Javier Álvarez: "El vicio no es malo: yo soy bisexual y vicioso"
- "Entré en el psiquiátrico por adicción a la cocaína, pero en realidad era adicto a la noche" / "Franco es una persona importante en la Historia y hay que conservarle, al menos, una estatua".
- Ismael Serrano: "Los políticos franquistas han moderado su lenguaje, los jueces no"
- Pedro Guerra: "No he dicho nunca 'viva el rey', ni para hablar de Elvis"
- La Constitución no es para "maricones"
Javier Álvarez prefiere sentarse en la mesa de la terraza en la que da el sol: es porque está positivo, insólitamente entusiasta, es porque ya se rompió y hoy se lame las últimas grietas. Saluda a los vecinos del barrio, sonríe a la camarera. En estos diez años de silencio, ha sufrido tres ingresos hospitalarios: dos por brotes psicóticos, uno por su adicción a la cocaína. Ya viene de vuelta del infierno, Javier, y ahora anda tan pacifista, tan asceta y tan desprendido de la morralla material que casi parece que levita. “Estoy muy tolerante. No me importa que seas de Vox si eres educado”, ríe.
No quiere ni coche, ni casa, ni siquiera café. Dice que está lleno de música. Ama la cultura millenial -"el trap es la nueva canción protesta"-, sueña con derribar las cárceles y hacer un himno de España que suene a Michael Jackson, para que nos abra el pecho. Ahora vuelve a golpear con 10, un disco producido por The New Raemon, un puñadito de canciones poéticas que no duran más de media hora. Lleva mucho tiempo buscando la frase perfecta que resuma la vida. El 19 de noviembre, en el Teatro Lara.
Te has vuelto a rapar.
Sí. Como mi hermano me hace las fotos y es mi “asesor de imagen”, medio en broma lo digo, le hago caso. La imagen es una parte muy importante en la obra de un artista. La portada es fundamental: he comprado muchos libros por la portada y he visto muchas películas por el cartel, y fallo poco. Tenía trenzas y el pelo largo pero nos daban ganas de jugar con el pelo rapado. Trata de representar también un renacimiento.
Pero eres todo lo contrario a un cabeza rapada, tal y como lo entendíamos.
Sí, tal y como lo entendíamos, sí. Pero en el mundo, afortunadamente, estamos en plena revolución, en plano cambio, y ahora mismo “cabeza rapada” significa muchas cosas: hay redskin, black skinhead, hay lamas… se puede ser un monje budista rapado o un skinhead facha rapado. Sinéad O’Connor, que me encanta, es un gran ejemplo de belleza de cabeza rapada.
Naciste en el 69, con Franco aún coleteando. Hoy sigue estando en pleno debate social. ¿Queda algo del régimen en 2018?
¿Puedo bostezar? (Risas). Creo que ya toca que dejemos de dar vueltas a esto. Ya ha pasado tanto tiempo… Franco es una figura histórica importantísima a la que hay que tener en cuenta, por supuesto, y de la que al menos hay que conservar una estatua. ¡Esta obsesión con que hay que borrar los restos de la historia…! Cuidado, porque Franco es una persona importante en la historia. Tenemos que darnos cuenta de que el franquismo por fortuna murió hace mucho tiempo.
Mira, estamos en un renacimiento y en una nueva era. Si no nos damos cuenta de que hay que estar ya con ese chip y no con el chip antiguo de los conatos del sistema ese muerto ya, que es un coñazo… digamos que no contribuimos más que negativamente. Yo viví los últimos momentos de la dictadura: el mundo ha cambiado muchísimo, y España, y Madrid. Yo estoy en el presente.
En La edad del porvenir cantabas que nos van dictando cómo nacer y cómo vivir. ¿Qué te dictaron a ti y qué has hecho para contradecirlo?
Mira, al principio me decían: ¿eres consciente de que has escrito un himno generacional? Y yo decía: no. Ahora, con el tiempo, sí me doy cuenta de que lo era, era una canción compuesta en primera persona del plural… Sin embargo luego entendí que a mí no me han dictado ni me han dejado de dictar nada. En la vida no es cuestión de lo que haya impuesto, sino de cómo te lo tomas tú. Somos libres. Nacemos libres. Mi madre me lo dejó bien claro: “Tú eres libre y vas a serlo toda tu vida, aunque estés en una cárcel”. La libertad está en uno, pero hay que saberlo. La libertad también es una responsabilidad, y es la responsabilidad de asumir el decir “sí” o “no”.
“Padre, soy pajillero, maricón y drogadicto bakalaero, okupa, rojo, puta y bizco...”.
Sí, en ese momento decir eso… en 1998 todavía tenía un significado y una relevancia que no es la misma que tiene ahora, aunque la canción suena muy actual. Hubo alguien que me llegó a decir que si era consciente de que había compuesto una blasfemia, y le dije: “Disculpa, pero te has equivocado. Es una canción cuidadosa, ¡si es que además lo que pide es la absolución…! Es ficción y es un juego”. Jamás he insultado a nadie. Digo “soy” tal.
No sé si esa canción se podría componer hoy. Fíjate en la polémica de OT con la palabra “mariconez”.
Es que me parece tan poco interesante lo que dicen… no hay que darle esa importancia. La creación es libre. Esto es censura en el siglo XXI y es un retraso muy grande. Luego: quedarte con que “mariconez” es una cosa ofensiva para cualquier tipo de sexualidad es un poco infantil. “Mariconez” es muy Mecano, sus ripios son muy conocidos, su manera de usar el lenguaje. Yo soy muy fan suyo. Yo estoy de acuerdo con ‘mariconez’. José María Cano hizo muy bien en poner ‘mariconez’, ¡está clarísimo…! Es como “gilipollez”, ¿qué más da? Son formas de decir. Es un debate antiguo y obsoleto. Quedarse ahí no es muy inteligente.
También cantabas “hazte un hombre, maricón; sabias frases con que crecí...”. ¿Realmente creciste con esas frases?
No particularmente. No yo, pero sí viví una sociedad… yo he tenido novia y novio, pero la primera vez que a mí me gustó un chico teniendo 16 años, en el año 86, era toda una movida. No había nadie a quien abiertamente le gustase una persona de su propio sexo. Eso que digo en la canción es verdad: en mi época la mili era obligatoria y para el sexo masculino. Era una sociedad en la que el sexo fuerte, físicamente, era el chico, y la chica era el sexo débil. Había unos contrastes… el mundo era cercano al medieval, casi. Yo me alegro de haber contribuido al cambio de alguna manera. Uno, dos, tres, cuatro es una canción que mucha gente me decía que oía en los cuarteles, por ejemplo. Es una canción que ha abierto un montón la cabeza a gente.
En 2018, aún la ‘b’ de ‘LGTB’ sigue siendo incomprendida. Se dice el tópico de “bi” de “vicio”. Hasta dentro del propio colectivo, a veces se margina a los bisexuales por no ser del todo gays ni del todo lesbianas.
Te voy a decir algo: ¡como si el vicio fuera malo! Yo soy bisexual y vicioso. El vicio me encanta. ¿Y? Es que el ser humano es vicioso, entre otras muchas cosas. Hay que ser todo en la vida. Primero, hay que asumirlo y, segundo, con mesura. Colocarlo en su sitio. ¿A quién no le gusta el chocolate y ponerse hasta el culo de chocolate? ¡Claro! Pero no puedes alimentarte sólo de eso porque es malo para la salud. Pues el sexo igual: no podemos negar que es una parte maravillosa de nuestra vida, y súper saludable. Viva el vicio.
Este es tu primer disco tras una década de silencio. ¿Qué ha pasado en estos años?
Un montón de cosas… mira, Plan Be fue mi último disco de estudio que no es con un poeta. Después vino Guerrero Álvarez, que es mi último disco oficial, pero todos los textos son de Pablo Guerrero y musicados por mí. Ese fue el primer disco que publiqué en un sello independiente, y ahí entré en una etapa más alternativa, de hecho me dieron el Premio de la Música a Mejor Álbum de Pop Alternativo. Llegó una década de crisis personal, pero a la vez me ha enseñado a autogestionarme absolutamente. He aprendido, me he limpiado, he bajado a mis fondos y he renacido con muchísima luz. En esos años publiqué dos EP, y después compuse mi noveno disco, que se llama A y que no he publicado. Solamente lo canto en directo, al atardecer, en unas circunstancias muy especiales. No lo tengo grabado ni yo. La magia de ese disco es que no existe.
El de 10 lo has empezado de cero con The New Raemon.
Sí. 10 es mi vuelta al ruedo y ya es dejarme de autogestionar. Me lo produce Ramón, que me ha presentado a mi oficina actual, canta conmigo en el disco, toca guitarras, me ha juntado con los músicos de mi nueva banda… Todo. Es maravilloso.
¿Qué podemos encontrar en este disco?
Creo que en este disco hemos conseguido aplicar la máxima “menos es más”. Tiene 10 canciones y no llega a media hora de duración. Son cortas y densas, he volcado ahí muchos años… ahora lo estoy dejando reposar. Es un disco bastante poético e invita mucho a jugar, a la interpretación. Y de repente, el mar; o Dicen… esta última es una canción social, pero no se nota. Habla de lo que se comenta, pero luego, ¿y al final? Las palabras se las lleva el viento.
En la cuarta. Ahí hablas de tu experiencia en la planta del hospital en la que estuviste ingresado para desintoxicarte de la cocaína. Cuéntame.
He tenido tres ingresos en un hospital psiquiátrico dual. Se trataban enfermedades mentales y también adicciones. En las dos primeras ocasiones estuve por dos brotes psicóticos muy agudos, y la tercera fue por una adicción. Entré por una adicción a la cocaína, pero era una adicción a la noche, en realidad: una adicción a una forma de vida. Fue una huida. Pero fue también la manera de llegar a mí mismo, por muy duro que haya sido. Hay que asumirse a uno mismo.
¿Por qué te encontrabas mal?
Creo que por todo lo que me pasó al principio. Todo ese éxito tan rápido. Y la gestión que ello conllevó. A mí me despistó y me descentró mucho… la última vez que estuve ingresado, estuve en la cuarta planta, durante dos meses. Interno. Y conocí a una gente tan alucinante… fue muy duro, pero aprendí muchísimo más con ellos que estudiando la carrera. Una gente tan maravillosa, tan desestructurada, pero tan rica. Les prometí que les escribiría una canción. La suerte que tengo es ser muy pop, y hay mucha luminosidad en mi música, aunque esté hablando de temas oscuros. Lo negativo ya no lo riego.
Leopoldo María Panero decía una frase hermosa: “El loco yerra, pero no miente”. ¿Qué es para ti la locura, la has tenido cerca?
Jo, este es un tema muy guay pero muy largo. Me encanta que cites a Leopoldo María, porque yo tuve la suerte de conocerle. Comí con él un día en Cosmopoética, en Córdoba. Y te digo, manda huevos, que era la persona más normal que había ahí. Me sentí en casa. Tenía una vibra… de ser real, de ser natural. De la locura te diré algunas cosas: yo he tenido la suerte y la desgracia de haber cruzado la línea entre la cordura y la locura. A mí se me fue la olla con los brotes, y volví. Menos mal que tengo un cerebro muy estructurado, como los profesionales me han dejado bien claro. Y fueron episodios aislados, no tengo ninguna tendencia. La locura es parte nuestra, nuestra parte más al filo. El ser humano es desestructura, es caos. Yo he descubierto que estoy loco, porque eso es también estar sano. No existe nadie normal. El ser humano es conflicto.
Has dicho en alguna ocasión que el dinero no es necesario, es obligatorio. A veces tendemos a romantizar los oficios artísticos y a obviar el tema económico. ¿Cómo se vive en España siendo músico?
Estoy deseando ir a La Resistencia y decirle a Broncano que tengo 4.000 y pico euros. ¡Y estoy forrado! Para mí es la bomba. Y no tengo coche, ni casa propia, ni ganas de tener nada.
Eso también va un poco con el rapado: el ascetismo.
Claro, pero porque me han educado así. Mis padres viven de alquiler. Eso me ha dado una libertad real. Si no tienes nada, no tienes nada que perder. No tienes compromisos ni responsabilidades.
¿Qué te parece el caso de Valtonyc? ¿Crees que por unas canciones alguien debe entrar en la cárcel?
Es que no hay que dar bola a la negatividad. Para empezar, yo no creo en las cárceles. No tendría que haber cárceles, ni para los asesinos. Tendría que haber sitios de integración. Sólo.
¿Que no haya barrotes?
A ver, es que con una cárcel no arreglas nada. Es un castigo, y los castigos no arreglan nada.