Román Zozulya ha jugado este verano más minutos que en toda la temporada pasada, la de su caída a los infiernos, cuando su préstamo al Rayo Vallecano fue frustrado por presiones de una sector radical de la afición rayista. Su español ha mejorado estos meses, aunque no demasiado. El ucraniano tiene contrato vigente con el Betis hasta junio de 2019, pero el club verdiblanco le ha retirado el dorsal y busca una salida a un jugador que se dice "maltratado" y cuyas competencias futbolísticas (internacional con su país) han quedado aparentemente eliminadas por el conflicto que mantuvo en enero con los Bukaneros, los 'ultras' vallecanos.
Le acusaban, en concreto, de ser neonazi y racista por haber fundado la Narodna Armiya (Ejército Popular), una organización paramilitar de ultraderecha que opera en la zona Donbass (al este del país) contra las fuerzas prorrusas que se mueven en un territorio con recientes y numerosas escaramuzas militares. Hubo manifestaciones en contra del jugador, pancartas y pintadas; la directiva madrileña se echó para atrás y rechazó la cesión pactada. El jugador respondió a los 'Bukaneros' que no es neonazi: "Fue el error de un periodista", afirmó; y el periódico que llevó al error pidió disculpas en su momento.
Sin dorsal
Pero el mal estaba hecho. Zozulya tiene 27 años y la carrera en serio peligro por su ideología nacionalista. Había empezado bien la pretemporada en Sevilla a las órdenes de Quique Setién, beneficiado por las lesiones de otros atacantes. La situación volvió a enfangarse esta semana; su agente, Vladimir Kuzmenko, difundió un comunicado el miércoles titulado ‘Discriminación a una excelente persona’ en la que acusaba al club de haberle quitado la taquilla, sin previo aviso, de haberle dejado sin ropa para entrenar y de haber entregado su dorsal (el 18) a otro jugador, "lo que para un profesional es sagrado".
El club respondió al comunicado y aclaró que la retirada del dorsal es cierto, pero que se le permitía entrenar con sus compañeros y mantiene tanto su taquilla como su ropa deportiva. El Betis explicaba que si no había entrenado este miércoles había sido por culpa de un virus y que su falta de hueco en el primer equipo se debe a motivos exclusivamente deportivos.
Su difícil trance está directamente relacionado con la repercusión mediática de sus problemas con los 'Bukaneros': como ha podido confirmar EL ESPAÑOL, equipos que competían con el Rayo por sus servicios en el último mercado de invierno ya no quieren saber nada de él. Zozulya, de buena conducta en el club, es bastante apreciado por sus compañeros: cuando explotó el escándalo, la plantilla verdiblanca (encabezada por el capitán Joaquín), afirmó que asistían "a un linchamiento público de un futbolista" de comportamiento "intachable" desde su llegada.
¿Rescisión de contrato?
Durante su vía crucis de muchos meses el jugador ha rechazado las pocas ofertas existentes (de un club polaco y de la Segunda División española) porque prefiere llegar a un acuerdo con el Betis para rescindir su contrato y recibir parte de su salario. Su agente ofrece al jugador sin descanso, pero al parecer los clubes rechazan el fichaje por temor a que se repita el escándalo similar al vivido en Vallecas. Sólo parece tener acomodo claro en el fútbol georgiano y moldavo, un evidente bajón de categoría.
El 2017 del futbolista ucraniano tiene ribetes surrealistas. Cuando la afición rayista reventó el préstamo del jugador, también le impidieron indirectamente firmar por otro equipo: tras su paso por el Dnipro, el Betis y el propio Rayo, había llegado al límite de inscripciones en una misma campaña. En un momento surgió la posibilidad de jugar en la Liga estadounidense, pero los clubes no sufragaban la ficha del jugador. Zozulya, por tanto, limitó su actividad deportiva a entrenarse durante meses con la plantilla bética, sin licencia para jugar en competiciones oficiales. Salvo que ocurra un milagro, su mayor aportación a la historia del fútbol español habrá sido ofrecer el primer ejemplo de jugador expulsado de un club por presiones de la afición.