio. El vídeo es YouTube y la radio se llama Spotify. La música no ha dejado de sonar de fondo y con la incorporación de parte de la discográfica de The Beatles a la discoteca universal no dejará de hacerlo. Los dueños de los derechos de la banda han decidido dejar de resistirse y liberar las canciones del grupo más famoso de la historia de la música. Es el mayor regalo navideño y como tal ha sido presentado: llegará a Spotify y otras plataformas como Apple Music, Deezer, Google Play Music, Microsoft Groove, Amazon Prime Music, Napster, Slacker Radio y Tidal. George, Ringo, Paul y John en abierto pueden destronar a Justin Bieber, con récord de escuchas.
El cierre del curso viene a confirmar un cambio de hábito como no se había visto antes: el oyente/consumidor de música ya no almacena tanto sus canciones preferidas en una memoria digital como las escucha en red a través de canales gratuitos de vídeo, portales especializados o un simple blog particular. De los cilindros de cera, los discos de pizarra, la cinta magnética, el vinilo, las casetes o el disco compacto, el consumo actual de música tiene más que ver con marcas como Deezer, 8tracks, Pandora, Tidal o Rhapsody. Y con una eficaz app de mensajería, WhatsApp, que engrasa el tráfico.
El formato digital permitió de entrada el almacenaje y el transporte de música en un dispositivo más pequeño
Primero fue el formato. Con la aparición del disco compacto a principios de los años ochenta, el mercado de la música daba, seguramente sin ser consciente del todo de la repercusión de futuro, un paso crucial. El formato digital permitió de entrada el almacenaje y el transporte de música en un dispositivo más pequeño. Una exigencia de espacio que se redujo aún más con la posibilidad de transformar las canciones (y los discos enteros) en archivos de música digital en formatos como mp3 o flac. Llegaba el auge de las descargas de música, legales o no, que nutrieron durante la pasada década millones de discos duros digitales. Aunque, en esencia, la pauta principal en el consumo de música no se había modificado mucho. Aún se optaba por almacenar la música, cada vez más troceada en canciones.
Ahora el patio musical está en plena revolución. La aparición de servicios, gratuitos o no, de reproducción de música en línea viene a confirmar una tendencia imparable: el oyente ya no quiere disponer de la propiedad de la música. No quiere almacenar música. Basta con conectar una red de reproducción para disfrutar online de su música preferida.
Este escenario nuevo sitúa al consumidor y a la industria cultural vinculada a la música ante una paradoja: el auge de los sistemas de reproducción en línea (streaming) ha permitido mejorar los niveles de crecimiento del mercado de la música grababa, en el que los ingresos derivados del formato digital ya superan los de los formatos físicos, pero también siembra dudas acerca del rumbo que tomará la industria musical en las próximas décadas. Una tendencia mundial, el streaming, con la que no todos están de acuerdo.
Auge imparable
El mercado de la música en España no ha quedado al margen de las corrientes de uso y disfrute de canciones en todo el planeta. Según Promusicae, la entidad que agrupa a un centenar de productores de música en España (que en su conjunto representan el 92% de la actividad de este sector de la música grabada), el auge de los sistemas de streaming es imparable. De confirmarse los datos recogidos en el estudio de Promusicae en el primer semestre del año, el mercado de la música online representa ya más del 80% del total del mercado de la música digital.
El lobby de la industria musical española también confirma el declive de las descargas, ya sean legales o no, que durante el primer semestre del año que acaba apenas representaron el 17,8% del total del mercado digital de música. Visto en términos económicos, la tendencia comercial es bastante parecida. Durante el primer semestre de 2014 el mercado de la música digital abarcó el 46,64%, mientras que en los primeros seis meses de este año aumentó hasta el 53,94%, según datos de Promusicae.
El ejemplo más reciente viene de la mano de la cantante británica Adele, cuyo tercer disco se publicó hace un mes en los formatos físicos habituales
Cifras aparte, están los nombres propios. Los protagonistas. Los músicos. En los albores de la revolución digital en la música ya hubo apóstoles de los nuevos formatos. El primero fue el reputado director Hebert von Karajan, quien al frente de la Orquesta Filarmónica de Berlín registró en 1979 un primer disco digital en formato compacto. También artistas populares de alcance masivo subieron pronto a la nueva tendencia.
El conjunto sueco Abba publicó en CD su álbum The Visitors dos años después, coincidiendo con la primera demostración en la televisión por el grupo Bee Gees en una emisión del programa, atención, Tomorrow's World en la británica BBC. Dire Straits fue el primer artista en vender un millón discos compactos del álbum Brothers in arms en 1985, el mismo año en el que David Bowie digitalizó sus 15 discos previos.
Treinta años después, la música digital no tiene freno, ahora ya a través de medios de reproducción en línea, también tiene nombres propios. El ejemplo más reciente viene de la mano de la cantante británica Adele, cuyo tercer disco se publicó hace un mes en los formatos físicos habituales, pero con una carencia de al menos dos meses para su difusión en portales de streaming como Spotify.
Música para ver
En España, un ejemplo más modesto en asunto de cifras, pero importante a la hora de identificar nuevas tendencias, es El Guincho. Su ábum HiperAsia tampoco se podrá escuchar por un tiempo en Spotify para no interferir en la venta de las canciones en formatos físicos o digitales. El caso del músico pop afincado en Barcelona es también sintomático: HiperAsia no estará en las tiendas de discos, físicas o digitales, hasta el próximo 29 de enero. Hasta ese día, los compradores del álbum de El Guincho recibirán una pulsera de silicona que permitirá escuchar sus canciones a través de una conexión con una página web secreta, además de disfrutar de una película temática sobre el nuevo disco y un audiovisual en formato 3D.
En el curso que acaba, YouTube se ha confirmado con una de las vías predilectas de los consumidores para escuchar sus canciones preferidas
Con todo, el círculo del vídeo que no mató a la estrella de la radio no está cerrado sin el protagonismo del canal de canales de vídeos musicales. En el curso que acaba, YouTube se ha confirmado con una de las vías predilectas de los consumidores para escuchar sus canciones preferidas, descubrir nuevos artistas o, simplemente, tener la música de fondo. Basta contemplar el alcance de dos o tres ejemplos: la inglesa Adele superará a final del año las ochocientas millones de reproducciones de su canción Hello, contabilizando solo su canal oficial en YouTube.
En el mercado latino, uno de los motores principales de las nuevas formas de consumir y compartir música, la canción El perdón, con la que el artista puertorriqueño Nicky Jam ha acabado por domesticar el reggaetón, registra cuatrocientos millones de reproducciones en YouTube, el doble si se suma la versión grabada junto a Enrique Iglesias. El perdón va acercándose a Bailando, que al cierre de este artículo ya superaba las 1.200 millones de visitas en el canal oficial del artista en el portal YouTube.
Falta por comprobar, en todo caso, el desarrollo futuro del mercado de música en línea. Varios expertos vienen avisando de cierta saturación del sector, ya que consideran que la eclosión de servicios de música vía streaming es "desmedido", como indicó a la revista Forbes México el consultor de estrategia digital Allan Vázquez: "El lanzamiento de estos servicios de música fue desmedido. Tidal y Apple Music no han logrado ritmo adecuado en crecimiento, llegaron tarde a la competencia y, como cada plataforma cuenta con sus propias exclusivas, fragmentan y confunden mucho la experiencia del usuario".
Similar opinión tiene Sergio Su, director de la revista digital de arte, cultura, tecnología y nuevas tendencias Apolorama: "2015 ha sido el año en el que los músicos se dieron cuenta de que Spotify y los servicios de streaming no les sirven, salvo para difusión, lo que implica un gran reto, es decir pensar hacia dónde se llevarán sus obras y cómo les sacarán provecho".