A Gregg Popovich le preguntaron qué necesitaban sus San Antonio Spurs para derrocar a los Golden State Warriors en las finales de la Conferencia Oeste. Respondió que rezar. Se conoce la NBA y sus entresijos tan al dedillo que sabe de sobra que las ruedas de prensa son un partido más. Y que de ninguna manera hay que dejarle miguitas de pan por el camino al rival. Mejor hechos en la cancha que pistas en la previa. Pero, sin quererlo ni saberlo, tenía razón: para ganar a los Warriors hace falta rezar. Y mucho. Después de una primera parte antológica, de que los Spurs ganasen hasta por 25 puntos, sucumbieron. Su rival, el vigente subcampeón de la NBA, sigue invicto en estos playoffs. Y, aun con mucho aguante de Gasol y compañía de por medio, los visitantes cedieron el primer punto de la eliminatoria (111-113). Porca miseria.
Los Spurs ya venían de hacer muy bien los deberes contra los Houston Rockets en la ronda previa. Y, además, les preceden tantas temporadas en la élite de la liga, tantas horas de la verdad exitosas, que su crédito es inagotable. Pasan los años, pasan los jugadores, pero el hambre de ganar nunca se acaba en El Álamo. Es cierto que los pilares ahora son otros, pero tan sólidos como los de antaño: Kawhi Leonard pone las hechuras de MVP y LaMarcus Aldridge las de escudero estelar. Con adiciones magistrales, claro: un Pau Gasol adicto a la polivalencia (anota, rebotea, pasa, tapona... Pena que las faltas le lastrasen), unos Manu Ginóbili y Danny Green que además de enchufarlas ahora también hacen de perros de presa defensivos, un David Lee en plan 'Carpanta' del rebote…
Hablando de rebotes, las capturas ofensivas le dieron muchísima vida a San Antonio. Y, a su vez, destaparon las vergüenzas de la defensa de Golden State. Tanto como para hacer peligrar mucho su victoria. A los locales les costó dios y ayuda estar a la altura atrás. Pero, después de todo, remontaron. A la venida del segundo cuarto, Stephen Curry resucitó. Aunque el dueño y señor de Oakland no reactivó en solitario a los Warriors. Tuvo que aparecer, dos periodos después, Kevin Durant, demasiado intermitente hasta que el bocinazo empezó a asomar. Los que sí que estuvieron 'missing' casi del todo fueron Klay Thompson y Draymond Green. Aunque uno cantó un 'bingo' desde la línea de tres y el otro convirtió un dos más uno en los instantes decisivos. Ambos de esos que huelen a juego, set y partido.
El encuentro parecía roto al descanso. Sin embargo, empezó a cambiarlo la preocupante lesión de Leonard en el tercer cuarto, con el jugador marchándose al vestuario y tiñéndolo todo de dramatismo. Sirvió de golpe de efecto para los de la bahía. El tobillo ya le ha jugado malas pasadas al santo y seña de los Spurs en esta postemporada. Y sus compañeros han salido adelante. No en esta ocasión, aunque vendiesen carísima su derrota. El karma no se la devolvió a Zaza Pachulia: buen partido el suyo, pero actitud dudosa al colocarse debajo de Leonard en la jugada en la que recayó de sus problemas físicos. De perro viejo, de artista del trabajo sucio, de 'enforcer' de dar la cera y de pulirla.
Mentiríamos si dijéramos que el georgiano no fue clave para que los Warriors recuperasen comba en el electrónico. Al final, en los últimos minutos de partido, volvieron a saborear la sensación de ponerse por delante. Con Durant recuperando condición de superhéroe y Curry deleitándose en el triple, la balanza empezó a decantarse a favor de Golden State. Pero los Spurs no iban a tirar la piedra y a esconder la mano. No podían ni debían hacerlo después de sus 20 minutos iniciales de ensueño. Fue Ginóbili, la única pata superviviente del 'Big Three' de San Antonio ahora mismo (con Tony Parker lesionado para lo que queda de curso), quien trajo de vuelta la raza.
Su ejemplo es la mejor inspiración para la savia nueva del equipo, los jóvenes llamados a heredar la dinastía con más pujanza de la época reciente en el baloncesto estadounidense. Tipos como Jonathon Simmons, Kyle Anderson y Dejounte Murray, que se ganan el jornal como secundarios de postín, sin acaparar muchos titulares pero sumando como los que más, que es lo importante. A la hora de la verdad, casi todo dependió de ellos. Y, aun con resbalones, tiros errados, aspereza y tembleque, mucho tembleque, los Spurs mantuvieron la compostura hasta el último aliento. A golpe de rebote y de un Aldridge que tuvo que asumir responsabilidades. Y, en definitiva, de un carácter que a punto estuvo de adelantar al equipo inesperado en la final del Oeste. Aunque, visto lo visto, a los Warriors siempre hay que esperarles. Porque siempre vuelven. Pero no se equivoquen: los Spurs también.