“Tengo que moverme”, dice Sara Hebe. En realidad Hebe quiere decir que se tiene que ir y que no podemos hacer la entrevista ahora. Perdió el móvil en la sala Caracol, donde actuó en un festival feminista, y no pudo ir a buscarlo: ya estaba de camino al País Vasco. Todavía le quedaban Pamplona, Bilbao, Donosti, Málaga, La Puebla de Cazalla y Alfarfara en una gira estrambótica. Sara Hebe se tiene que mover.
Barcelona, exterior, noche. La rapera argentina de 33 años tiene los ojos verdes de animal amazónico y se pone flores en el pelo para actuar. Compacta, con cuerpo de baile cumbiero, se pasea por la calle Viladomat con chaqueta de chándal y un mini de cerveza en mano. Lleva un mes de gira y no sabe cuánto le queda, ya se verá. El público -unas fiestas populares y feministas a la izquierda de l'Eixample, una audiencia reivindicativa y fácilmente etiquetable como “antisistema”- no tiene por qué conocerla pero ha coreado sus canciones sin saberlo.
Un desalojo, otra ocupación
Asado de Fa es el himno antidesahucios que España no supo generar así que tuvo que adoptarlo de esta rapera patagónica que un día decidió hacerle un homenaje a Gascon 123, un espacio en el que cincuenta familias ocuparon un edificio en exigencia de vivienda digna, organizándose bajo el título de Cooperativa de Vivienda Nuevo Horizonte. “No lo ocuparon en realidad”, explica Hebe. “La administración les dijo un día que ese edificio pelado estaba libre y se instalaron ahí, construyéndolo con sus propias manos, y siempre pagaron los servicios [gastos]”.
No lo ocuparon, en realidad. La administración les dijo un día que ese edificio pelado estaba libre y se instalaron ahí, construyéndolo con sus propias manos
Hebe está considerada como una de las mejores hip hoperas latinoamericanas por la crítica especializada. Comenzó a rapear de manera improvisada en clases de teatro en 2007 y sacó su primer disco en 2009. La hija del loco tuvo una inmediata repercusión y una excelente recepción por parte del público. A este le siguió Puentera, en 2012, producido de forma independiente junto a Ramiro Jota, productor y compañero en el escenario, donde atraviesa el hip hop con cumbia, reggae y electrónica. Ahora Hebe viene a presentar Colectivo Vacío, donde también coquetea furiosamente con el punk.
Hebe ha tocado sin cesar desde que se subió a un escenario: villas miseria, casas ocupadas, circuitos alternativos... siempre con público y siempre haciendo bailar a todo el mundo. Pero en una escena en la que cruzar el charco y dar el salto cualitativo internacional son prácticamente lo mismo, la cantante y compositora aún se mueve en los circuitos autogestionados.
“Esta gira la organicé enteramente por twitter y whatsapp”, ríe y da un sorbo a la cerveza. “Toco donde me me llaman y donde tengo amigos”. Y así lleva, moviéndose por Alemania, Suiza, Francia y España a golpe de tren y bus.
Heterosexual y mainstream
Hebe escanea al público de la noche. Muchas chicas, mucha gente joven. “Mi público en Argentina es quizás algo más diverso. Más heterosexual, más mainstream”, vuelve a reír. La rapera es conocida por su militancia LGBT y su politización, quizás por eso ha permeado en España hasta cierto punto. La cumbia hip hopera tiene más adeptos en la clase media que aquí, mientras que aquí sigue estando en boca del público latinoamericano o del cultureta descubridor. “No creas, allá también hay mucho careta [postureo], hay mucho concierto de cumbia que al final se queda medio vacío porque la gente no va”.
¿Qué esperabas que sea?, si crecí en los noventa, ¿actriz de Hollywood, dentista o cenicienta?
Saluda a unas amigas que han venido a su concierto. Abundan las camisetas con proclamas feministas. En El juego de la luna Hebe declara: “¿Qué esperabas que sea?, si crecí en los noventa, ¿actriz de Hollywood, dentista o cenicienta?”. La rapera dejó su Trelew natal en la adolescencia y se matriculó en Derecho. “Era cuando pensaba que podía ser una personal normal”. La normalidad pasó a mejor vida y se dedicó a estudiar teatro con Norman Briski, reputado dramaturgo represaliado por la dictadura militar.
Militante de cuna
¿De dónde le viene la militancia a Sara Hebe? “Mi madre es una mujer trabajadora de la administración judicial, sus compañeras también lo son. Desde siempre se organizaron para luchar por sus derechos. Todas juntas lograron sacarse de encima a un jefe que las maltrataba. Todas esas mujeres siempre han sido feministas sin saberlo”.
Mi madre es una mujer trabajadora de la administración judicial, sus compañeras también lo son. Desde siempre se organizaron para luchar por sus derechos
Hebe espera su turno para actuar con paciencia y nervios. En el escenario las Vvitch se adelantan con un combo de trap hecho por chicas mientras la calle se llena y se pone el sol. Kalimotxo a dos euros, cerveza a uno cincuenta, olor a hachís y a comida vegetariana que ofrece el Sindicato de Manteros. Hebe ha desaparecido hace un rato y emerge, finalmente, en el escenario, con los ojos pintados y la melena suelta. Solo la reconocen sus fieles primeras filas, el resto ha venido a bailar y a la fiesta del barrio.
“Hola, yo hago música deforme para monstruas”, saluda. De ahí en adelante, la fiera amazónica se desata. Muy al final de la noche, cuando esté a punto de terminar, torturada por un sonido deficiente, toda la calle coreará Asado de Fa. Pero ahora la gente todavía no lo sabe.