Luis de Pablo (Bilbao, 1930) fue punta de lanza de la renovación musical en pleno franquismo. Junto a Cristóbal Halffter, Carmelo Bernaola o Antón García Abril rompió moldes y llevó la música española por el mundo. Además de compositor, ha sido un líder cultural. Tiene acabada la ópera 'El abrecartas' sobre la novela de Vicente Molina Foix que le encargó Mortier, el polémico director del Teatro Real. Aquí habla después del 20D en primera persona.
Tras las elecciones, lo más positivo es que el PP no tiene la mayoría absoluta. Dicho esto, no sé cómo los que se espera que gobiernen se van a poder organizar de una manera pacífica y constructiva.
La irrupción de Podemos la califico de absoluta necesidad a la vista de cuál era la situación. Si viniera un Gobierno de izquierdas o de alguna coalición de izquierdas, no sería de una izquierda radical porque el país no es eso lo que quiere. El país quiere vivir en paz, que no le desahucien y si es posible llegar a fin de mes. No veo el lugar de Ciudadanos. Creo que representan a una derecha que quisiera no estar tan pringada como la derecha tradicional.
Ya quisiera yo que fuera posible una nueva Transición, pero no creo que fuera tan lograda como la anterior por una razón muy sencilla: entonces todos sabíamos de dónde veníamos y, más o menos, se sabían cuáles eran las urgencias.
España hoy posee una cantidad de compositores, y sobre todo de intérpretes, de primera categoría
Tengo ilusión porque en estos cuatro años, en lo que se refiere a la música de cultura, la política ha brillado por su ausencia. Ha habido gente que ha continuado haciéndola, pero en lo que se refiere a la educación en el patrimonio musical ha habido un retroceso muy grande.
En la Transición hubo una cierta esperanza que se ha frustrado. Hubo "arrancada de caballo andaluz y parada de burro manchego". Se creó el Centro para la Difusión de la Música Contemporánea, no podemos olvidarlo, que con tal avalancha de avatares y cambios y puesta en manos de una persona muy competente, no puede cubrirlo todo.
Nuestra generación tuvo el ansia de conocer la música de nuestros días, y no solamente lo que nuestro país nos podía ofrecer. Ahora hay una renovación generacional. Y las personas más responsables no se han dado cuenta. España hoy posee una cantidad de compositores, y sobre todo de intérpretes, de primera categoría.
Parecía que con Mortier todo cambiaba. Pero se ha muerto. ¡La culpa no es suya!
¿Ostracismo de la cultura española? No. En la música hay algunos nombres que circulan. Curiosamente, lo que sucede es que la creación no está reconocida en España; es decir, el ostracismo es español, no es extranjero. Yo estoy editado en Alemania, en Francia y sobre todo en Italia.
Parecía que con Gerard Mortier todo cambiaba pero se ha muerto. ¡La culpa no es suya! Comenzaron a venir críticos de París o Nueva York y ya no vienen. Probablemente porque se ha gestionado de una manera defectuosa. Yo acabo de estrenar en San Sebastián un encargo del flautista Roberto Fabbriciani y han venido críticos italianos.
Mortier me encargó una ópera, El abrecartas. Ya está acabada y la montarán cuando lo decidan. El abrecartas es mi sexta ópera. ¿Un género difícil en España? Lo fundamental es que un compositor quiera escribir una ópera en castellano. Que luego te cueste Dios y ayuda estrenarla…
He escrito música para cine, para Carlos Saura o Víctor Erice, pero no la contabilizo. No la considero música
Tengo más de 200 obras escritas. Uno es prolífico. He escrito música para cine, para Saura o Erice, pero no la contabilizo. Son trabajos que hice con mucho gusto, pero no los considero música. En Amazon hay bastantes discos míos; los más, editados fuera de España.
Una parte de mis manuscritos está ya guardada en el archivo Goffredo Petrassi de la Universidad de La Sapienza de Roma. Tenía la esperanza de que alguna institución de España pudiera quedarse con una parte de mis manuscritos. Hasta la fecha hay interés en la Fundación Juan March o en la Biblioteca Nacional. Si cedo, sería un regalo. No quiero enriquecerme, pero quiero que se me ayude a tener los últimos años de vida con cierta tranquilidad, cosa que ahora no sucede.
Mi padre, amigo de Indalecio Prieto, fue asesinado. Era republicano y cuando Prieto iba a Bilbao, se veían
Yo nací en el año 1930. Mi recuerdo de la guerra no es trágico, porque cuando un chaval tiene seis años se divierte con lo que sea. Mi madre tenía mucho trabajo para sacar algo para comer y yo estaba bastante libre.
Mi padre, amigo de Indalecio Prieto, fue asesinado. Trabajaba en el catastro como abogado. Fue a Logroño, de donde era, antes de empezar la Guerra Civil y no volvió. Republicano, cuando Prieto iba a Bilbao, se veían. Mi hermano mayor, Juan Mari, fue de “la quinta del biberón” y murió en el frente del Ebro. Los nacionales le alistaron con 19 años. Mi hermana Tere todavía vive, con 94 años. Tiene la cabeza un poquito perdida, la pobre, pero está bien.
Comencé a estudiar música en el colegio de las monjas francesas de Fuenterrabía a los siete años y había que hablar francés, que es mi segunda lengua. En aquella época el francés era la lengua diplomática, y como era un estudiante bueno, mi familia decidió, manu militari que yo tenía que ser diplomático. Tuve que hacer Derecho contra de mi voluntad.
En España he tenido que luchar por la música. En otros lugares no, porque la música formaba parte de su cultura
Tras la mili, me voy a Darmstadt, qué es la plataforma que me sirve para ir luego a París. En Alemania encontré unos colegas un poco mayores que yo, Boulez o Stockhausen. También a mi primer editor, al que luego dejé porque me fui con otro que me pagaba más. En París estuve más en mi casa.
En España he tenido que luchar por la música. En otros lugares no porque la música formaba parte de su cultura. En el 64 organicé en Madrid una primera y última bienal de música. La patrocinaron el Ministerio de Educación y la Secretaría General del Movimiento. Les dije que la crítica extranjera que vendría hablaría de política. “¿Por qué van hablar de política si se les invita a escuchar música de hoy?”, me contestaron. El primer análisis fue el del crítico del semanario L'Espresso italiano que se titulaba Schönberg entre los falangistas. Salí defenestrado.
En el 72 hice los Encuentros de Pamplona, en los que participó John Cage. Los patrocinaron los Huarte, que años antes habían dado dinero para hacer un centro musical: Alea. Los Encuentros, consecuencia de Alea, fueron también los primeros y los últimos. ETA puso una bomba al principio y otra al final. Se dice que los Encuentros fueron un cénit para la cultura española pero yo no estoy tan seguro.
En el 75 me casé con la pintora Marta Cárdenas. Fuimos novios, cortamos, volvimos y nos casamos. Aunque Marta tiene una influencia hindú en su obra y yo he hecho una ópera, El parque, sobre una novela de Mishima, no nos une Oriente. Nos une que nos queremos mucho y basta.
Soy lo suficientemente viejo como para haber conocido un mundo sin rock. Los jóvenes han dejado de escuchar a Beethoven o Mozart
Occidente, que impulsó el Renacimiento y el Romanticismo, pierde el liderazgo. Si lo que creas no da dinero, se deja morir. Soy lo suficientemente viejo como para haber conocido un mundo sin rock. La globalización y la frivolización nos vino del mundo anglosajón.
La gente joven está en el rock porque ha sido raptada. Ya ha dejado de escuchar a Beethoven o Mozart. Los Beatles y los Rolling Stones han sido veneno. A los jóvenes se les ha convencido porque es una música muy fácil de escuchar. Con una rítmica precaria, una armonía de primer año de estudios y con muchísimo aparato electroacústico que facilita las cosas hasta el extremo de que hay gente que hace música de ésta sin saber solfeo. ¡Pensar que un crítico inglés ha podido decir que las canciones de los Beatles son la continuación de los lieder de Schubert!
Las Humanidades, entre ellas la música, han sido marginadas de nuestro proceso educativo. Vaya por delante que España nunca ha sabido qué hacer con la enseñanza musical. En España se suele decir que el pueblo español no es un pueblo musical porque no va a los conciertos. Es mentira. El pueblo español ha creado una música popular, que ha desaparecido prácticamente, pero que existió, de primer orden.
No soy un patriotero, quiero a mi país y sé que lo fundamental es lo cultural, que se está envileciendo
En España, de finales del XVIII al siglo XX, se produce un vacío no sólo en la música sino en todo. ¿Dónde está la ciencia española de ese tiempo? ¿Dónde está una evolución social mínimamente organizada? La Zarzuela fue lo que era capaz de producir la pequeña burguesía de Madrid. Para que las zarzuelas salgan de Madrid tenemos que esperar a principios del XX y es una musiquita que bueno… Sólo hay dos o tres zarzuelas muy dignas. ¿Hay que recordar lo que se hacía en Europa entonces?
Tenemos ahora una gran masa que apenas está interesada por la cultura y esa gran masa está perfectamente asimilada a nuestra clase política. No es una masa informe. Son los que están en el poder. Nuestro actual presidente en funciones no habla más que de fútbol.
¿Habrá un retorno al espíritu? No me atrevo a decirlo. Además, soy muy mayor. Lo más probable es que si lo hubiera, yo no lo veré. Depende de nosotros. Es una cuestión de querer. Dicho de una manera un poquito cursi, no me importa de vez en cuando ser cursi, es una cuestión de amor. No soy de ninguna de las maneras un patriotero, pero quiero a mi país y sé que lo fundamental es lo cultural, que verdaderamente se está envileciendo.