“Cuando acababa de bailar, me ponía a llorar. A veces no podía ni acabar la pieza". Belén Maya habla de su colaboración en Lo real, el espectáculo en el que Israel Galván trató el holocausto gitano bajo el régimen nazi. Hace ya tres años pero al contarlo, Maya se encoge. “En ese show entré en contacto con una parte de mi memoria que desconocía. Fue el primer paso para acercarme a mi gitanidad, algo que nunca viví ni de pequeña ni cuando empecé a bailar". La artista lleva treinta años sobre los escenarios y llega a la Bienal de Flamenco de Sevilla para estrenar Romnia (“mujeres” en romanó), un show en el que recoge músicas y roles de féminas calés de los Balcanes.
Belén Maya se dio a conocer fuera del mundo jondo cuando participó en la película Flamenco, de Carlos Saura. Durante la entrevista insiste varias veces en que en sus shows no quiere reivindicar nada, que cuando baila sólo expresa lo que siente, pero echando un vistazo a su trayectoria y escuchándola cuesta creerla.
Si estás viva, tienes que ser feminista. La sociedad es patriarcal y machista, no hay más que echar un vistazo alrededor
Desde La Diosa en nosotras hasta Romnia, pasando por sus colaboraciones con Niño de Elche o el mismo Galván, hay un hilo por el que transita y con el que explora la sociedad con una mirada crítica. “Creo que no puedes ser mujer y no ser feminista”, dice en relación a las muchas veces que ha indagado en lo femenino, en la feminidad y en el papel de las mujeres en el arte y la sociedad. “Si estás viva, tienes que ser feminista. La sociedad es patriarcal y machista, no hay más que echar un vistazo alrededor".
Flamenco sin olés
Para llegar hasta Romnia, Belén Maya ha explorado en su propia historia como hija de gitano y paya, en la del pueblo calé y en la de artistas desconocidas incluso para los de su raza. Una es Mitsoura, cantante húngara que empezó con las fanfarrias y ahora hace música electrónica. Por eso Maya no aparece en Romnia vestida de lunares ni con peinetas. “Es un flamenco sin ‘olés’ porque no hay música flamenca sino de los Balcanes. Desde esa base, he explorado algunas calamidades que han pasado las mujeres gitanas a lo largo de la Historia: desde la esclavitud que padecieron en Rumanía, el Holocausto nazi, la limpieza étnica en los Balcanes o las esterilizaciones forzosas".
En la obra aparecen varios roles porque, dice, no todo es drama. Está la mujer de la que abusan física y psicológicamente, la cómica que baila o la guerrera encarnada en la diosa Artemisa. Precisamente para encarnar a esa figura, Maya sale con un pecho al descubierto. Y también interpreta a una novia borracha. “Es una forma de explorar el matrimonio, tan importante para muchas mujeres gitanas, desde el humor, con otra óptica".
No sabe cómo recibirán su propuesta en las Tres Mil Viviendas, barrio sevillano donde actuará el 1 de octubre por la tarde. “Por la mañana lo hago en el Espacio Santa Clara. Sé que allí irá un público que sabe más o menos a lo que va. En el Barrio de las Letanías será distinto". No tiene miedo ni a la reacción del publico ni a la de la crítica. Cuenta que tiene curiosidad por ver cómo reacciona la gente cuando saque el platillo para pedir unas monedas. “Allí, en medio de la calle, con mucha población gitana, Romnia puede actuar como un espejo. Y verse reflejado no es fácil, pero creo que el arte debe hacer también esa función".
Triple discriminación
Maya habla de situaciones del pasado pero es consciente de que las mujeres gitanas tienen aún batallas que librar. No hay más que ver los datos, por ejemplo, sobre salud, que dan en Fakalí, Federación Andaluza de Mujeres Gitanas: más del doble de casos de depresión o un nivel de acceso insuficiente a servicios de salud que no cubre la Seguridad Social. Son cifras que muestran la triple discriminación que siguen sufriendo muchas calés: por mujer, gitana y pobre.
Pero Maya huye del victimismo. No quiere lamentos, quiere reacción, y cuando se le pregunta si cree que es la gitana una comunidad más machista que otras, es clara pero prudente. “En el pueblo gitano, el patriarcado está unido a unos rasgos ancestrales de su cultura. A eso se une una idea de pureza de la sangre que se encarna en las mujeres, a quienes se cosifica".
En el pueblo gitano, el patriarcado está unido a unos rasgos ancestrales de su cultura. A eso se une una idea de pureza de la sangre que se encarna en las mujeres, a quienes se cosifica
La madre de Maya no era gitana. Carmen Mora fue una artista española separada del reconocidísimo bailaor Mario Maya que se divorció y sacó adelante a su hija con su trabajo. “Siempre me he sentido muy orgullosa de ella, de su ejemplo y también de las enseñanzas de mi padre. El contexto social es importante pero también lo que una ve en casa". Su madre le contagió la pasión por aprender y por la lectura y por eso en 2014 fue invitada al Hay Festival de Segovia para hablar de Literatura y Gitanidad y colabora con la Fundación Pere Closa. “Se dedican, entre otras cosas, a divulgar cuentos tradicionales gitanos por los colegios de Cataluña. Ellos los leen y yo los bailo".
Medusa, la mujer
Mientras ensaya para la representación de Romnia, prepara su próxima obra, una aproximación a la figura mitológica de Medusa. “Quiero huir de la visión que siempre se da de ella. Me interesa la mujer, no el monstruo en el que la convirtió Zeus. Su sangre curaba heridas, hacía brotar la vegetación, pero la construcción patriarcal siempre la pinta como una histérica". Cuando acabe se irá a Estados Unidos para volver “a ser estudiante". Allí se matriculará en alguna de las universidades que ofrecen estudios de etnia y género para conocer nuevos referentes y ahondar en otros que ya aparecen en Romnia.
“Uno que me impactó es el de Papusza, una poetisa checa que narró en sus versos la Segunda Guerra Mundial y la persecución a la que Hitler sometió a los gitanos". Maya se refiere a la escritora Bronislawa Wajs, maltratada por su marido por no poder engendrar un hijo y repudiada por los suyos por contar las miserias de su comunidad. “Es una historia tremenda y triste, pero es la historia de una luchadora, de alguien que no se conformó.”
La sangre de Medusa curaba heridas, hacía brotar la vegetación, pero la construcción patriarcal siempre la pinta como una histérica
También cita a Patricia Caro, escritora y pensadora calé con la que comparte la idea de que es importante crear referentes para las jóvenes. Caro es autora de Carta a mis hermanas, primas y tías, misiva en la que recoge una idea que Maya suscribiría: la necesidad de que payas y gitanas se unan para demostrar al patriarcado que ni son débiles ni están solas.
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