“Yo y mi hermano nos quedábamos un rato más con nuestro padre (Talant) entrenando. En ese momento, querías hacer otra cosa, pero después, con el tiempo, te das cuenta que hiciste bien”, contaba el más pequeño, Dani (Santander, 1997), a este periódico, tras ganar el campeonato del mundo júnior con España. Y Álex (Santander, 1992), en otra conversación con este diario, durante el Mundial, lo corroboraba: “A veces, por el apellido, tienes que trabajar más. Pero cuando va bien, todo te resulta más sencillo”. Esa ha sido la cara y la cruz de los hermanos Dujshebaev, ‘los Gasol’ del balonmano español, dos niños crecidos al albor del Quijote Arena (Ciudad Real) entre gachas, migas y estrellas (Dinart, Uríos…) del deporte que hoy los acoge en la élite. Este enero, por primera vez en un torneo internacional con la selección. Y, de momento –y antes de enfrentarse a Dinamarca (miércoles, 20:30 horas)–, con dos victorias ante República Checa (32-15)Hungría (25-27).



La ‘culpa’ la tienen el padre, Talant, el primero en debutar, en 1995 –cuando obtuvo la nacionalidad–, y la madre, que se quedó embarazada justo unos meses antes de los Juegos de Barcelona 1992 y no pudo ir, pero fue portera internacional en la Unión Soviética. Ellos dos fueron el inicio. Álex y Dani, que comparten por primera vez habitación en un Europeo, siguieron su ejemplo. “Siempre me viene a la cabeza cuando ambos eran pequeños y estaban por allí (en el Quijote Arena) recorriendo la pista, y cómo se quedaban a hacer juegos”, recuerda Jesús Rivilla, preparador físico de la selección y ex de aquel glorioso Balonmano Ciudad Real.

La familia Dujshebaev al completo.

La exigencia la mamaron desde sus primeros días. Talant, campeón de la Copa de Europa en la pista (1994) y en los banquillos (2006, 2008, 2009 y 2016), les marcó el camino desde el principio. “Él siempre tenía claro que si quieres destacar por encima de los demás tienes que hacer algo diferente. Y él, más allá de su talento, era muy currante. Su principal virtud era su capacidad de trabajo. Era uno de los poquísimos jugadores que llegaba 30 minutos antes para analizar los entrenamientos y después se quedaba. Me decía: ‘Jesús, espera que voy a entrenar otro poco’. Ya por entonces tenía una visión dual como jugador y entrenador”, rememora Rivilla, que llegó al Balonmano Ciudad Real el mismo año que el padre de los Dujshebaev.



Así era Talant, un tipo con carácter, concienzudo, talentoso y trabajador. Y eso es lo que le enseñó a sus hijos. “Hay una cosa que tenía clara: la mejor forma de transmitir cualquier valor es con el ejemplo”. Y así lo hacía. Álex y Dani, en aquel Quijote Arena donde se jugaba el mejor balonmano de toda Europa, se quedaban un poco más a entrenar con su padre. Primero, soñando con jugar en ese Ciudad Real, y después, con lo que viniera. Ambos, en cualquier caso, tenían razones para pensar que algún día estarían en la élite con el mejor espejo en casa.



DIFERENTES EN CARÁCTER Y EN JUEGO



Sus caminos, aunque parecidos, no son idénticos. Álex (lateral), tras pasar por Marianistas, llegó a debutar con el Ciudad Real y después inició un periplo por Naturhouse, Balonmano Aragón y Vardar antes de volver a reencontrarse con su padre en el Kielce, donde Talant es actual entrenador. “Las comparaciones con él siempre están ahí, pero no hay que darle más importancia. Es algo que siempre me ha acompañado y a lo que hay que darle normalidad”, reconocía en conversación con este diario durante el último Mundial.

Álex Dujshebaev tira durante el Europeo.



En Polonia, el mayor de los Dusjhebaev ha terminado de formarse. “Está muy consagrado”, reconoce Julen Aguinagalde, compañero suyo en el Kielce y en la selección, a este diario. “Nos llevamos muy bien y con la familia no hay ningún problema. A Talant ya lo tuve como entrenador en Ciudad Real, en el Atlético y ahora. Es muy exigente. Y su hijo… Bueno, vivimos en el mismo piso y voy a tener que ponerle un tobogán para que baje a su casa”, bromea el internacional.



El ejemplo de su hermano lo ha tomado Dani. Eso sí, a su manera. Con Álex no comparte posición (él es central) ni maneras ni trayectoria. El más pequeño, campeón del mundo júnior, también se formó en las pistas del Quijote Arena, entre dibujos animados (“Óliver y Benji, Pokémon, Digimon y Dragon Ball”), y después pasó por Atlético, Barcelona, Atlético de Valladolid y acabó en el Kielce, aunque todavía no ha coincidido con su padre –está cedido en el Celje–. “Y todavía le queda mucho recorrido en conocimiento. Su personalidad la irá desarrollando en los próximos años en la pista”, apuntilla el puertollanero Jesús Rivilla. Aunque, por el momento, está desempeñando un buen papel en el Europeo. 



Ambos, diferentes, pero iguales. “Hay algo coincidente en los dos: son muy receptivos. Reciben cualquier idea nueva o cualquier corrección, y eso les hace integrar cualquier cosa que les indiques”, concluye Rivilla. De ahí su progresión y su éxito. Con un apellido común y un mismo modo de llevar el peso del apellido. Álex y Dani, quizás los ‘Gasol’ del balonmano. “Ojalá y lo seamos”, reconocía el menor. Y quizás así sea en este Europeo, el primero de los dos juntos, el lugar donde se vuelve a escribir (y reescribir) la historia de los Dujshebaev. Donde todo vuelve a empezar... 

Dani Dujshebaev durante el Europeo. Reuters

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