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Paco Blázquez (Valencia, 1972) guarda sus creencias y sus orígenes en dos estampitas que no salen de su cartera. Una es de María Auxiliadora y la otra es de San Juan Bosco, ambos patrones de los Salesianos, el lugar donde creció educativamente, donde le enseñaron a amar el deporte y, sobre todo, el balonmano. Del resto se encargó él. Fue jugador –“aunque muy malo”, reconoce–, entrenador, presidente de un club… ¡Y árbitro! Como colegiado, escogió el escarnio del público como buen síntoma –“si no pitan es que algo estás haciendo mal”– y supo gestionar la presión. Después, dio un salto a la política y pasó por la Federación de Balonmano Valenciana hasta acceder al cargo de presidente de la Española. Desde entonces, hay, al menos, tres cosas que no perdona: un beso de buenos días a su pareja, el café de por las mañanas y la partida a la PlayStation de por la noche. El resto de su gestión se traduce en un éxito sin precedentes: el campeonato de Europa conseguido por los ‘Hispanos’ este año. De todo ello se para a hablar con EL ESPAÑOL antes de que el Mundial de fútbol lo engulla todo.
¿Qué es lo primero que piensa cuando se levanta?
Intento saber en qué ciudad estoy y, laboralmente, pienso en lo que tengo que afrontar ese día. También doy gracias por que mi familia esté bien.
¿Cómo es el día a día de un presidente de la Federación?
Muy largo [risas]. Me levanto a las 6:15 de la mañana, voy al gimnasio, hago algo de cardio y pesas y me voy al trabajo a las 8:45. Después tomo un café para desayunar y empiezo el día de trabajo. A veces, no como hasta las 16:30. Salgo de la oficina a las 9, ceno algo, veo la tele y me acuesto.
¿Es creyente?
Soy creyente. Llevo a San Juan Bosco y María Auxiliadora en la cartera porque estudié en un colegio Salesiano. Pero sí doy gracias por que alguien nos guíe a todos y nos dé salud a mí y a mi familia. Luego, ya digo, me ubico y, si estoy en casa, le doy un beso fuerte a mi pareja, que es la que más sufre.
¿Qué le pide al día?
Fuerza y que las decisiones que tome sean justas y equilibradas. Luego, antes de acostarme, intento leer todos los periódicos y analizar el día. Es importante hacer un repaso sobre lo que he hecho y lo que no, además de lo que se puede mejorar. Luego el tiempo te va dando tranquilidad y cierta experiencia para tomar las decisiones más calmado y después de hacer un análisis más exhaustivo de lo que ha ocurrido.
¿Y a la vida, qué le pide?
Salud y que nos dé para vivir con una sonrisa. Uno de los puntos fuertes de mi aguante es que dicen que soy una persona poco normal. Yo lo que le pido a la vida es que nos dé esa alegría para llevar el día mejor y, sobre todo, ya digo, salud, que es lo más importante.
¿Le preocupa equivocarse?
No, eso no. Si me diera miedo eso, no tomaría decisiones, pero sí me preocupa no ser justo con las decisiones que tomo.
Hablando ya de balonmano. ¿De dónde le viene la pasión?
Comencé a los siete años en los Salesianos y era muy malo [risas]. Primero fui extremo para no molestar mucho, luego jugué en el pivote y acabé de central. Estuve en las categorías inferiores y nos proclamamos campeones en Valencia. Luego, por motivos laborales, me marché fuera, volví y monté un club de balonmano. Tenía 19 años. Al final, el club se convirtió en un referente con 250 niños y niñas. Yo era el entrenador de los equipos, el presidente y a la vez jugaba. Pero, claro, entrenaba a seis equipos y… era mucho. Cuando un fin de semana te cambiaban algún partido… ¡Menudo lío! Allí estuve hasta los 31, hasta que acabé saturado. Entonces, empecé de árbitro. Pasé por Primera Nacional, luego por División de Honor y finalmente estuve en Asobal. Paralelamente, me nombraron gerente de la Federación valenciana hasta que tomé el cargo como presidente de la española.
Comencé a los siete años en los Salesianos y era muy malo [risas]. Primero fui extremo para no molestar mucho, luego jugué en el pivote y acabé de central
¿En qué tipo de familia creció?
En una familia humilde y trabajadora. Mi padre era constructor y nosotros estudiamos en los Salesianos. Tengo un hermano y una hermana. Yo soy el mayor. ¡Y anda que no ha sufrido mi hermana, con los dos piezas que tenía a su lado! Aunque, bueno, debo decir que casi más mi cuñado. Cuando empezó a salir con ella tenía 14 años y si ha superado todas las pruebas que le hemos hecho… ¡Eso es que es un buen tío! Mi hermano jugó al balonmano también… y, bueno, yo luego me casé joven y tengo dos hijas que también le dieron al balonmano. Ahora tienen 24 y 20. Eran buenas jugadoras, sobre todo la pequeña, que tenía mucho nervio, pero al final se quedaron por el camino…
¿Por qué le dio por el arbitraje?
Bueno, había sido jugador, entrenador, presidente… y uno de mis amigos era árbitro. Me dijeron que si empezaba y, aunque muy tarde (con 32 años), me lancé al ruedo. Me gustó y fui ascendiendo rápido. Le cogí el gustillo y estuve haciéndolo hasta que fui nombrado presidente.
¿Está de acuerdo en que el árbitro es un saco de boxeo que está ahí para que le pegue todo el mundo?
Es una figura en la que todo el mundo vuelca su ira y a la que se le achacan las derrotas de tu equipo, pero en el balonmano tratamos de erradicar el ‘modo fútbol’, donde se es más visceral. Al final, nosotros jugamos a 40-60 goles y es complicado que una decisión pueda influir de manera decisiva en el resultado. Cuando yo arbitraba tuve tres compañeros diferentes. Miguel Ángel fue el último con el que compartí pista y él era el poli bueno y yo el malo. Y yo siempre decía: ‘Si la gente no protesta, algo estamos haciendo mal’. Yo disfrutaba cuando había un partido en el que pitaban y no escuchaba a nadie. El público tiene que luchar por influirte.
Jugador, presidente, entrenador, árbitro…. Muchos años vinculado al mundo del balonmano. ¿Se acuerda de cuando era el tercer deporte en España?
Ha sido un deporte con muchos altibajos y no se han sabido aprovechar los éxitos de los campeonatos del mundo de 2005 y 2013. La verdad, no sé si vivimos demasiado rápido o tenemos una memoria demasiado corta para digerir los triunfos. Fíjate que España ganó el Europeo a finales de enero y, pocos meses después, ya casi ni nos acordamos. La sociedad nos lleva a vivir tan rápido que ya no disfrutamos de los éxitos como debiéramos. Mientras, otros deportes han crecido y nosotros hemos bajado. Ahora, las horas extraescolares se reparten más y eso nos ha perjudicado. Para jugar al balonmano tienes que tener un grupo de gente y alguien que te guíe; en los individuales no lo necesitas. Y, como vivimos como pequeñas islas, seguramente estos deportes individuales han proliferado.
La sociedad nos lleva a vivir tan rápido que ya no disfrutamos de los éxitos como debiéramos
Y luego, en cuanto a la visibilidad, los medios tenéis tantos deportes donde elegir que tenéis que descartar. Hoy en día, por ejemplo, si yo intento que se vea una semifinal de la Copa de la Reina en Teledeporte, me dicen que no pueden porque hay muchos otros deportes. ¡Y es verdad! Pero si no salimos en la televisión, no existimos. En ese sentido, mientras yo esté haremos todo lo posible porque la selección se pueda ver por la pública. Mi demanda a la Asobal va por ahí. Necesitamos que la máxima liga se vea en abierto. Si ellos no se involucran y no hacen esto, entonces no tenemos nada que hacer. Además, las familias tienen tantas actividades que hacer…
¿Vio venir la caída del balonmano?
Salvo algunos, creo que el resto veíamos venir una gran crisis económica. Sabías que las construcciones empezaban a pararse… y en esa situación lo primero que cae son las ayudas públicas. Entiendo que cuando la gente pasa necesidades no se pueda invertir en deporte. Y eso, al final, te acaba lastrando.
Más allá de las ayudas públicas, Joan Cañellas, en EL ESPAÑOL, reconocía que los clubes pagaban en negro. No era sólo cosa de ayudas públicas…
Ese ha sido uno de mis objetivos desde que entré: todo el que esté vinculado al deporte tiene que cobrar dinero en A. Tenemos, como cualquier ciudadano, que cubrir y pagar nuestros impuestos y luchar porque todo el dinero que llegue a los jugadores sea limpio. En la época a la que hace referencia Cañellas, había dinero de muchas empresas y por eso había inversión por abajo. Y, por otra parte, también era culpa de los jugadores, que no cobraban en A y no pensaban en que eso, a la larga, les perjudicaría. Y por último, creo que hubo una dependencia del dinero público por parte de muchos clubes. Lo público tiene que ser un medio, pero no el fin. Y, claro, cuando se dejó de invertir, cayeron muchos clubes.
Como el Ciudad Real.
Fue el primer golpe duro que recibí nada más llegar. Me dijeron que estuviese tranquilo, pero cuando llegó un embargo de la Seguridad Social, dije: ‘¡Se ha acabado!’. Es normal. Cuando una persona, en este caso su presidente (Domingo Díaz de Mera), invertía dos o tres millones de euros en el club y muchas de sus empresas estaban en concurso de acreedores… pues pasa lo que pasa. Por desgracia, fue una caída que tenemos que intentar recuperar.
Me dijeron que estuviese tranquilo con el Ciudad Real, pero cuando llegó un embargo de la Seguridad Social, dije: ‘¡Se ha acabado!’
Quizás, con un Real Madrid de balonmano o con un nuevo Atlético.
Al presidente del Madrid ya se lo he dicho por todos los medios, pero tendrán otros intereses. Pero, ahora que estamos en una etapa de cambio, no estaría mal que los clubes de fútbol estuvieran obligados a tener dos equipos de otros deportes. Al final, el 1% de un presupuesto de un equipo de fútbol sirve para mantener una sección de balonmano, voleibol o fútbol sala. El Levante ya tiene una sección de balonmano, el Espanyol va a crear una desde abajo… Estamos intentando que el Atlético recupere esa plaza histórica. Vamos a ver si se van animando…
Y, después, el balonmano tiene que vender mejor sus éxitos.
Sí, si a mí me llega a pillar en el momento en que fuimos campeones del mundo (2005 y 2013), pues igual… Pero bueno, la persona que estaba lo intentó y trató de hacerlo lo mejor posible. Es fácil decir ahora: ‘Si hubiéramos hecho esto o lo otro’. Pero bueno, igual en unos años dicen que yo tampoco supe aprovechar el campeonato de Europa y creo que no hemos podido hacer más.
Usted, como presidente, ha vivido dos momentos antagónicos. El malo fue la no clasificación para los Juegos Olímpicos del balonmano masculino y el bueno el campeonato de Europa. ¿Cómo fueron aquellos días?
El primero es uno de los momentos en los que más he llorado. Estuve una semana vomitando. Era comer algo y echarlo todo. Deportivamente, no lo conseguimos y ya está. Lo bueno, en ese momento, es que las chicas sí se clasificaron, pero cuando nos eliminó Francia en Río… ¡Íbamos ganando de siete y llevábamos 10 minutos de la segunda parte! Cuando terminó el partido, Alejandro Blanco (presidente del COE) y yo nos fundimos en un abrazo. Me acuerdo que Íñigo Méndez de Vigo, entonces ministro de Deportes, nos dijo: ‘No sé qué hacer para consolaros’. Pero bueno, eso es el deporte. Y luego, mira, en el campeonato de Europa, después de perder contra Eslovenia, parecía que no podíamos conseguirlo y, sin embargo, nos rehicimos y ganamos a Francia en semifinales y conseguimos ser campeones de Europa. Entonces, a cuatro minutos del final, ya estábamos soltando lágrimas de alegría.
Cuando no nos clasificamos para los Juegos Olímpicos, me pasé una semana vomitando
¿Le da muchas vueltas a la cabeza?
La verdad es que duermo muy bien. Me echo en la cama y caigo. Pero sí que le doy vueltas a la cabeza e intento saber si algo he hecho mal o si algo se puede hacer mejor. Me cuesta, eso sí, conciliar el sueño cuando ganamos o perdemos.
¿A quién le consulta las decisiones que toma?
A la gente de la Federación y a mi pareja, que viene del mundo del deporte, para ver cómo ve las cosas desde un punto de vista más lejano.
¿Lo ha pasado peor como árbitro o, ahora, como ‘político’?
Como peor se pasa es en el palco sin poder ayudar. Si eres jugador, todo depende de ti; si eres entrenador, puedes cambiar las cosas en un partido; y si eres árbitro, estás dentro… Pero como directivo, puff, estás sentado en una silla.
Y luego le piden responsabilidades…
Pero yo no cambio la táctica. Mi única responsabilidad es poner a los mejores. En mi caso, fue difícil destituir a Manolo Cadenas, con el que tengo una gran amistad, porque habíamos hecho un gran ciclo olímpico. ¡Mucho mejor que el de otras selecciones! Estuvimos en tres semifinales seguidas. Pero llegó un momento de cambio en el que era necesario. Y lo mismo ocurrió con Jorge Dueñas. Ahora tenemos a Jordi Ribera y creo que acertamos, pero estaríamos hablando de forma distinta si no hubiéramos sido campeones de Europa. En el balonmano femenino, estamos pagando las consecuencias de que no se apostase por él en un momento determinado y vamos a tener que hacer un esfuerzo.
Me resultó difícil destituir a Manolo Cadenas (...) Habíamos hecho un gran ciclo olímpico (...) Estuvimos en tres semifinales seguidas
Como presidente de la Federación, ¿se ha sentido alguna vez identificado con Rajoy, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez o Albert Rivera?
Si tuviésemos un partido político de deportistas, igual sería diferente. Muchas veces nuestras peleas en la pista se quedan ahí y cuando salimos somos una gran familia. Yo lo que sí les pido es que luchen en el congreso y que cuando salgan intenten remar en la misma dirección para arreglar nuestros problemas. Los ciudadanos los elegimos para que nos lleven por el mejor de los caminos.
¿Alguna vez lo han llamado nuestros líderes políticos?
Sí, cuando conseguimos algo siempre hemos recibido los ánimos de todos ellos y, obviamente, tengo que agradecer al Rey, que siempre nos llama antes y después de los partidos. Eso es un orgullo. Nosotros lo que perseguimos es llevar nuestra bandera y nuestro himno a lo más alto a nivel internacional y tener a nuestros deportistas entre los mejores.
¿Le preocupa la situación del país, en general; y la de Cataluña, en particular, por aquello de que cinco de las seis sedes del Mundial de balonmano femenino de 2021 están en Cataluña?
Creo que en este caso no han sabido sentarse y dialogar para resolver el problema. Por otro lado, sí que puedo decir que nuestro trato con el presidente de la Federación Catalana es exquisito. Nosotros siempre hemos tenido un trato extraordinario allí. Para el Mundial vamos de la mano del alcalde de Granollers y sólo puedo tener palabras de agradecimiento. Pero es que en el balonmano es distinto. La selección ha jugado en Irún, en San Sebastián… y sonó el himno y respeto absoluto. Es más, España se proclamó campeona del mundo en Cataluña, sonó el himno y no pasó nada. Nuestro deporte, en ese sentido, creo que es más noble. Se tiene que llegar a un entendimiento.
Y como gestor, ¿le preocupa la corrupción?
El tema de la corrupción va con la persona. Si las personas tratáramos el dinero de las federaciones o los fondos públicos como si salieran de nuestro bolsillo… Pero es que hay corrupción en todos los signos políticos, es que es una cosa generalizada. En la Federación tratamos de conseguir que todo sea muy transparente y, sobre todo, que no exista nadie al que no se le remunere conforme a su trabajo o esté mal reconocido. Intentamos ser lo más legales posibles: los contratos, por ejemplo, siempre pasan por tres personas (asesor jurídico externo, interno y director general) y después los firmo yo. Todo lo que gano lo sabe el balonmano. La transparencia está ahí y los auditores lo reconocen en las cuentas: cogimos una Federación con una deuda importante y ahora estamos en positivo. Teníamos entonces tres patrocinadores y ahora 21.
Cogimos una Federación con una deuda importante y ahora estamos en positivo. Teníamos entonces tres patrocinadores y ahora 21
La evolución en lo económico está clara… ¿Y en los pabellones, qué le pide la gente?
Que sigamos haciéndolo como hasta ahora, y que esté al lado de ellos y tenga un trato cercano. Yo he sido entrenador, presidente, árbitro… y si no supiese lo que pasa en nuestro deporte, sería imposible actuar con coherencia. Por eso trato de ir al mayor número de eventos y torneos en España. Y cuando veo que la preocupación no es de unos pocos, sino de muchos, sé que hay que hacer algo.
Ya para terminar. ¿Qué piensa cuando se va a la cama?
A veces, y te vas a reír, enciendo la PlayStation, juego uno o dos partidos online. Si he ganado, estupendo, pero cuando pierdo... ¡Hay veces que casi me da por tirar el mando por la ventana [risas]! Luego, en la cama, intento analizar qué he hecho bien y qué he hecho mal durante el día.