Descienden por la escalera que les devuelve a tierra firme. Cielo azul y avión con bandera mexicana. La instantánea es de un mundo de colores saturados, en la impresión Pucho ha escrito “Hermosillo 20/2/14”. Tiene varias cajas repletas de polaroids, cientos de cachitos de realidad que acumula contra el olvido. Es una imagen inmediata que actúa como memoria; es un proceso químico del XIX, en plena urgencia del XXI. Vetusta Morla no quiere olvidar quiénes son, de dónde vienen y cómo ha sido su camino al éxito: Memoria instantánea (Temas de hoy) es un libro de viajes, un poemario, una autobiografía, una novela, lo llaman “caja de los recuerdos” y dicen que son unos “románticos”.
Junto a la foto del aterrizaje -la mejor imagen de un grupo de éxito- un texto que celebra con nostalgia su supervivencia: “Más necesitados que nunca de tierra, de hogar, de roce, de caricia, de acera, de conexión”. La luz saturada lava los contrastes de sus paradas en Benidorm, Murcia, Frankfurt, Buenos Aires, Barcelona, Madrid, Bilbao, Cullera, Medellín, Colonia, D.F., Málaga, Lisboa, Berlín, París… Son las sombras entre las grandes citas, las historias invisibles antes de los acontecimientos. Es la historia fuera del encuadre de las grandes fotografías. Pucho como Stephen Shore, revuelto entre la cotidianidad. Aunque él prefiere el cine: “Estoy más cerca de Jonas Mekas que de un fotógrafo”.
“No es un diario al uso. Es un trabajo entre todos, donde aportamos sensaciones y experiencias a las fotos de Pucho. Es una caja de recuerdos, es la parte trasera de la gira, la que no tiene que ver con los flashes. Es la parte más íntima”, dice Guille Galván a este periódico. El grupo se ha repartido las entrevistas, tres y tres, dos por hora. La máquina promocional no parará durante dos días. Un fenómeno extraño a la literatura. “Los espectáculos no aparecen. Esto es la espera”, añade Pucho. “Lo que te hace sobrevivir como grupo humano no es el tiempo que pasas encima del escenario, sino en la manera de gestionar todo lo demás”, dice Galván.
De real, realeza
Este es el libro que recoge la otra gira de los Vetusta, la que no tiene escenarios. Fotos de puestos de frutas en mercados, de mazorcas asadas, textos en los que las persianas no cierran bien y la luz interrumpe el sueño. Recuerdos reales. Reales, de realeza: “Apenas habían pasado cinco días desde la actuación en el Dcode Festival de Madrid cuando la revista ¡Hola! decidió dedicarnos varias páginas de su número semanal. Parece que entre los doce mil asistentes al concierto estaba Letizia Ortiz, la mismísima, junto a unas amigas molonas que disfrutaron de todo el show desde el backstage del escenario. El semanario lo vio claro y tituló: “La reina Letizia en un divertido concierto de rock para celebrar su 42 cumpleaños”. Seis páginas a todo color que, en otros tiempos, hubieran sido el orgullo de mi abuela en la peluquería del barrio”.
Tiempos sin orgullo. El episodio lo titulan “Embajadores de la Marca España”. La Casa Real les invitó a una recepción en Palacio. Pero ellos embarcaban destino a París. “Muy a nuestro pesar tuvimos que cancelar con el jefe de Protocolo, y eso que ya teníamos hablado el vestuario, el vino para llevar, las aceitunas y los Häagen-Dazs para el postre en Zarzuela”.
Pero no hay mucho más contacto con la realidad que éste. La gasolina -política- que hizo arder La deriva ya no está, aunque sea la gira que ilustran. Aquí están sus inquietudes, sus encuentros, sus descubrimientos sobre la marcha y la celebración de que su mapa no se agota. Territorio infinito.
Lo bonito del libro es que tienes seis puntos de vista, viviéndolo a la vez
“Lo que queda por contar es el tiempo que no ha aparecido en los medios durante estos dos años. Vamos a pensar sobre ello, vamos a reflexionar sobre lo que nos ha pasado, no lo vamos a instagramear”. Pucho tenía el archivo visual, compartía con sus compañeros y ellos ilustraban las fotos. Con recuerdos y apuntes tomados. “No es un reality”. Pero casi. “Lo bonito del libro es que tienes seis puntos de vista, viviéndolo a la vez”.
Un instante de papel
Curiosamente, Memoria instantánea es un libro de azares y casualidades retenidas. La improvisación deglutida en proceso creativo compartido. “No hemos caído en lo egocéntrico ni en lo chovinista. Creo que lo evitamos contando la verdad de nuestro trabajo”, asegura Galván. La naturalidad. “El libro quita hierro al grupo, lo encierra en un lugar más íntimo”, explica.
Pucho abre la caja de los recuerdos y se encuentra con el instante de papel. Es su postura “rebelde”, que se resiste a los retoques, a lo fugaz del digital. No tiene contacto con las redes sociales. Quiere el papel, ver cómo se desvela la imagen con el proceso químico. Es el anti-snapchat, dice Pucho, una lucha por tener su propio espacio de construcción personal. Es la intimidad de lo que la memoria guarda. Esa es la paradoja del título del libro, la contradicción que enfrenta a lo efímero con lo eterno.
Más allá de contar el backstage, “tiene que ver cómo seis personas intentan tener una mirada de marciano de todo lo que sucede a su alrededor”. Coinciden en todo, todo parece pactado antes de que ocurra. Todo parece un gran plan. No hay grietas en su discurso como comunidad. Han esperado mucho tiempo para tener algo que contar. “Hemos hecho terapia explicándonos a nosotros mismos”, Galván. El grupo ha desvelado algo que hace años no tenía sentido, dice Guille. Y lo han hecho, curiosamente, recurriendo a la industria editorial para sacar adelante el proyecto. Ellos, que han pasado de intermediarios en la industria musical. “Pero todas las reuniones se han hecho en nuestra oficina”, y ríen.
Tan sólo queremos hacer las cosas bien,/ aunque a veces nos miren raro
Junto a una foto de equipo en Medellín, en noviembre de 2014: “Somos un equipo sin un objetivo, sólo con un camino./ Nos decimos verdades aunque a veces no sean ciertas./ Nos equivocamos mucho porque opinamos mucho./ Opinamos mucho porque nos gusta lo que hacemos./ Aprendemos a hablarnos; también aprendemos a callarnos./ Nuestra gasolina es el buen humor y el sentido del humor”. Y más adelante: “Tan sólo queremos hacer las cosas bien,/ aunque a veces nos miren raro”.