Fueron una apisonadora. 38 puntos de Kevin Durant y 28 de Stephen Curry para que Golden State Warriors triturase a los Cleveland Cavaliers en el primer partido de las finales de la NBA. Tres cuartos les duraron. El resultado final, 113-91. Pese al repaso, no se veían caras de preocupación en Lebron James y compañía, sentados ya en la banqueta cuando faltaban cinco minutos para el final del encuentro. Va a ser una batalla larga, y este tan solo es el primer asalto de una rivalidad ya antológica. Queda mucho por jugar.
Lo saben los jugadores, los técnicos y el público, encendido en la arenga desde el primer instante: el duelo, incluso antes de empezar, adquiría el tinte prehistórico de dos dinosaurios reescribiendo la historia de la liga, esculpiéndola sobre el parqué. Tres finales consecutivas protagonizadas por los dos mismos actores es algo que no se había visto nunca. Ni en los años de Jordan contra los Jazz de Stockton y Malone, ni en sus enfrentamientos contra Barkley o los Pistons de Isiah Thomas. Tampoco lo lograron Magic y Bird, la otra eterna rivalidad de la mejor liga del mundo.
Se trata, por tanto, de historia viva del baloncesto. Ello es así no solo por la potencia de los equipos, los números con los que llegaron al encuentro (12-0 Warriors y 12-1 Cleveland en las tres rondas anteriores). Ambas franquicias destacan por ser los principales adalides de la evolución del baloncesto moderno: pívots haciendo las veces de bases, convertidos en los generales de la pista; bases que juegan al poste, el triple y el (alto) ritmo de juego como eje vertebrador, los pequeños poniendo los bloqueos a los grandes, las transiciones rápidas... El espectáculo, en vivo y en directo, del choque de dos meteoritos incandescentes.
Imparable Durant
Lebron James (28 puntos, 15 rebotes y 8 asistencias) y Kyrie Irving (24) estuvieron muy solos a lo largo de todo el partido, en buena parte por la enorme defensa de los dorados. 20 balones perdieron los Cavaliers y tan solo cuatro sus rivales, que imprimieron un altísimo ritmo al juego.
Los 12 primeros minutos ardieron como si fueran los últimos instantes de un séptimo y decisivo encuentro. Rugía Durant en cada jugada y Lebron no quiso ser menos. El de Akron miraba al tendido como los toreros, desafiando al respetable después de cada mate. Los triples de Curry eran automáticamente contestados por rápidas canastas de Irving. Máxima igualdad.
Con el tiempo, los californianos hicieron valer su amplio arsenal. Iniciaron el segundo cuarto con una pequeña ventaja que fue aumentando conforme pasaban los minutos. Los Cavs habían perdido 10 balones hasta ese momento, y eso es algo que los Warriors no suelen desaprovechar. Varias de esas jugadas acabaron en estampidas de los locales, algunas de ellas rematadas en mates a bocajarro de Durant. Se le notaba fresco en cada arrancada, y eso el rival lo pagó caro. El de Maryland no probaba el sabor de una final de la NBA desde el año 2012, cuando sucumbió, precisamente, ante los Heat del propio Lebron.
La sensación era clara al término de los primeros 24 minutos: los Warriors habían perdonado en unas cuantas ocasiones. La renta de 8 puntos le supo a poco al respetable del Oracle Arena.
Huracán tras el descanso
La cosa cambió tras el descanso. Los terceros cuartos suelen ser cruciales en los partidos de Golden State. Se trata del momento en el que se despliegan como una jauría, tanto en ataque como en defensa, para finiquitar cuanto antes sus encuentros. No es extraño que, en cuestión de minutos, logren una amplia ventaja que resulta, a la postre, determinante. Eso fue exactamente lo que hicieron: ponerse con 21 puntos de ventaja al inicio del último período: 93-72.
Sacaron los californianos a relucir su excelente defensa, el control sobre las líneas de pase, el dar un pasito más, atosigando al rival, ahogando la circulación de la pelota, provocando pérdidas y malas decisiones de tiro. No desaprovecharon esta vez la ocasión. Curry y Durant acallaron a triples el partido, algunos de ellos lejanísimos, casi globos sonda teledirigidos. Los dos tenían la mano suelta. Se vio con la aportación de la segunda unidad el amplio arsenal con el que cuenta el míster, Steve Kerr. Los Warriors son como una navaja suiza; poseen mil y una variables con las que hacer daño al rival. Tras el huracán, no hubo respuesta.
El partido se acabó ahí. En el último cuarto estaba ya todo el pescado vendido, y Stephen Curry apenas se levantó dos minutos a aumentar su cuenta corriente. Siguiente asalto, la madrugada del domingo al lunes.