Al suroeste de Parla (Madrid), en un terreno de suaves lomas que se inclina ligeramente hacia el arroyo Humanejos, se esconde una de las necrópolis prehistóricas más grandes de toda la Península Ibérica. Los datos sobre la población allí enterrada y sus tumbas, algunas de las cuales contenían lujosos ajuares, hablan por sí solos de la envergadura del yacimiento, de más de 20 hectáreas de extensión: un total de 168 individuos que habitaron la zona en los siglos III y II a.C., entre el Calcolítico y la Edad del Bronce, 83 tumbas y unas 2.500 estructuras descubiertas.
El análisis del sitio, hallado a finales del siglo XIX pero investigado en profundidad desde 2008, cuando unas obras para la construcción de una carretera pusieron de manifiesto el impresionante cementerio que allí se escondía, sigue ofreciendo pistas sobre la estructura de la población prehistórica peninsular. "Humanejos, por la enorme calidad de los hallazgos y por la abundancia de tumbas, es un yacimiento único para analizar las sociedades ibéricas de los milenios III y II a.C.", explica Rafael Garrido, doctor en Prehistoria y codirector del proyecto.
Porque en esta necrópolis se hallan los vestigios de tres etapas históricas diferenciadas —además de restos de los periodos romano o musulmán—: Calcolítico precampaniforme (3300-2500 a.C.), Calcolítico con y sin campaniforme (2500-2000 a.C.) y Edad del Bronce (1900-1400 a.C.). Nuevos datos sobre las investigaciones fueron revelados la semana pasada en una conferencia celebrada en el Museo Arqueológico Nacional; y tras hacer dataciones de Carbono-14 a la gran mayoría de los individuos y examinar los datos genéticos de 22 de los cuerpos desenterrados, las grandes incógnitas a las que se enfrentan ahora los expertos giran en torno a las relaciones de parentesco y a las abultadas diferencias cuantitativas entre hombres y mujeres.
En cuanto al primer campo de estudio, los análisis de ADN realizados en los laboratorios de la Universidad de Harvard indican que ninguno de los muestreados que dieron positivo presentan vínculo de parentesco de primer grado. "Que ninguno comparta el 50% del genoma quiere decir que no hay padres e hijos en los 12 analizados (en los demás no sabemos claro)", explica Garrido a este periódico. "Hay algunos pocos con vínculos de parentesco (que comparten un 25%, es decir son hermanos o tíos-sobrinos). Los demás nada de nada. Si no comparten nada quiere decir que pertenecen a linajes o grupos familiares distintos, que no se cruzaron".
También resulta llamativa la preponderancia numérica de varones sobre hembras en los cuerpos analizados: solo en el Calcolítico sin campaniforme hubo una clara y mayor presencia de mujeres que hombres, al contrario que en las otras épocas. ¿Qué interpretación arrojan estos cómputos? "Es difícil de explicar aún. Necesitamos muestrear más tumbas, porque el número no es estadísticamente suficiente para llegar a conclusiones ambiciosas sobre cómo era la posición de la mujer en esas sociedades", apunta el codirector del proyecto.
"Lo que sí sabemos —añade Garrido— es que las tumbas contemporáneas del Campaniforme sin campaniforme eran las de la gente menos favorecida, pues tienen pobres ofrendas y el estudio de sus huesos indica más enfermedades y peor nutrición. Hay más mujeres en ellas que en las campaniformes (que suponemos que son las de las élites dirigentes y familias más pudientes), pero en las tumbas de las élites también hay mujeres de importante posición social".
El experto resume que, como se ha demostrado en otras investigaciones, es probable que hubiese diferencias de género, pero por encima de ellas estaban las "de clase" o sociales: "Ser mujer en sí mismo no era una desventaja. Había mujeres de alta alcurnia y buena vida, pero si además de pobre eras mujer, pues tus condiciones de vida serían probablemente peores. Aunque los hombres también experimentarían esa jerarquización social entre ellos". No obstante, se espera que Humanejos pueda aportar nuevas claves para comprender esta organización social.
Las joyas del sitio
El yacimiento ilustra una compleja trayectoria de la evolución de entrerramientos funerarios a lo largo de dos milenios, en los que se registraron curiosos fenómenos. Mientras que las tumbas datadas en el Calcolítico precampaniforme y en el Campaniforme con campaniforme presentan ajuares con una abundante cantidad de objetos, desde armas como un puñal de sílex a ornamentos —en una de estas fosas se halló el cuerpo de una mujer con un collar de 44 cuentas marfil, 15 perlas tubulares de oro que adornaban el pelo y tres botones de perforación—, en las del Campaniforme contemporáneo y las de la Edad del Bronce apenas se ha encontrado cerámica identificable u otros objetos.
Resulta interesante, asimismo, contemplar los restos de las ofrendas de fauna presentes en las tumbas —huesos de ovejas, perros y otros animales—, así como las características de las ceremonias de clausura o los tipos de depósito de los enterramientos. En este sentido, los arqueólogos han hallado un hoyo singular: se trata de un individuo que está sentado, con los pies acomodados en una especie de rebaje, parcialmente enterrado hasta la zona de los hombros. Determinar por qué el cadáver de este sujeto fue sometido a una suerte de exposición es uno de los múltiples interrogantes que quedan por resolver en Humanejos.