Al Nanga Parbat no le llaman “la montaña asesina” por nada. Con sus 8.126 metros de altura – la novena más alta del mundo –, desde que se ascendiera por primera vez en 1953 han pisado su cumbre 263 personas y han muerto 62 intentándolo. Todos ellos lo hicieron en verano. La primera cumbre invernal, un hito en la historia del himalayismo, tiene desde hoy ya nombre, el del español Alex Txikon, que ha hecho cumbre a las 15.37 horas del viernes (hora paquistaní) junto al italiano Simone Moro y el paquistaní Ali Sadpara.
Los alpinistas –que iban acompañados por la italiana Tamara Lunger, que se dio la vuelta a escasos metros de la cumbre– han ascendido en modo alpino, es decir, sin utilizar sherpas de altura, equipando ellos mismos la ruta, sin oxígeno y teniendo que soportar durante los casi dos meses que llevan en la montaña las durísimas condiciones del Nanga en invierno: temperaturas de hasta cuarenta grados bajo cero, vientos de hasta 70 km/h que bajan aún más la sensación térmica y apenas cinco horas diarias en los que les dan los rayos de sol.
Ataque a la cumbre
Por eso para los cuatro ha sido vital aprovechar la única ventana de buen tiempo que les ha dado la montaña, situada en una zona aislada del Karakorum paquistaní. Durante dos noches y un día entero, los cuatro tuvieron que esperar en su diminuta tienda del Campo 2 (a 6.100 metros de altura) a que amainara el temporal para hacer el ataque a cumbre. Probablemente, el peor lugar para la espera. La plataforma sobre la que descansaba la tienda apenas tenía cuatro metros cuadrados, con sendos patios de más de 1000 metros de caída a cada lado, donde el mero hecho de salir a orinar se convertía en una verdadera y peligrosa aventura. Un nada acogedor entorno en el que los cuatro alpinistas padecieron durante más de 30 horas las violentas sacudidas del viento (de más de 70km/h) que, en ocasiones, según como decía Txikon por radio al campo base, a punto estaba de levantar la tienda.
“Las condiciones para practicar alpinismo en el Nanga Parbat invernal son extremadamente adversas. El viento es un enemigo fundamental, pues un viento fuerte puede impedir físicamente la ascensión. Además, en alta montaña el viento es frío, lo que contribuye mucho a disminuir la sensación térmica, a veces hasta hacerla llegar a límites insoportables para el ser humano, aparte de que convierte al aire en un fluido más denso, y por lo tanto con mayor capacidad de empuje”, explica el doctor en Climatología Javier Del Valle Melendo, que de forma voluntaria lleva dos meses enviando partes meteorológicos detallados y muy precisos a la expedición.
Precisamente gracias a esos partes, Txikon y sus compañeros de expedición decidieron arriesgar e intentar hacer cumbre el 26 de febrero, la única ventana de buen tiempo que les ha dado la montaña. Y muy escasa. Horas después, en torno a la medianoche, los cuatro han llegado extenuados a la relativa seguridad de las tiendas del campo 4, a 7.200 metros de altura, ya por debajo de la zona de la muerte, para mañana “en cuanto caliente un poco el sol, en torno a las diez de la mañana” proseguir la bajada hasta el campo base.
"La mitad del camino"
Porque los cuatro experimentados alpinistas tienen claro que hasta que estén abajo, no se ha culminado la escalada. “La cumbre es sólo la mitad del camino, luego hay que bajar”, explicaba el propio Txikon días antes de el ataque a la cima. Lo sabe de buena tinta. Hace unas semanas, mientras preparaba la ruta, una placa de nieve se desprendió al paso de Alex y Ali. Sin tiempo para escapar, la montonera cubrió casi por completo a Txikon, que fue capaz de sacar la cabeza y quitarse la nieve que le cubría el pecho mientras su compañero le liberaba las piernas. “Nunca, jamás, se debe subestimar una montaña ni los peligros que representa”, decía.
La expedición al nanga Parbat invernal ha sido, probablemente, la más compleja en la ya de por sí extrema carrera himalayistica de Txikon, que ya intentó subir esta misma montaña el invierno pasado. En 2015, tras dos meses en el campo base y preparando la ruta, las pésimas condiciones meteorológicas les obligaron a darse la vuelta a apenas unos metros de la cumbre.
En esta ocasión, Alex y Ali llegaron al campo base el 31 de diciembre. Tras casi dos semanas preparando la ruta, equipándola con cuerdas y preparando campos de altura, de nuevo las malas condiciones hicieron temer por la expedición. “Tenemos permiso y provisiones para 50 días, y llevamos ya 40”, decía en su blog a principios de febrero.
Cuando casi estaban a punto de desistir, los italianos Simone Moro y Tamara Langdum, que estaban intentando también la primera ascensión invernal pero por otra ruta, decidieron unirse al grupo de Txikon y unir fuerzas. “Hay un serac en la ruta que está a unto de caer, y las grietas se abren cada vez más”, explicaba Simone, uno de los alpinistas más reconocidos del mundo, que ya cuenta con otras tres cumbres a 'ochomiles' en invierno.
Sin 'sherpas' ni oxígeno
Se unía así a Alex, que tiene ya en su haber 10 de los catorce 'ochomiles' y que desde hace años es uno de los grandes exponentes del alpinismo “puro y alpino”, ese que trata de buscar rutas aún no hechas, y no utilizar sherpas, ni oxígeno, y que huye de los masificados campos base del Himalaya en verano.
“Las expediciones invernales son más un juego psicológico que un mero reto físico”, decía Moro al unirse a la expedición de Txikon. A buen seguro el descenso será momento de buscar fecha y nombre para el próximo reto. Aún quedan dos 'ochomiles' – el K2 y el Shisha Pagma – que no han sido conquistados en invierno.