Un museo bajo tierra para no olvidar los bombardeos de Franco en Cuenca
Un proyecto convierte el refugio antiaéreo más espectacular de la ciudad en un centro de interpretación sobre la Guerra Civil.
20 enero, 2019 00:21Noticias relacionadas
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Las explosiones y ráfagas del frente no se escuchaban en Cuenca. La ciudad era un enclave estratégico de retaguardia para el bando republicano, el nexo que comunicaba más rápidamente la sitiada Madrid y la nueva capital, Valencia. Su población, no obstante, habitaba en un continuo estado de inquietud, de temor ante las bombas de la aviación franquista y sus aliados extranjeros que ya habían destrozado otras localidades como Guernica. Para protegerse ante un eventual ataque se creó la Junta de Defensas Pasivas Antiaéreas, encargada de organizar la construcción de refugios subterráneos.
El 5 de agosto de 1937, diez minutos antes de las siete de la mañana, las sirenas comenzaron a sonar con fuerza ante el avistamiento de aviones enemigos. Patrocinio Muñoz, que entonces tenía doce años, se asomó a la ventana y contó cinco aeronaves: "Vi que caía una cosa y creía que es que les caía algo... Cuando explotó, la gente empezó a correr. ¡Ay, que bombardean, que bombardean! No nos quedaron cristales ni pestillos en las puertas ni nada. Todo se rompió". Ese ataque aéreo cuyo objetivo era la estación de ferrocarril fue el más intenso que sufrió Cuenca durante la Guerra Civil. Murieron 15 personas entre civiles, militares y fuerzas de seguridad. Lue
Muchas personas se salvaron de esta agresión —y de las que vendrían en los meses posteriores: tres se saldaron con víctimas mortales— de las aeronaves sublevadas gracias a las dos decenas de refugios excavados en la localidad. Uno de ellos, el de la calle Calderón de la Barca, será desde este lunes un centro de interpretación de la Guerra Civil, un minimuseo que se enmarca dentro del proyecto 'Cuenca Subterránea', desarrollado por el Ayuntamiento y los directores de Ares Arqueología y Patrimonio Cultural, Santiago David Domínguez y Míchel Muñoz.
En esa cueva, según los arqueólogos, se puede leer la historia de todos los refugios de Cuenca. "Es de los más extensos —130 metros de largo aproximadamente—, el más espectacular", explica Muñoz a este periódico. Se trata de una galería con una peculiar forma de U excavada directamente en la caliza que se reviste luego mediante muros de apoyo de mampostería y una bóveda de cañón en hormigón.
Desde este lunes, el espacio albergará maquetas de los aviones que operaron sobre Cuenca, como los Savoia 79 italianos o los Heinkel H-111 alemanes, así como paneles informativos que describen la posición estratégica y la vida de la ciudad durante el conflicto español, basándose en las revistas de prensa de la época, y la revolución que supuso para los combates aéreos y los bombardeos sistemáticos contra la población civil.
"Se va a hablar de la Guerra Civil de forma científica. Queremos contar el papel de Cuenca durante el conflicto, que fue el 99% del tiempo una ciudad de retaguardia", asegura Santiago Domínguez. La iniciativa también cuenta con una parte teatralizada en la que un actor dará vida a un habitante de aquella época para tratar de transmitir sus sentimientos y cómo fue vivir la guerra y los ataques aéreos en primera persona.
El proyecto nació en el año 2009 para derribar los mitos existentes sobre los túneles de la capital conquense —como aquel que decía que los curas los utilizaban para ir a visitar a las monjas de forma clandestina—, construidos la gran mayoría durante la Edad Media. No obstante, los refugios de la Guerra Civil son los que a la postre han suscitado un mayor atractivo turístico.
¿Quién construyó los refugios?
El refugio de Calderón de la Barca —como tantos otros— no quedó desamparado al triunfar la sublevación de Franco. La derrota de los ejércitos del Eje en la II Guerra Mundial inquietaba a la España del nuevo régimen. Los bombardeos aliados que devastaron ciudades como Hamburgo, Fráncfort o Dresden infundieron temor en las altas esferas del franquismo, por lo que se ordenó la reactivación de las instituciones de defensas pasivas y la reparación de los refugios antiaéreos, muchos de ellos construidos años antes por manos republicanas.
La cueva, que ahora podrá ser visitada por el público y cuya entrada se encontraba en las escaleras del Hotel Santiago, fue reforzada durante esta primera época de dictadura con materiales de construcción, como ladrillos de doble hueco. Los refugios permanecieron abiertos hasta los años 60 y 70, pero los arqueólogos explican que los niños entraban y jugaban ahí dentro y pasaron a considerarse como un foco de peligro. Luego hubo alguna curiosa iniciativa para reactivarlos, como sucedió con el de Alfonso VIII —túnel en el que también hay una pequeña exposición—, donde se cultivaron champiñones durante algún tiempo.
Ya cerrados, los refugios se convirtieron en almacenes municipales de las cuadrillas de obra. Cuando Santiago David Domínguez y Míchel Muñoz entraron en el de Calderón de la Barca se toparon con un carrito de transporte hecho de hierro, un arcaico sistema de iluminación, botijeras de madera, recipientes de cerámica, tinajas para el agua o restos de camas. "La gente los utilizaba", asegura Domínguez. "Tenemos testimonios de gente que dice que sonaba la alarma antiaérea y bajaba a refugiarse unos días".
¿Pero cómo se construyeron los refugios? ¿Quiénes fueron los artífices? "Hasta Cuenca se desplazaron mineros de Asturias que no estaban para ir a las trincheras", explica Muñoz; su compañero, añade: "Eran ingenieros coordinados por la Junta de Defensas Pasivas que primero cavaban la galería mediante técnicas de dinamita y luego las reforzaban con bóvedas de hormigón". El desescombro lo hacían con burros, pero también se acercaban a los colegios para pedir a los niños que ayudasen a cargar. "Se aprovechaban de la solidaridad de la época", cuentan los arqueólogos.
¿Y qué pasa con la arqueología de la Guerra Civil, con la memoria histórica? "Hace falta una cultura en la que tengamos prevista la investigación seria y rigurosa pero que ponga en valor los restos", opina Míchel Muñoz. Santiago Domínguez agrega: "La gente se piensa que hablar de la guerra es algo malo y hay que tenerlo callado. Nunca he entendido por qué no hablar de la etapa mas traumática de nuestra historia. Cuenca está siendo un ejemplo de esto. Nunca se ha hecho política con este refugio, y eso que ha habido tres gobiernos municipales diferentes, dos del PP y uno del PSOE".