A base de encontronazos en el trabajo y en el bar, a base de tertulias políticas televisivas y de análisis jurídicos en primera persona a modo de columnas de opinión y de tribunas, los españoles —quizá no todos— comprendimos hace tiempo que pitar al himno en un partido de fútbol entra dentro de la libertad de expresión. No rebasa sus límites, recogidos en el artículo 20.4 de la Constitución Española. No vulnera los derechos fundamentales reconocidos en su Título Primero ni lesiona el derecho de nadie al honor, a la intimidad y a la propia imagen. Tan sólo es una forma —no especialmente elegante, eso sí— de manifestarse en contra de lo que éste representa. Como tantas otras.
En Estados Unidos, Primera Enmienda mediante, ocurre lo mismo. Pitar al himno forma parte de la libertad individual. Sin embargo, el manto de solemnidad que revisten allí los símbolos de la nación, superando incluso lo puramente patriótico y acercándose a lo religioso, hace que una manifestación semejante de desagrado hacia los mismos sea entendida, en la mayor parte de los casos, casi como un pecado o una indecencia.
Traición a Trump
Por eso los jugadores de raza negra de la NFL, en señal de protesta contra las conductas abusivas y políticas racistas de su presidente, lo máximo que han hecho es incumplir el código de bandera e hincar una rodilla mientras suena el himno antes de un partido. Un gesto que, por compararlo con otros, incluso se halla lejos del saludo Black Power de Tommie Smith y John Carlos en los Juegos Olímpicos de 1968.
A Donald Trump, sin embargo, le ha parecido poco menos que una traición a la patria: “No os gustaría ver a alguno de los propietarios de la NFL, cuando alguien falta así al respeto a nuestra bandera, coger y decir: "Sacad a ese hijo de puta del campo ahora mismo. Fuera. Está despedido. ¡Está despedido!"".
Que el presidente de Estados Unidos haya llamado “hijos de puta” públicamente a jugadores que tan sólo reclaman que su presidente no haga cosas como llamarlos “hijos de puta” públicamente es algo que no ha sentado muy bien a aquellos ciudadanos estadounidenses que tienen algo más que serrín en la cabeza. Sobre todo cuando lo único que esos futbolistas están haciendo es hincar una rodilla durante el himno para protestar simbólicamente contra políticas que ellos consideran racistas. Que además sugiera a los propietarios de la liga —a los que llama “mis amigos”— que los despida, demuestra que es incapaz de distinguir lo público de lo personal.
Un daño irreparable
El mundo de la cultura ya reaccionó cuando Trump atacó a Meryl Streep a propósito de su discurso en los Globos de Oro. Un discurso en el que, por cierto, se denunciaba la actitud indigna del presidente al imitar y burlarse de un periodista discapacitado.
En su día, un centenar de artistas entre los que se encontraban celebridades como Julian Moore, Moby, Michael Stipe, Jane Fonda o Woody Harrelson, también firmaron una carta en la que mostraban su rechazo a Donald Trump: “Su retórica y sus propuestas políticas excluyen, denigran y dañan a mexicanos y latinos, a los negros, a los musulmanes, a la comunidad LGBTQ, a las mujeres y a quienes les proporcionan cuidados médicos, a los asiáticos, a los refugiados, a los discapacitados, a la clase trabajadora”.
Son incontables las veces que músicos, actores, escritores, directores de cine y otras personalidades de la cultura estadounidense han expresado públicamente su oposición a los exabruptos de su presidente. Pero hemos tenido que esperar a que llamase “hijos de puta” a quienes se manifiestan pacífica y legítimamente contra él para escuchar el rapapolvo más descarnado y explícito de todos. El de un tipo de lengua afilada que llevaba ya unos cuantos años callado y que ha decidido reaparecer para saldar algunas cuentas.
Porque eso es lo que ha hecho Eminem en el vídeo proyectado por sorpresa hace unos días en la gala de los premios BET de hip hop en Miami. Saldar cuentas. Contra todo pronóstico, ha abandonado su retiro temporal aprovechando la polémica sobre la NFL para llamar la atención sobre todo aquello que es censurable en Trump, como su actitud indiferente ante el desastre causado por el huracán María o el tiroteo de Las Vegas, criticando que haya tenido que producirse una polémica en el ámbito futbolístico para que se despierte y generalice el malestar de la opinión pública:
Una canción para Trump
“Recibió una enorme reacción cuando atacó a la NFL —recita el rapero—, en eso nos centramos en vez de hablar de Puerto Rico o la reforma [sobre la normativa] de armas en Nevada. Todas esas horribles tragedias lo aburrieron y prefirió una tormenta en Twitter con los [Green Bay] Packers”.
En el rap, titulado The Storm (la tormenta) y en el que acusa a Trump de ser “como un manicomio vacío” y lo compara con el “rocoso naranja de bronceado enfermizo” de Los Cuatro Fantásticos, se dedica a enumerar con furia, rima a rima, todas aquellas acciones de su presidente que considera reprobables. “Mejor reconozcamos el mérito de Obama, porque lo que ahora tenemos en el despacho [oval] es un kamikaze que probablemente causará un holocausto nuclear. Y mientras el drama se desata, él esperará a que la cosa se tranquilice. Sencillamente llenará el depósito de su avión y volará hasta que el bombardeo se detenga”.
Ku Klux Klan
“Dice que quiere bajar nuestros impuestos —continúa—, entonces, ¿quién va a pagar sus extravagantes viajes de ida vuelta con su familia a sus clubs de golf y sus mansiones? Es lo mismo por lo que atormentó a Hillary [Clinton] y la calumnió. Y él es peor. Desde su respaldo a Bannon, apoyó a los miembros del [Ku Klux] Klan, antorchas tiki en mano para el soldado negro que regresa a casa de Iraq y todavía se le dice que se marche a África. Tenedor y cuchillo para este abuelo racista de 94 años. Quienes siguen ignorando nuestro pasado histórico son deplorables. Hoy en día, si eres un atleta negro, eres un niñato mimado por querer usar tu plataforma y tu posición para intentar dar voz a los que no la tienen”.
Pero no abandona el asunto de los jugadores de fútbol y lo usa como base para hurgar en la herida de las declaraciones de Trump sobre los heridos en combate: “Él dice "están escupiendo en la cara de los veteranos que lucharon por todos nosotros, bastardos". A menos que seas un prisionero de guerra torturado y maltratado, porque para él, vosotros no valéis nada. Porque a él no le gustan los héroes de guerra capturados”. Sobre el muro, dice: “Si lo construye, espero que sea de ladrillo sólidos, porque al igual que él en la política, estoy usando todos sus trucos y voy a arrojar a este mierda contra la pared hasta que se pegue”.
La puta
Después de llamarlo “Donald, la puta”, envía un mensaje a sus seguidores: “Y para cualquiera de mis fans que sea partidario de él, dibujo una línea en la arena. O estás a favor o en contra. Si no puedes decidir quién te agrada, si estás indeciso sobre de qué lado deberías estar, yo lo haré por ti con esto: que te jodan”.
Billy Eichner, Puff Daddy, Trevor Brooker, Ellen DeGeneres, Isaiah Thomas o LeBron James, entre muchos otros, no sólo aplaudieron el fondo del freestyle, sino también la forma. A medida que va desgranando su relato, Eminem parece ir cargando su revólver y disparando, una y otra vez, sin tregua, todas sus balas contra POTUS. Un par de días después, Snoop Dogg subió un vídeo a YouTube en el que exige a la gente de Detroit que se ponga en pie, y añade: “Eminem, siempre te he dicho que eres un auténtico negro. Eres un negro hijo de puta”.
Se entiende perfectamente por qué lo dice. La analogía es evidente. No hay duda de la clase de reconocimiento que realiza cuando lo incluye entre los suyos. Cabría, no obstante, señalar un matiz: Eminem es blanco. Ignoro cuál será la reacción de Trump a The Storm, pero estoy seguro de que si el rap lo hubiese escrito un negro, sólo habría servido para que Donald se reafirmase. Casi es de agradecer que lo de Snoop Dogg, a pesar de todo, sólo sea una hipérbole.