A menudo, el rock and roll se encuentra en los bares, sentado en una mesa poco iluminada, entre vasos de tubo y botellines de cerveza, examinando la noche desde el otro lado del flequillo.
Así se lo encontró Alan McGee en mayo de 1993 cuando entró en el club King Tut’s Wah Wah Hut de Glasgow para ver el concierto de 18 Wheeler, una de las bandas de su propio sello, Creation Records, y le explicaron que los chavales del fondo habían llegado desde Manchester en furgoneta y amenazaban con reventar el local si no les dejaban tocar.
Aquella noche se celebraba en el King Tut’s un festival de varios grupos y había corrido el rumor de que el propietario de Creation Records estaría allí. A regeñadientes, los organizadores permitieron que los de Manchester tocasen en primer lugar para evitar un altercado, y fue tal la impresión que causaron en McGee que les ofreció un contrato discográfico en cuanto se bajaron del escenario. El tipo que había descubierto a The Jesus and Mary Chain, My Bloody Valentine o a The Weather Prophets tenía su nuevo caballo ganador. Se llamaban Oasis y en un año estarían batiendo el récord de ventas de un álbum debut en el Reino Unido. Casi nada.
El resto es historia. Una historia agotada y marchita, desgastada ya por los bordes, contada una y mil veces y remendada con pretendidas anécdotas inéditas para ser explotada una vez más. Una leyenda rentabilizada hasta la extenuación por propios y extraños y que así seguirá mientras la gallina dure y todavía se pueda exprimir un poco más. Porque Oasis, con sus 80 millones de copias vendidas en todo el mundo, sus récords y sus conciertos multitudinarios -todavía hoy me asombran las imágenes de las 250.000 personas reunidas en Knebworth en agosto de 1996-, no dejó de ser un grupo cuya gloria, cacareada a diario y sin mesura por los hermanos Gallagher, apenas duró tres o cuatro años. Desde la explosión de Definitely Maybe hasta los últimos ecos de la onda expansiva de Be Here Now. Y, salvo algún que otro single, pare usted de contar.
Nostalgia en DVD
¿Qué se hace, entonces, cuando el éxito del grupo de rock alternativo con más repercusión mediática de la época es tan intenso como breve? Se estira el chicle hasta que se rompa. Primero aprovechando la propia inercia del triunfo, después apelando a la lealtad del fan y hoy en día, veinte años después del mejor momento de la banda, tirando de nostalgia. A lo Strangers Things. Lo que se lleva haciendo toda la vida con Hendrix, The Doors o los Sex Pistols, vamos.
Se estrena el enésimo documental sobre Oasis y precisamente por eso, como no podría ser de otra manera, Supersonic es el documental definitivo sobre Oasis
Por eso esta semana se estrena el enésimo documental sobre Oasis y precisamente por eso, como no podría ser de otra manera, Supersonic -así se llama la criatura- es el documental definitivo sobre Oasis. Porque todos lo son.
En este caso la producción corre a cargo de Asif Kapadia y James Gay-Rees, ganadores de un Oscar por Amy, la cinta sobre la vida y la muerte de Amy Winehouse. El cineasta independiente Mat Whitecross ha sido el realizador, el trailer pinta muy bien y el propio Liam Gallagher ha declarado que el resultado es “bíblico”, pero no deja de ser más de lo mismo. Más de lo de siempre. Con nuevas entrevistas recurriendo a la melancolía y una pizca de material audiovisual hasta ahora desconocido, pero lo mismo de siempre al fin y al cabo. Porque no hay nada más.
Y seguramente será estupendo. Los que a mediados de los 90 tenían quince años y ahora se aproximan sin remedio a la frontera de los cuarenta estarán encantados. Será como volverse a ver a sí mismos desde la madurez, con aquellos discos y aquellos libros y aquel pequeño universo adolescente que lo ocupaba todo mientras de fondo sonaba Live Forever o Some Might Say. Sin embargo, en las salas de cine donde se proyectará se intuirá a lo lejos un cierto tufillo a rancio proveniente de algún lugar al otro lado de la pantalla. La clase de olor que se aprecia cuando algo dista mucho de ser fresco. La clase de olor que acompaña a la última resucitación del mismo muerto.
Indisciplina envasada
Con el transcurrir de los años, Oasis ha terminado convirtiéndose en una postal. En un retrato desafiante pero inofensivo de los hermanos Gallagher enmarcado y colgado en una encantadora sala del museo de la historia del rock. Supersonic es aquella rebeldía y aquel nervio del King Tut’s de Glasgow bien empaquetados y listos para ser descargados en el iPad. La indisciplina hecha producto de la Fnac. La pureza e ingenuidad de la adolescencia en los 90 al alcance de un click en 2016. Ideal para después de hacer running.
¿Dónde estabas tú mientras nosotros ascendíamos? A Oasis lo coronaron los hermanos Gallagher y se lo cargaron a hostias los hermanos Gallagher
Una de las mejores canciones de Oasis es quizá Champagne Supernova, el tema que sirve de cierre al que probablemente sea su mejor disco, ‘(What's the Story) Morning Glory?’. En ella, como si vaticinase su propio destino y el de su grupo, Noel Gallagher se refiere a una supernova de champán, a la explosión de una estrella de glamour y lujo y fama y desenfreno en la que él mismo quedará atrapado. Supersonic es solo otro destello más de aquella explosión que todavía llega a nosotros dos décadas después.
“Where were you while we were getting high?”, canta Liam Gallagher en todas sus estrofas a modo de cantinela vanidosa. ¿Dónde estabas tú mientras nosotros ascendíamos? A Oasis lo coronaron los hermanos Gallagher y se lo cargaron a hostias los hermanos Gallagher. Algún día me gustaría saber dónde estaba él mientras Oasis se iba al carajo.