Emergen los adoquines de la Gran Vía un siglo después
La reforma de la artería sacan a la luz las piezas que se colocaron en 1913 y se ocultaron en una noche de julio de 1967. El Ayuntamiento los volverá a ocultar.
21 mayo, 2018 18:37Hubo un tiempo en el que el asfalto sólo se usaba en Madrid para nivelar los suelo de las viviendas y los almacenes. El resto de la ciudad pisaba sobre granito, que o bien se troceaba con el paso de las lluvias o bien se deshacía por lo poroso. Los días de chaparrón se formaban barrizales por la argamasa, que se usaba para encajar cada adoquín. No parecía una buena solución para el tránsito, pero el asfalto tampoco estaba bien inventado aún: en el verano de 1851, con un verano tórrido propio de la capital, el asfalto en pruebas -en el Palacio de Oriente y en la calle san Ricardo- se volvía blandiblú al pisarlo.
Había también tierra batida, guijarros y pedernal, pero esta solución en temporada de aguaceros sólo garantizaba más chocolate para los vecinos (cuando no les hacía caer re un resbalón). A finales del siglo XIX, la calle Alcalá desde Cibeles, Serrano y Paseo de Recoletos eran de tierra. Madrid tenía la peor pavimentación de todas las ciudades europeas y hasta finales de los años sesenta mantuvo la presencia de tramos adoquinados con tramos de asfalto. Hoy, la Carrera de San Jerónimo, a la altura del Congreso, conserva a la vista los viejos adoquines de granito de la ciudad.
Las obras para ampliar las zonas peatonales de la Gran Vía, impulsadas por el Ayuntamiento de Madrid, que en unos días prohibirá el acceso al tráfico privado en esta arteria de la ciudad, han hecho emerger, bajo metros de capas y capas de asfalto, el pavimento original de adoquines. Las obras, que costarán nueve millones de euros y tendrán abierta las tripas de la vía durante nueve meses, tienen previsto volver a dormir los adoquines, tal y como ha informado a este periódico el Ayuntamiento de Manuela Carmena.
Movimiento de conservación
A pesar de ello, este fin de semana ha surgido un incipiente movimiento ciudadano, que pretende conservar el adoquinado en la zona de tránsito de vehículos. Porque con este suelo, aseguran, la velocidad de los automóviles se verá reducida, además de ser un elemento disuasorio. Los adoquines originales, colocados en 1913, tienen buen aspecto, parecen haber llegado en un buen estado de conservación hasta nuestros días.
En 1912, el Ayuntamiento pidió al Gobierno dos millones de pesetas al año para acometer a lo largo de una década las obras que debían poner a Madrid a la altura de una capital europea. El plan especial emplearía el asfalto en un radio de un kilómetro desde Puerta de Sol. Los adoquines se usarían para el resto del trazado urbanístico. Coincidía con el inicio de la construcción de la Gran Vía, que estrenaría piso y 29.000 metros de adoquines.
Chapapote para olvidar
Este verano, en la noche del 20 de julio, se cumplirán 51 años desde que fueron cubiertos por el chapapote viscoso y pegajoso. En la primera gran operación nocturna de asfaltado -que se ha mantenido anualmente hasta la crisis-, se revistió la Gran Vía del material impermeable, que ha conservado hasta nuestros días aquellos incómodos suelos para rodar. Aquel año, el franquismo había conseguido conquistar la confianza de la comunidad internacional, que levantó el veto que mantenía aislado al país, sin posibilidades económicas y comerciales para utilizar el asfalto hasta finales de los sesenta.
Los operarios han descubierto estas piezas -supervivientes de la guerra civil- de las que la ciudad se olvidó una calurosa noche, mientras dormía.