El pasado día 2, horas antes del España-Italia, se reunieron en un hotel cercano al estadio Santiago Bernabéu Luis Rubiales (presidente del sindicato de futbolistas españoles) y una decena de presidentes de federaciones autonómicas. El encuentro podía sugerir que el antiguo delfín de Ángel María Villar, favorito inicial a reemplazarlo como presidente del fútbol español, se consolidaba finalmente como solución para resolver el boquete abierto en la Federación Española por la Operación Soule. Pero el problema de la sucesión de Villar sigue abierto en canal: tanto estas reuniones, como la Junta Directiva celebrada después, son apenas una simulación de unidad para detener la hemorragia.
La presidencia de la Federación Española de Fútbol (RFEF) se ha convertido en una gigantesca ‘patata caliente’, cuando siguen sin conocerse los miles de folios liberados recientemente del secreto de sumario por el juez Santiago Pedraz, ya en posesión de los abogados defensores de los imputados (y cuya próxima revelación podría sorprender por la falta de revelaciones escandalosas). Para entender la complejidad del avispero en el que se ha convertido la Federación basta un dato: la paradoja asombrosa de que Villar y Javier Tebas (presidente de la LaLiga y su máximo enemigo) se hayan unido, aunque sea por separado, en la negativa a aceptar a Rubiales como nuevo presidente de la RFEF.
Villar no perdona al que iba a ser su vicepresidente esta legislatura que votase a favor de su suspensión el mes pasado en el Consejo Superior de Deportes (CSD): una decisión que ha enrocado al todavía presidente en su nueva vida de silencio y apartamiento. Poco parecen importar los recordatorios del secretario de Estado para el Deporte, José Ramón Lete, de que "Ángel Villar tendría que haber dimitido ya": el futuro de la RFEF sigue ahora mismo en manos del hombre que la lideró durante 29 años, convencido de su inocencia, cuya legendaria capacidad de resistencia bloquea ahora los intentos de conducir una transición desde dentro sin la tutela gubernamental del CSD.
Los últimos comunicados unánimes de la Junta Directiva de la RFEF no reflejan las notables diferencias existentes entre los presidentes territoriales (19, de los cuales 5 están imputados en el mismo proceso que Villar). Algunos siguen esperando que el bilbaíno dé finalmente un paso al costado, otros siguen trabajando para lograr un candidato de consenso en la hipotética moción de censura con la que se ha amenazado varias veces ya al todavía presidente (para el mes de noviembre, por los plazos que marca la ley).
No existe consenso
Los numerosos esfuerzos por encontrar un candidato con amplio respaldo y limpio de polvo y paja han naufragado hasta la fecha. Se ha intentado, sin éxito, buscar una persona fiable y carismática que dé un nuevo brillo a una institución muy desprestigiada, librada de males mayores por la gran victoria de la Selección contra Italia el día de la reunión en el hotel Eurobuilding. Emilio Butragueño, Vicente del Bosque, Fernando Hierro, Iker Casillas, Xavi Hernández, Carles Puyol, Raúl González Blanco… Todos los consultados se han negado amable pero firmemente. En realidad, la mayoría estaría vetada en la práctica (pese a su prestigio) por el hecho de pertenecer a la órbita del Real Madrid o el FC Barcelona, condición que acabaría dándoles problemas (y muchos) con el correr del tiempo.
La solución ‘in-house’ también es espinosa por las divisiones internas en la Junta Directiva. Juan Luis Larrea, el actual presidente en funciones, tesorero de Villar y presidente del fútbol guipuzcoano durante 28 años, está cada vez más cómodo en el cargo y se ve como alternativa, pero vive lastrado por sus vínculos con el presidente suspendido y cierto afán de protagonismo mediático que no había mostrado en décadas de actividad federativa.
Otras opciones autonómicas sucumben por diversos motivos. Pasado el momento de Marcelino Maté (otro fiel villarista, presidente de Castilla y León), el favorito era Andreu Subies, presidente de la Federación Catalana, que se autodescartó por el peculiar momento político que vive su comunidad autónoma. Rafael Louzán, presidente de la gallega, cae de la quiniela por el hecho de estar investigado en el macrocaso por corrupción de la Operación Patos. Francisco Díez, presidente de la madrileña, era inicialmente bien visto por ser un recién llegado y por su voluntad de presentarse, pero la bisoñez en el cargo pesa más en su contra. La pinza Villar-Tebas contra Rubiales, el candidato apoyado por Alejandro Blanco y los jugadores profesionales, deja a la Federación Española sin un aspirante apto para conducir una transición muy delicada, llena de trampas y cepos.
Ante el vacío existente, ‘quemado’ desde hace meses el líder opositor Jorge Pérez, ha surgido incluso el nombre de Gerardo González, el hombre que más cerca estuvo (en 2004) de vencer a Villar en unas elecciones después de ser un buen secretario general (y cuya mujer, cosas de la vida, sigue trabajando en la Federación).
Catarata de nombres
El diario Marca publicó este miércoles el nombre de otro candidato imprevisto e interesante: Emilio García Silvero, de 40 años, responsable del departamento de integridad de UEFA. Poco conocido por vivir en Suiza, tiene buena relación con los responsables de la UEFA y la FIFA, estudió un doctorado en Harvard y su juventud significaría un ruptura con el pasado. Además, ha trabajado en la Federación y también con Javier Tebas, lo que le confiere un perfil equilibrado. Fuentes bien informadas revelan a EL ESPAÑOL que su candidatura estaría afectada, sin embargo, "por cuestiones personales del pasado" y no sería bien aceptada por el villarismo.
En la RFEF se ha popularizado la frase de que Villar está “amortizado”, pero algunos de sus presuntos fieles, como Larrea, vuelven a llamarle y visitarle por temor a que realmente elija luchar por demostrar su inocencia y, en un escenario poco probable, regresar después al trono federativo hasta 2020. Sólo está suspendido por un año. Villar trasladó un mensaje de tranquilidad a una delegación de la UEFA en una visita privada horas antes del España-Italia y está repitiendo a su entorno cercano que “si Larrea está limpio, yo también": no se va a mover hasta analizar minuciosamente el nuevo auto del juez Pedraz y se niega en rotundo a seguir los plazos que se le exigen desde el CSD.
Larrea, mientras tanto, no desaprovecha el tiempo y hace política: quiere reservar un hueco en la nueva Junta Directiva a Javier Tebas, para quien Luis Rubiales es la peor opción, y que vería con buenos ojos colaborar este trienio para optar a la presidencia en 2020 (una jugada que levanta pústulas en el actual personal de una Federación a la que calificó de "organización criminal" hace un mes y medio). Larrea, según fuentes de toda solvencia, prefiere tener a Tebas dentro, ‘controlado’, que lanzando improperios desde la orilla contraria con su habilidad verbal y soltura frente a los medios. Nadie puede permitirse más enemigos.
Quedan dos meses hasta que sea posible presentar una moción de censura que el mismo José Ramón Lete califica de compleja por la misma cuestión: la presentación de un único candidato consensuado con más del 50% de los apoyos. Entretanto, continúa el goteo de interrogatorios por los diversos juicios abiertos (como el ‘caso Haití’) y el aparato burocrático del fútbol español se mueve sin rumbo fijo mientras Juan Luis Larrea gana días como metros en un partido de rugby y promete en entrevistas “limpiar de vicios la Federación Española”. Probablemente no sea el hombre más conveniente para una labor semejante. Pero llegados a este punto, la pregunta relevante es otra: ¿hay alguien más capaz de hacerlo?