Su método de enseñanza de inglés es uno de los grandes éxitos empresariales del mundo de la comunicación y él uno de los profesores más carismáticos y conocidos. Pero Richard Vaughan tiene otra faceta: la música. Este viernes, 22 de enero, el Auditorio Nacional estrenará en un concierto titulado Revelación II una selección de sus composiciones, dirigidas por Javier Jacinto al frente de la Madrid Orchestra Project.
En el programa, 12 de sus obras, que viajan desde los “tintes medievales en algunos aspectos”, con piezas que pueden recordar a las bandas sonoras del peplum clásico como Los 10 mandamientos o Ben-Hur, hasta el romanticismo, desde Brahms a Tchaikovsky. “Mi música es una extensión de mi forma de ser: nunca he estudiado en serio la musicología o los clásicos, aunque, desde los 15 años, la música clásica ha estado en mi cabeza siempre”, explica Vaughan a EL ESPAÑOL.
Brahms y Bach son sus compositores de referencia, aunque también le ha inspirado la obra de Yanni Chryssomallis y autores de música para cine, de Mancini y Bernstein a Morricone y Williams
Sus compositores de referencia, los que más le han influido, son Bach y Brahms. “Las cuatro sinfonías de Brahms puedo escucharlas y nunca me canso. También Los conciertos de Brandenburgo”. Pero tiene otras referencias, como el compositor griego contemporáneo Yanni Chryssomallis, o grandes autores de música para cine, desde Elmer y Leonard Bernstein o Henry Mancini a Ennio Morricone y John Williams. “También los músicos que se dedican ahora a los videojuegos. Encuentras música que te eleva y es una nueva fuente de ingresos”.
La música, cuenta Vaughan, lleva con él toda la vida: “Desde los 9 años toco el piano. Y a los 15 empecé a tocar en serio la guitarra con un conjunto de rock de quinceañeros, y comencé a componer piezas sencillas. Cuando llegué a España a los 20 años me enamoré de la guitarra clásica. Y me puse 3 horas al día hasta dominarla bien, que no es fácil”.
De no aparecer la tecnología necesaria, yo no habría cuajado o desarrollado mi afán o predilección por la composición musical
Cuando nació su hija comenzó a componer piezas pequeñas para ella. Pero incluso entonces, reconoce “no era todavía en serio”. Su afición, ya con más énfasis y dedicación, se consolidó en los años 90 y fue, asegura, gracias a los avances tecnológicos. En los 80 habían aparecido las primeras workstations, sintetizadores para la composición y edición musical. A finales de los 90 se compró una de las mejores, la Korg Triton.
Vaughan se puso a componer al frente de su workstation. "Puedo decir que, de no aparecer la tecnología necesaria, yo no habría cuajado o desarrollado mi afán o predilección por la composición musical. La tecnología nos ayuda a mí y a muchos otros que, de otra manera, no seríamos compositores. Me permite 16 pistas, y cada una hasta 30 miembros. El sonido es el de una orquesta de 100 integrantes”. Toda una orquesta electrónica virtual. Aquello, sin embargo, no era suficiente: “Puedes llenar una sala con ese sonido, pero sabes que es sintético”.
Concierto en 2014
A comienzos de esta década, Vaughan tenía ya grabadas un buen número de composiciones. Pero no quería que esas tres o cuatro horas de música acabaran languideciendo en un cajón. “Soy partidario de ponerle código de barras a todo”, asegura. Es una especie de lema vital: si sabes hacer algo, conviértelo en rentable.
Para él, un empresario con 350 profesores empleados y a una escuela la que acuden 6.000 alumnos, era difícil no cruzarse con profesionales de la música. “Conocía a un pianista de cierta fama, a directores de coro, compositores…”. Uno de ellos era Javier Jacinto, cuya hija estaba en el club junior de Vaughan Systems, la empresa que el profesor de Houston (Texas) fundó en 1977. Vaughan le propuso escuchar aquellas piezas para que Jacinto le diera su opinión. Para que le dijera, en definitiva, sobre todo, si las veía orquestables.
La respuesta de Jacinto no sólo fue positiva: ambos se pusieron manos a la obra y el resultado fue un primer concierto, en 2014, en el Teatro Monumental de Madrid. 1.100 espectadores. “Fue un exitazo tan grande que me dije: 'Voy a volver a hacer esto'”, recuerda el empresario. “Pero la música no es rentable. Sabía que sería difícil que esto se autofinanciara. Puesto que yo soy capitalista, me gusta que las cosas se autofinancien para no tener que depender de las subvenciones”. El concierto tenía que funcionar, llamar al público, para costear lo que cuesta su organización -alquiler de la sala, orquesta, etc. unos 50.000 euros-. “Me da igual no ganar dinero, pero no quiero perderlo. Eso sería meter mis composiciones con calzador”. Para él esto es una "afición", aunque "seria", matiza.
No se dio el caso. El éxito del de 2014 le han llevado a repetir ahora en el Auditorio Nacional. Entonces lo hicieron con una joven orquesta. “Salió precioso”, asegura, aunque matizando que no eran músicos aún profesionales. Esta vez tendrán en el escenario a una orquesta formada por intérpretes procedentes de diversas formaciones conocidas. “Estoy muy ilusionado”, reconoce Vaughan.
Grabación
El concierto será en la Sala Sinfónica a las 19:30 h. Los curiosos que no puedan asistir pueden escuchar fragmentos del concierto de 2014 en Youtube, aunque, matiza Vaughan, “no son las mejores piezas”. Esta misma semana ha grabado con la orquesta así que su salto al CD o a las plataformas de streaming es inminente. “La música es un hobby, una afición, pero es una dedicación no liviana ni frívola: siempre me la he planteado como una actividad para profesionales”.
Aunque no descarta meterse más en ella si alguien se interesara o se dieran las circunstancias adecuadas: “Nunca digo que no a nada. No me lo he planteado como una actividad lucrativa, sino como algo que me gustaría no ver morir en un cajón”. Aunque tiene claro, en la línea de la filosofía del chef Gusteau de Ratatouille, que “todo el mundo tiene potencial para hacer cosas”.