Carolina Durante: "Nuestra generación es mucho más infeliz que la de nuestros padres"
"Tener una relación es muy complicado: ¿cómo vas a estar pendiente de otra persona que no seas tú mismo?" / "Aprovecharse del interés que generas por tener un grupo para tener sexo está feo" / "Antes de tener el grupo, lo que más me motivaba era dormir".
27 abril, 2019 02:44Venían apuntando maneras. Al público no le quedó más remedio que entender muy pronto que Cayetano, a pesar de ser un himno tierno hacia nuestros pijazos patrios, era una coña marinera comparado con lo que se acercaba. Con Necromántico vocearon eso de “a la mierda eso de ser feliz, yo lo que quiero es estar contigo”, y pusieron palabras y música a la sensación esa de los amores antiguos que vuelven en nuestro mejor momento. Suerte que los muertos no mueran dos veces. En Niña de Hielo se pusieron sardónicos, oscuros, hasta poéticos: había mala baba y desapego en esa carta medio ronca a la mujercita gélida que les había hecho perder tanto tiempo en su reino.
Lo tocaron y lo bordaron con El himno titular, una canción para gamberrear, y acariciaron los cielos -o los infiernos, quién sabe- del mainstream con Perdona (ahora sí que sí), conocida como el Amaiazo, o bien como el pensamiento circular de la semana que se difumina cuando uno entra al bar: “Se me olvida que no me quieres, sobre todo cuando es viernes”. Carolina Durante podía haberse quedado en lo cómodo y editar sus temas ya exitosos, pero vienen a sacar músculo artístico y a demostrar que son un almacén de historias generacionales. Justo ahora que los dinosaurios pensaban que los millenials no tenían nada que decir.
En su primer disco, que se llama como ellos, fantasean con llegar al cementerio como último parque -“dicen que la entrada es gratis cuando llevas flores, dicen que al besarnos se nos notan los colores”-, bendicen al inventor del tobogán, se convierten en un mueble del salón para no causar mala impresión a tus padres y escarban, escarban, escarban en las heriditas que uno se hace en el cuarto, a solas, de tanto pensar. Joder, no sé lo resume bien: habla de esa insatisfacción moderna, de esa extraña edad de la desidia, de ese llegar mal y tarde a las cosas que uno amaba. Será que no sentir nada también duele; o quizás lo que más duele es no saber qué se quiere.
Escuchando sus canciones, uno siente que la catástrofe es inminente pero que se puede saltarla. Lo dicen ellos mismos: con psicólogos, drogas, música, con algún amigo. No hay mindfulness aquí, sólo versos sencillos y directos al pecho. Diego, Martín, Mario y Juan son brillantes y lacónicos, escuetos y suficientes, probablemente las cuatro mejores noticias que le hayan llegado últimamente a la música en español. “Lo dicen los telediarios, lo dice Martín Barreiro: se viene la hostia del año como no nos estemos quietos”, cantan. Pero no vendrá. No para ellos.
El perro de tu señorío me parece una de las mejores canciones que habéis hecho…
Todos: ¡Olé!
Martín: A mí me parece que es la que mejor ha quedado. De las que mejor arregladas está.
Es una canción de sumisión total. “Trátame como a un objeto, es lo que soy”. Os quería preguntar cuál es la cosa más patética que habéis hecho por amor. ¿Hasta qué punto os habéis arrastrado?
Diego: Venga, venga. Joder. Yo me acuerdo… con dieciséis años. Hacía un día como súper lluvioso y yo estaba todo ciego, había hecho una fiesta en mi casa. Y discutí con la chavala con la que estaba entonces, y ella se fue. La casa está muy lejos de donde estaba la mía. Era de madrugada, no pasaba ningún nocturno, y yo pensando “esto no puede quedar así, esto no puede quedar así”… No me contestaba al móvil… Yo estaba con la cabeza loca. Estaba zumbado. Y me fui corriendo bajo la lluvia…
Martín: Llorando… (risas).
Diego: Sí, vaya, que lo pienso ahora y digo: “¿A dónde vas corriendo, pavo? Píllate un taxi”.
Mario: Es que tenía que parecer una peli.
Diego: Pues sí, y me fui hasta su casa corriendo. Llegué y me dijo “estoy en casa de Álvaro”. Fui a casa de él, estuve diez segundos, pensé “aquí no vamos a hablar”… y me fui. Y la estuve esperando en la puerta de su casa sentado, lloviendo, hasta que llegó. Cuando llegó me dijo: “Ya hablamos otro día”. Pum. Comiéndome la cabeza para ese resultado, ¿sabes? Yo qué sé, 16 años. Descerebrado.
¿Ahora ya no harías una cosa así?
Diego: Ni de coña.
Ahora te cogerías un taxi.
Diego: (risas). Ahora me tomo las cosas con más calma. En realidad, vaya mierda de historia, pero al tengo muy interiorizada. Podría ser una escena de la serie esta de Skam.
Martín: También un poco de puto loco (risas).
¿Y la vuestra?
Martín: Yo me pillé un billete hasta Irlanda para que me tratasen como el culo y me dejasen. Así te lo digo (risas). La dejé, porque era insostenible, volvimos, se fue a Irlanda, me echó la peta por no ir a Irlanda a verla, fui a Irlanda a verla, me lanzó un trato pasivo-agresivo bastante tocho, y el último día, cuando estaba saliendo por la puerta, me dijo: “Lo dejamos”. Y me volví a Madrid solo. Ya no he vuelto a hacer nada tan impulsivo.
Mario: Mi historia igual es una mierda, porque no soy tan “buah”… (mueve los brazos). Pero una vez estuve bajo la lluvia como un tonto, leyendo un libro, en un portal, esperando a que bajara la que entonces era mi chica, que estaba enfadada conmigo.
Diego: Se dicen nombres, loco. ¿Era la Niña de Hielo?
Mario: (ríe) Pero acabó bajando, eh.
¡Final feliz!
Mario: No tan feliz.
Juan: Yo sigo pensando… ah, esperar por una tía tres meses, casi cuatro, que se piró a tomar por culo, pasándolo mal y tal, para que llegue y me mande a tomar por culo. Bastante duro.
Joder, no sé es un buen himno generacional. Estamos un poco perdidos, un poco cansados… ¿qué está pasando, a qué se debe? ¿Creéis que somos más infelices que nuestros padres?
Diego: Yo creo que nuestra generación es mucho más infeliz que la de nuestros padres, que generaciones anteriores. El hecho de que existan las redes y el móvil han generado una dependencia que da lugar a mogollón de ansiedad.
Martín: Y complejos. Pero no sé si estoy de acuerdo. Escucho La Polla Records y es más jodido eso.
Diego: No me jodas, no tiene nada que ver (risas).
Mario: Yo siento que igual antes había que dar más el callo y que ahora le pedimos más a la vida. Como que nos hemos criado más en nuestros derechos que en nuestros deberes y eso no es manera de ser feliz. Si quieres algo, tienes que ganártelo. Yo creo que esta generación es más infeliz, pero más por movidas psicológicas. Por expectativas. Más que por cómo está el panorama, que tampoco es que esté muy bonito.
O directamente por lo que dice el título. Ni siquiera sabemos lo que queremos.
Martín: Sí, hay un poco de eso. Falta proyecto. Es difícil meterte en algo e ir quemando etapas, ir creciendo. Hay mucho estanco. No hay nada ilusionante, ninguna motivación. Estás de autónomo, vives con una miseria… ese es el panorama. Llegas a un curro y estás x años, x tiempo, haciendo lo mismo, pagando cada vez un alquiler más caro y no cobrando más. Hay un poco de eso, de ¿qué coño hago? Da igual lo que hagas. No avanza.
Diego: Lo cuento también en Falta sentimiento. Ha habido un largo periodo de mi vida en el que lo que más me motivaba, de verdad, y os lo digo en serio, era dormir. Era con lo que más disfrutaba.
¿Era depresión? Se suele identificar…
Diego: Sí, sí. También. Básicamente eso: no me motivaba nada. Absolutamente nada. A mí, antes de tener el grupo, no había nada que me ilusionase. Nada. No podía ver series, no podía ver nada en la televisión, me costaba hasta leer. Nada me hacía sentir. Pf. Ni con las chicas, ¿sabes? No sentía nada. Y ahora gracias al grupo sí que tengo algo con lo que realmente estoy disfrutando y estoy viendo que hay cosas que me hacen feliz, pero… más allá de eso. Si no tuviese el grupo, iba a ser un amargado toda mi vida, más de lo que soy ahora, que soy un amargado.
Estás siendo un poco duro contigo mismo, ¿no?
Diego: No, no, es que es verdad. En ninguna entrevista me he soltado así, pero es verdad.
Martín: Terapia.
Diego: Igual es un pensamiento como de niño pequeño, de inmaduro, lo de decir “hostias, es que si no tengo el grupo… ¿voy a estar trabajando diez, doce horas al día, que es la mayor parte del tiempo de mi vida, para luego sobrevivir?”. Pero, ¿voy a estar trabajando para sobrevivir? No me jodas, macho.
La siguiente pregunta, entonces, sería: ¿qué es lo que cura? ¿Drogas, psicólogos, bandas de música, amigos? ¿Cómo se hace para salir del boquete?
Juan: No se sale.
Mario: ¡El amor…!
Martín: Yo diría que un poco de combo entre psicólogo, alcohol, amor…
Diego: Drogas (risas).
Martín: Drogas de todo tipo (azúcar, que también es una droga) y proyectos artísticos.
Mario: Bueno, hay gente que medita también. Se meten ahí en rollos…
Diego: Yo tengo que meditar, tronco. Hay mucha gente que me ha dicho que meditar les ha ido muy bien. Pero yo es que no me veo ahí parado en plan “mmmm” (postura zen y risas).
¿Qué pasa con El año? Decís algo así como: “Lo que cambian las cosas en un año (…) Te veía en todos los putos lados”. ¿Cuánto tiempo tarda uno en olvidarse de alguien?
Diego: Depende de la persona.
Sabina decía 19 días y 500 noches.
Martín: Sabina decía muchas cosas (risas).
Diego: No sé decirte un tiempo. Si te digo lo que he estado yo, niño, para olvidarme de una colega…
Juan: ¿Cuántos años? (risas).
Hablemos de KLK.
Martín: King Latin King (risas).
Google dice que es una forma de saludo entre los jóvenes dominicanos.
Diego: “Keloké, qué pasa”.
Martín: Vi un reportaje buenísimo que vi en La Sexta. Era sobre las bandas latinoamericanas en Madrid, y ponen: “Aquí, como podemos ver, están las pintadas. Cosas que sólo entienden ellos, como esta amenaza”. Y señalaban: “Keloké, manin”, que es como “¿qué pasa, tío?”. Y ellos lo entendían como: “King, Latin King… y se debe llamar Manín, el pavo” (risas).
Diego: Estos reporteros de “investigación”… expertos en análisis…
Juan: Es que escuchan a PXXR GVNG, tío.
Diego: Yo lo he usado. Apropiación cultural.
¿Y la historia de la canción, de dónde viene? Porque se debate entre “la quiero” y “la odio”.
Diego: Sí, es bastante fuerte. Pero… yo no la odio. La escribí en un momento en el que yo estaba un poco enfadado, pero es una chica maravillosa, una buena chica, una buena chavala. Sí, va de eso.
Martín: De estar a 100 y estar a 0.
Diego: Sí, de “según por dónde lo mire eres lo mejor que me ha pasado y lo peor”. Son las constantes contradicciones de la vida.
Nuevas formas de hacer el ridículo. ¿Cómo es el amor en tiempos de Tinder?
Diego: Yo no uso Tinder, pero el otro día me empezaron a llegar mensajes de peña porque hay gente que se ha hecho perfil con mis fotos. Y en Grindr también.
Martín: Y así es más fácil, porque Grindr es como “activo” o “pasivo”. La automatización.
Pones un melocotón para definirte “pasivo”.
Diego: (risas) Anda, ¿sí? Dios. Me flipa, chaval.
Martín: Y luego a las citas no llega Diego, pero bueno.
Diego: En cualquier caso, como preguntabas, el amor en tiempos de Tinder o de redes sociales es jodido. Jo-di-do. Ahora mismo tener una relación es muy complicado. Estás conociendo constantemente gente nueva, y al final… ¿cómo estar pendiente de otra persona que no seas tú mismo? Ya me cuesta estar pendiente de mí mismo, ¿sabes? El móvil lo jode todo. Es que dices “la tengo aquí” (mira un móvil imaginario). Tengo a mi chorbo o a mi chorba a dos teclas. Es como estar conviviendo 24/7. Todo se erosiona de forma más rápida, todo dura menos.
¿Habría que hacer una sequía de Whatsapp? Quedar sólo para tomar cervezas y contarse ahí. Esa performance.
Juan: Ya es tarde, ya no se puede. Todo va a ir a peor.
Martín: Joder, Juan, tío.
Juan: Lo que hay que hacer es resignarse cuanto antes. Y a partir de ahí irá mejor.
Diego: No sé. Decimos de Tinder, pero el verdadero Tinder es Instagram. Además no conocemos bien a la gente, todo el mundo es quien quiere parecer. Los disfraces…
Martín: Hay un cómico y compositor estadounidense, que hace como canciones de coña, y cuenta que a todo el mundo le han vendido esta moto. Todo el mundo quiere ser actor, todo el mundo quiere ser personaje público, todo el mundo quiere molar. Y gracias a Instagram todo el mundo puede hacer de sí mismo un personaje, una performance, así que ya todo el mundo tiene cubierta esta necesidad de ser visto como quiere ser visto.
¿Recibís fototetas?
Todos: No.
No me lo creo.
Diego: Eh… ¿así, de manera… de una desconocida? Ni una. Ni una. Te lo prometo.
Martín: Está indignado (risas).
Diego: Es que a mí me parece algo… ni una fotopolla me ha llegado. Y también tenemos fans que son chicos gays, y nada. Por favor, mandadme fotopollas. Por favor.
Mario: ¿Te mando una yo? (risas).
Diego: (Risas). Bueno, yo sé que a chicas de más de 1.000 seguidores en Instagram les llega de todo.
Martín: Eso es lamentable.
Diego: El otro día, hablando con Carlota, me decía... eso debe ser un espectáculo. Qué horror. Yo creo que es eso: los tíos somos más subnormales, menos educados en ese aspecto. Machismo y tal. A mí no se me ocurriría en la puta vida mandar eso.
Martín: Cero artístico.
¿Ligáis más ahora que antes? Eso sí, ¿no?
Martín: No.
Diego: Mira, Martín, vete a tomar por…
Martín: En realidad, no. ¿Por qué?
Diego: Hombre, llamas más la atención que antes. A eso me refiero. Tantos chicas como chicos. Generas más interés.
Martín: Bueno, sí, la gente se fija más. Estoy en un escenario. Pero la cosa es: ¿qué haces tú con ese interés? Hay peña que se flipa y es como: bua, locura, me voy a poner las botas.
Diego: A mí me da mucha bajona eso. El hecho de aprovecharse de ese interés que puedes generar por tener un grupo. Aprovecharse de eso para tener sexo está feo.
Martín: Es que uno se tiene que cuidar con eso. A veces pensamos en el poder que tiene el que está en el escenario, pero ojo con el poder que tiene el que no lo está. Yo me siento vulnerable cuando alguien se me acerca después de un concierto. Es como: “No sé por qué te acercas. Bueno, porque me has visto en un escenario, no porque te hayas fijado en mí porque sí”. Ese es un poco el rollo. A eso me refería… pongo cierta distancia.
¿Recorrido malasañero favorito? En algunas canciones hacéis guiños a calles, a afters…
Martín: Tempo2, Lucy, Siroco, la Fun House…
Juan: Mejor Trash Can, siempre.
Diego: Lucky está guay también. Ponen buena música.
Mario: Hostias, el Wharf.
Cuando niños, ¿qué queríais ser de mayores?
Mario: Boxeador. Yo de pequeño, pequeño, quería ser boxeador, porque veía boxeo en Eurosport. Pero luego me dijeron que te quedas tonto, y tal, y se me pasó.
Juan: Y se puso a fumar porros (risas).
Mario: Prefiero quedarme tonto a base de porros que a base de hostias, ¿sabes? (risas).
Juan: Yo no me acuerdo, en verdad. Nunca tuve sueños, realmente.
Martín: A mí siempre me ha gustado ser actor. La interpretación. De pequeño hacía mucho teatro. Luego me metí en Filosofía y dije: ¿qué coño hago aquí? La terminé, pero yo lo que quería era ser actor. Me metí a Artes Escénicas, luego se metió por medio el grupo y ya no me dejan ser actor (bromea).
Diego: Yo, futbolista. Y evidentemente siempre he fantaseado… ¿quién no ha pensado, escuchando una canción que le flipa; quién no se ha imaginado a sí mismo en el escenario? Pues eso. Pero sí. De pequeño quería ser futbolista. Tampoco hice nada para conseguirlo…
Martín: Bueno, casi te vas a Miami.
Diego: Si me fui a Miami, loco.
Martín: Pero a vivir.
Diego: Sí, me pagaban una beca y tal. De fútbol. Pero me rayé. Pero bueno, ¡si no no hubiera nacido el grupo!
¿Cuál es vuestra canción favorita de este disco, y por qué?
Martín: A mí me gusta mucho KLK, “keloké”. Me gusta mucho tocarla, me lo paso muy bien.
Mario: Yo no lo sé bien, porque para tocarla KLK es mi favorita, pero… estoy entre esa, Cementerio, y Cuando niño. Bua, no lo sé en realidad.
Juan: Cementerio.
Esa es muy oscura en la letra aunque la música sea buenrrollera, ¿no? Tenéis ese rollo de tener presente la muerte.
Juan: Somos emo (risas).
Diego: La mía, Falta sentimiento. Es la que más representa mi estado actual.
Martín: Joder, antes no estaba tan así, ¿eh? (risas).
Oye, y ya sabemos que los Cayetano votan a Ciudadanos. ¿Y vosotros?
Martín: ¡Pero bueno!
Juan: ¡El voto es secreto!
Martín: Yo voy a votar.
Diego: Y yo, eso sí te lo puedo decir.
Juan: Yo tengo que esperar a la jornada de reflexión, que todavía no lo tengo muy claro. Voto aquí, que me empadroné en Madrid hace dos años.
A ver si te puedes levantar el domingo, ¿no?
Juan: Joder, y encima tengo el colegio justo enfrente de casa. A 30 metros.
Martín: Puede arrastrarse hasta allí (risas).