Chris Froome llegó al Tour de Francia con deseos de hacer historias. El reto estaba claro: conseguir su quinto maillot amarillo y encadenar cuatro grandes vueltas seguidas. Nadie lo había conseguido antes, pero eso no debía ser un gran problema para él. Era el gran favorito para lograrlo. Tenía a un equipo construido a su medida, el más fuerte del pelotón. Pero no. No va a conseguirlo. Ya sabe que no puede. Geraint Thomas y Tom Dumoulin han llegado al tramo final de la carrera con mejores piernas que él. Ya solo puede luchar por no perder su puesto en el podio.
¿Por qué? ¿Qué ha pasado para llegar hasta la rampa del Col du Portet donde no pudo seguir los ataques de sus rivales? En primer lugar, su estado de forma. Aunque es indiscutible que es uno de los mejores ciclistas de la actualidad, ya no es capaz de dejar a sus rivales sin capacidad de reacción. Tiene 33 años. En algún momento tiene que llegar la debacle. O que le cueste más recuperar.
En mayo participó en el Giro de Italia y ese esfuerzo siempre pasa factura. Supone encadenar dos carreras de tres semanas, quizá las más duras, en tres meses. Si ya acabar el Tour de Francia es un reto considerable, doblar el esfuerzo supone llevar el cuerpo a su límite físico. Por eso nadie ha conseguido ese doblete desde hace 20 años. Por eso solo lo han conseguido los más grandes de la historia del ciclismo: Fausto Coppi, Eddy Merckx, Bernard Hinault o Miguel Induráin.
Froome quería unirse a ellos y, como ellos, sufrió las acusaciones de dopaje. Dobló la tasa permitida de salbutamol en un análisis de la pasada edición de la Vuelta a España y comenzó su infierno. Críticas, peticiones de prohibirle participar en más carreras, suspensiones de por vida... Pero, aunque la Unión Ciclista Internacional (UCI) aún no había resuelto su caso, pudo participar y ganar el Giro.
Su andadura en el Tour fue más complicada. Al menos, más incierta hasta el último momento. Él estaba convencido de que correría. Hinault, embajador del Tour hasta el año pasado, pidió que los ciclistas convocaran una huelga si el británico participaba. ASO, la empresa organizadora, le prohibió correr siete días antes del inicio de la prueba y le declaró persona non grata. Un día después, la UCI le absolvió y ASO rectifico. En resumen, un desgaste psicológico que le ha pasado factura.
Hasta seis días antes no supo si podría defender su título o no. Hasta ese día no pudo centrarse al cien por cien en el Tour. En su equipo, por si acaso, prepararon a Geraint Thomas para que fuera su relevo. Y Thomas ganó la Dauphiné, una prueba de una semana en los Alpes, contra alguno de los candidatos al Tour —Adam Yates (MTS), Romain Bardet (AG2R), Dan Martin (UAE)—.
A pesar del comunicado de la UCI, Froome no fue bien recibido en Francia. El día de la presentación de los equipos, el previo al comienzo de la carrera, fue abucheado por gran parte del público. Cuando le tocó hablar como vigente campeón y líder de su equipo, casi no se le oía.
"Me han abucheado, me han tirado objetos, alguno me ha intentado tirar, he recibido varios puñetazos en los costados, me han escupido varias veces...", contó hace unos días en una entrevista con el diario L'Equipe. El lunes, en el segundo día de descanso, preguntado por cómo veía la carrera, lo recordó: "La tensión no va a ayudar. A veces no ha sido fácil, pero seguimos adelante. Con suerte, haremos el trabajo hasta llegar a París".
Cuando lo dijo marchaba segundo en la clasificación general, solo aventajado por su compañero Thomas, que le sacaba un 1 minuto y 39 segundos. Por detrás, amenazante, Tom Dumoulin, a 11 segundos. Todos hablaban de las posibles disputas dentro de Sky para hacerse con el maillot amarillo, recordando la batalla entre Froome y Bradley Wiggins en 2012. Pero esta vez no hicieron falta órdenes de equipo para ver quién merecía ser el líder.
En el Col du Portet, un puerto inédito de categoría especial colocado en la meta de la decimoséptima etapa, no pudo responder al ataque de Dumoulin. Thomas, sí, e incluso se lo devolvió y le sacó nueve segundos más (cinco en meta y cuatro por la bonificación del tercer puesto). Al llegar a meta mostró todos sus respetos a su compañero de equipo y confesó que le iba a apoyar en las últimas cuatro etapas: "Thomas ha hecho una carrera sin fallos este año y se merece llevar el maillot amarillo".
El galés, que está muy cerca de ganar su primera gran vuelta a los 32 años, en cambio, no quiere pensar aún en ganar el Tour. "Solo quiero seguir haciéndolo bien: recuperarme e ir día a día".
Froome, el que parecía imbatible, es tercero, pero incluso ese último lugar en el podio no lo tiene asegurado. En Portet no solo cedió el segundo puesto, sino que también perdió tiempo con Primoz Roglic (TLJ). Ahora solo les separan 16 segundos, una etapa de montaña con el Tourmalet y el Aubisque como protagonistas y una contrarreloj en la que cualquier cosa puede pasar. Froome aún puede hundirse más.
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